lunes, 30 de noviembre de 2009

Suicidio y nodos lunares, estadísticas.


En la base de datos de Astrodienst se hallan expuestas las cartas natales de más de 350 suicidas. Además de éstas, dispongo de otro medio centenar de cartas de suicidas en mis archivos personales. Tras descartar algunas por defectos de forma, he reunido 403 natividades aprovechables.

He medido sobre ellas, entre otras cosas, los ángulos que forman los nodos de la Luna con cada uno de los planetas. He agrupado esos ángulos en 36 intervalos de 10 grados cada uno, midiendo siempre el arco desde el nodo norte de la Luna hasta el planeta de turno. El intervalo 1 incluye todos los casos en que el planeta se encuentra en alguno de los 10 grados inmediatamente siguientes a la posición del nodo. El intervalo 2 agrupa todos los casos en que el planeta se encuentra entre 10 y 20 grados después del nodo. El 3, entre 20 y 30. Y así sucesivamente, hasta el intervalo 36, que registra el número de casos en que el planeta se encuentra entre 350 y 360 grados después del nodo o, lo que es lo mismo, entre 0 y 10 grados antes que el nodo.

Me he encontrado con algo que se repite en la distribución de ángulos de cuatro planetas diferentes: Neptuno, Urano, Júpiter y Marte. Con todos ellos, el índice más bajo de suicidios se da en el intervalo 36. Este hecho no sólo es notable porque el intervalo sea el mismo, sino, sobre todo, porque el 36 no es un intervalo cualquiera. Es el intervalo que acoge las conjunciones doblemente aplicativas entre el nodo norte y los planetas. En efecto, por ser los nodos retrógrados, cuando un planeta se encuentra en alguno de los 10 grados anteriores a la posición de un nodo, el nodo va al encuentro del planeta al mismo tiempo que el planeta va al encuentro del nodo.

En la imagen siguiente figuran las cifras exactas de las 4 distribuciones en todos los intervalos. Para verla ampliada hay que pulsar sobre ella.


Al repartir 403 arcos entre 36 intervalos, la media por intervalo es de 11,19. Por tanto, donde nos encontremos 11 casos la incidencia es normal. Si nos encontramos con 22 casos -como en el intervalo 35 de Marte- eso es el doble de lo normal.

Si el intervalo 36 acoge las conjunciones aplicativas nodo norte-planeta, el intervalo 1 acoge las conjunciones separativas. En el caso de Júpiter, la incidencia es igual de baja en ambas conjunciones. En los casos de Marte y Neptuno, la incidencia más baja se da en la conjunción aplicativa, pero también la separativa está por debajo de la media. Urano, sin embargo, tiene un comportamiento muy extraño. Sigue la misma tendencia que los otros tres planetas en la conjunción aplicativa, pero en la separativa tiene su valor más alto.

Debemos observar también los intervalos 18 y 19, porque en ellos tenemos las oposiciones al nodo norte que, como es lógico, son, al mismo tiempo, conjunciones al nodo sur. El intervalo 18 acoge las conjunciones aplicativas con el nodo sur y el 19 las separativas. Se ve enseguida que la tendencia de estos dos intervalos es completamente distinta que la de sus opuestos. De sus 8 valores, 7 están por encima de la media y no hay ninguna otra pareja de intervalos consecutivos con una incidencia de suicidios mayor que la que registran estos dos juntos. Por otra parte, puesto que la distribución es circular, los intervalos 36 y 1 son consecutivos, y también se cumple que no hay ninguna otra pareja de intervalos consecutivos que presente una incidencia de suicidios más baja que la que registran estos dos juntos.

Por consiguiente, las desviaciones más significativas se producen precisamente en las inmediaciones de ambos nodos: en el norte, por defecto y en el sur por exceso.

Los datos que aquí presento están basados en conjuntos de cartas que son de dominio público. Cualquiera puede comprobar por sí mismo la realidad de esta distribución de ángulos. Pero, sin duda, se pueden presentar algunas objeciones formales: "el estudio no ha sido replicado", "no tenemos un grupo de control", "36 intervalos son demasiados para una muestra de sólo 403 casos", etc. Así que lo mejor es ser prudentes y no lanzarse a sacar conclusiones.

Sin embargo, aunque los datos aquí registrados no autoricen a sostener afirmaciones concluyentes, creo que no son completamente inútiles. Los astrólogos honestos trabajan con hipótesis, no con certezas. Estos datos sugieren que, probablemente, sería una buena idea dar prioridad a algunas hipótesis sobre otras. Por ejemplo, sale reforzada la hipótesis de que nacer durante la conjunción aplicativa del nodo norte con Júpiter, Urano, Neptuno o Marte incrementa las ganas de vivir (porque el índice de suicidios en este caso es más bajo). Y sale debilitada la hipótesis contraria. Pero sobre todo, creo que quien haya visto, entendido y valorado la información que aquí se da, de ahora en adelante prestará más atención a estos aspectos cuando se los encuentre en una carta natal y se fijará en las personas que nacieron con ellos para aprender cómo funcionan realmente.


viernes, 27 de noviembre de 2009

Libra, Hammurabi y Epicuro.

El código de Hammurabi contiene 282 leyes grabadas en piedra en caracteres cuneiformes. He aquí algunas:


Nadie lo diría, pero parece que lo que pone ahí es lo siguiente:

Ley 1: Si uno ha acusado y ha embrujado a otro y no puede justificarse, es pasible de muerte.

Ley 2: Si uno embrujó a otro y no puede justificarse, el embrujado irá al río, se arrojará; si el río lo ahoga, el que lo ha embrujado heredará su casa; si el río lo absuelve y lo devuelve salvo, el brujo es pasible de muerte y el embrujado tomará su casa.

Ley 19: Si uno guarda al esclavo en su casa y se lo encuentra en su poder, este hombre sufrirá la muerte.

Ley 21: Si uno perforó una casa, se lo matará y enterrará frente a la brecha.

Ley 25: Si se incendió la casa de uno, y otro que fue para extinguirlo se ha apoderado de algún bien del dueño de la casa, será arrojado en el mismo fuego.


No sé muy bien qué tiene que ver todo esto con la justicia, más bien parece un sistema organizado de amenazas, un programa de asesinatos en serie, la institucionalización de la brutalidad sujeta a reglas o un precedente de los juegos de rol. Cualquier pretexto era bueno para matar a alguien. La ley 2 recuerda un poco las reglas de algún juego de mesa con fichas, dados y casillas. Pero no, no era un juego, esto iba muy en serio. A pesar de todo, parece que este código facilitó la convivencia armónica de los babilonios... al menos de los supervivientes. Desde luego, poder disuasorio no le faltaba.

Pero lo que me interesa destacar aquí no es el contenido de las leyes, sino la forma lógica en que se encuentran formuladas. Casi todas las leyes del código de Hammurabi se atienen aparentemente a la estructura de un enunciado condicional [1]:

Si... entonces...

A los juicios lógicos construidos en base a este esquema los llama Kant juicios hipotéticos y los define como aquellos que expresan la relación del fundamento con la consecuencia. Dice Kant:

La proposición hipotética: "Si existe una justicia perfecta, se castiga al malo obstinado" comprende propiamente la relación entre dos proposiciones: "Existe una justicia perfecta" y "Se castiga al malo obstinado". El que sean verdaderas en sí ambas proposiciones es algo que queda aquí sin decidir. Lo único que se piensa mediante el juicio es la consecuencia. (Crítica de la Razón Pura, B 98).

Esta estructura gramatical es común a las leyes y a los contratos. Un contrato viene a decir: "si tú me das esto, yo te daré esto otro; si tú cumples con tu parte, yo cumpliré con la mía; si tú me respetas, yo te respetaré". La astrología relaciona los contratos y las leyes con el signo de Libra y con la casa séptima de una carta astral. También el matrimonio, porque es un contrato. Por otra parte, se atribuye a los nativos de Libra la característica de la duda y la indecisión, pues necesitan considerar todos los pros y los contras de cada posible línea de actuación. Esta evaluación consiste precisamente en una comparación de enunciados condicionales: "si decido hacer esto, se seguirán estas consecuencias; si opto por esto otro, se seguirán estas otras". Los juicios hipotéticos forman la columna vertebral del modo de pensar característico de Libra.

Epicuro hizo consistir su ética en un cálculo de consecuencias en términos de placer y dolor. Para este filósofo griego, 43 años más joven que Aristóteles, buena es aquella acción de la que nos cabe esperar obtener más placer que dolor: por el contrario, si entendemos que una acción nos acarreará más consecuencias penosas que placenteras, entonces debe ser evitada. El hedonismo de Epicuro, a pesar de su máxima "busca el placer y evita el dolor", no era una búsqueda desenfrenada de sensaciones intensas; al contrario, recomendaba los placeres suaves y la moderación en todo: alimentación sana y frugal, placeres intelectuales, lectura, conversaciones amables, evitación de conflictos, relaciones armónicas y cumplir con las obligaciones políticas de un ciudadano honesto. El jardín de Epicuro fue una comunidad que éste fundó en las afueras de Atenas donde hombres y mujeres llevaban una vida dedicada al estudio, al arte y al desarrollo de la virtud de la ataraxia, es decir, de un estado de ánimo sereno, tranquilo, libre de toda perturbación, dulce y amistoso, sin reprimir las inclinaciones naturales básicas de alimentación, cobijo, sexo y afectividad. "El dulce Epicuro", como le llamaban sus contemporáneos, no cerró las puertas de su escuela ni a las mujeres ni a los esclavos, quienes hasta entonces no habían sido admitidos en ese tipo de instituciones; promovía la igualdad entre sexos y desarrolló una filosofía afín en casi todo a los ideales típicos del signo de Libra, que es precisamente el signo que corresponde a su acmé según el esquema del ciclo de Sofía. Epicuro nació hacia el 341 a.C, por lo que su acmé se sitúa en torno al año 301, muy cerca del momento en que abrió su escuela en Atenas. Vivió hasta el 270 a. C., lo que significa que conoció también la primera mitad de la fase Escorpio del ciclo de Sofía.

Un ciclo de Sofía completo más tarde, es decir, en el siglo II, el epicureísmo experimentó un renacimiento gracias a Diógenes de Enoanda, ciudad del interior de la Turquía moderna, quien hizo erigir una enorme inscripción filosófica, esculpida en una gran muralla de piedra, con un sumario de las enseñanzas de Epicuro. Se desconoce, sin embargo, el año exacto, aunque algunas fuentes señalan el año 100 como el del nacimiento de Diógenes de Enoanda y Long dice que ya era anciano cuando mandó poner la lápida, por lo que es muy probable que quede dentro de la fase Libra (150 - 190).

Dos ciclos de Sofía después de Diógenes de Enoanda, Guillermo de Conches (1080 - 1154) retomó la filosofía física de Epicuro, y un ciclo de Sofía después de Guillermo de Conches sería Pierre Gassendi (1592 - 1655) quien rescataría una vez más la filosofía epicúrea.

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[1] En sentido estricto, los enunciados normativos (éticos y jurídicos) no son propiamente hablando juicios lógicos, porque no se les puede asignar un valor de verdad. No son verdaderos ni falsos, sino que ordenan algo o anuncian una acción que se llevará a cabo en el futuro si se dan determinadas condiciones. Pero lo que aquí nos interesa poner en relación con el signo de Libra es precisamente ese matiz de planificación controlada del futuro mediante el cálculo de las consecuencias de las acciones.

© 2009, Julián García Vara

jueves, 26 de noviembre de 2009

Libra y el código de Hammurabi



El Código de Hammurabi, creado en el año 1760 a. C. (según la cronología media) es el más importante de entre los más antiguos que conocemos. Hammurabi (1792 - 1750 a. C) estableció un código jurídico común que unificó los diferentes códigos existentes en las ciudades del Imperio babilónico, consiguiendo una de las piezas fundamentales de la tecnología social, que contribuyó enormemente a la estabilidad social y política (Javier Ordoñez et alia, Historia de la Ciencia, p.29). Algunas de las leyes de este código estaban inspiradas en lo que habitualmente se conoce como la ley del talión, aquello del "ojo por ojo, diente por diente", aunque otras demuestran un espíritu más refinado. Se hace amplio uso del principio de reciprocidad exacta, de forma que las penas sean proporcionales a los delitos. Por lo general, el delincuente, mediante su acto de injusticia, obtiene un beneficio que no le corresponde y causa a otras personas daños que no merecen. La acción de la justicia debe consistir en reparar esta situación, indemnizando a las víctimas y castigando a los malhechores con daños semejantes a los que infligieron. Esta imagen de la Justicia como intento de restauración del equilibrio roto por la acción delictiva ha sido representada simbólicamente por una balanza en las mitologías y religiones de las más diversas culturas. Puede verse en numerosos papiros y bajorrelieves del Antiguo Egipto. En el papiro de Ani del Libro de los muertos vemos a Anubis en el juicio de Osiris utilizando una balanza para pesar las acciones de un difunto colocando su corazón en uno de los platillos y la pluma de la diosa Maat, símbolo de la Justicia, en el otro.


En la actualidad aún conservamos en las fachadas o en los pórticos de nuestros juzgados bajorrelieves o estatuas que representan a la Justicia bien como una simple balanza o bien como una mujer con los ojos vendados, una espada en una mano y una balanza en la otra. Esta última imagen deriva de una combinación de los iconos de las constelaciones de Virgo y Libra. El día del equinoccio otoñal septentrional el Sol sale de Virgo y entra en Libra, el día y la noche tienen la misma duración, como si los reinos de la luz y de la oscuridad se hubiesen pagado mutuamente tributo, saldando así sus deudas y estableciendo un punto de equilibrio y de justicia cósmica. Pero esta situación se da también en el equinoccio de primavera, con el paso del Sol de Piscis a Aries. ¿Por qué, entonces, los astrólogos identifican la justicia con Libra y no con Aries? Al parecer, la razón de esto es que la Justicia (Diké) había sido identificada previamente con la Virgen de la constelación de Virgo y desde ahí se deslizó hacia el signo adyacente de Libra por la razón expuesta sobre los equinoccios, pero también porque Cesar Augusto había nacido precisamente el día del equinoccio otoñal del 63 a. C., circunstancia de la que se sentía muy satisfecho y que él creía que le señalaba "como juez que establecerá o administrará el fiel de la balanza de vida y muerte, que impondrá yugo y leyes en la tierra (...) y que, finalmente, al emigrar de este mundo, le esperaran las leyes del cielo" (Antonio Ruiz de Elvira, La balanza de la justicia)

En el documento recién citado, Antonio Ruiz de Elvira continúa explicando que Manilio atribuye a Roma el signo de Libra, y que sabemos por Cicerón que el día que Rómulo fundó Roma la Luna estaba en Libra. Si realmente Libra guarda relación con la justicia y las leyes, por un lado, y con Roma por otro, no debe extrañarnos que una de las principales contribuciones que Roma hizo al mundo fuera precisamente el Derecho Romano.

Pero mucho antes de eso está el código de Hammurabi, datado hacia el 1760 a. C. Si extendemos hacia atrás la cronología del ciclo de Sofía (dada en este blog al final de la entrada "Ciclos de pensamiento", 23 de noviembre de 2009) por tres ciclos completos de 480 años desde el comienzo de la fase Libra que sigue a Aristóteles (330 a. C) tenemos que entre 1770 a. C. y 1730 a. C. aproximadamente se dio también una fase Libra. El código de Hammurabi, con su sistema de proporcionalidad y reciprocidad exacta, se convierte en un perfecto emblema de esa fase.


© 2009, Julián García Vara

martes, 24 de noviembre de 2009

Astrología y otras mancias




No es raro escuchar en boca de profanos en materia astrológica declaraciones como la siguiente:

-eso del tarot, los posos del té y la bola de cristal no son más que tonterías, pero la astrología me parece más confiable, porque se basa en los planetas.

Detrás de esta frase parece adivinarse un razonamiento de este tipo: "Si los astrólogos se basan en la astronomía y la astronomía es una ciencia, entonces la astrología tiene una base científica". ¿Es éste un razonamiento válido o es un sofisma? Tomado al pie de la letra, el razonamiento es impecable. El problema no está en lo que se dice, sino en lo que se sugiere. Técnicamente, tal como lo analizaría un lógico, se trata de un enunciado condicional. No se afirma en él categóricamente que los astrólogos se basen en la astronomía, sólo se dice que si lo hacen entonces su actividad está basada en una ciencia. Tampoco se dice explícitamente que lo que los astrólogos construyen sobre esa base tenga que ser una ciencia. Sobre una base firme se pueden levantar construcciones muy endebles. No se dice ninguna de estas dos cosas, pero ambas se dan a entender. Parece darse por hecho que, en efecto, los astrólogos se basan en la astronomía y que, además, con unos cimientos tan sólidos cabe esperar que el edificio astrológico construido sobre ellos sea igual de resistente y digno de confianza. Interpretado de esta manera, el razonamiento se convierte en un sofisma y los astrólogos que lo esgrimen con la esperanza de suscitar esta interpretación se convierten en sofistas que tratan de tapar sus vergüenzas bajo el manto robado del prestigio del astrónomo.

Pero entonces ¿no es verdad que los astrólogos se basan en la astronomía? Pues y no. Es verdad que los astrólogos utilizan algunos datos astronómicos -muy pocos en relación a lo que actualmente se conoce- para elaborar con ellos sus cartas astrales y calcular las fechas de vencimiento de un pronóstico. Pero el uso que hacen de esta información astronómica no está mucho mejor fundamentado que el que hacían los antiguos arúspices romanos del aspecto de las entrañas de los animales sacrificados o la echadora de cartas de la disposición de los naipes en una tirada de tarot. ¿Qué diferencia esencial hay entre fijarnos en los posos del té o del café y mirar la configuración de los planetas en un momento dado para, a partir de ahí, elaborar un discurso sobre algo -el futuro profesional de alguien, la evolución de su salud, etc.- que no guarda ninguna relación natural reconocible con lo que estamos mirando? Desde este punto de vista, tan gratuita parece una cosa como la otra. El hecho de que los movimientos de los planetas sean regulares y puedan ser calculados con precisión mientras que en las otras formas de adivinación el comportamiento del objeto observado sea imprevisible no añade un ápice de legitimidad al salto lógico cualitativo que el astrólogo se ve obligado a dar de todas formas para dotar de significado humano a un cuadro astronómico. Precisamente porque sin ese salto no hay astrología podemos decir que, en realidad, la astrología no se basa en la astronomía. Más bien vuela sobre ella.


lunes, 23 de noviembre de 2009

Ciclos de pensamiento.




El ciclo de Sofía


En el tomo I de su Historia de la filosofía griega (p.205 de la traducción española, ed. GREDOS, Madrid, 1984) escribe Guthrie a propósito de Platón:

"estudiar el cosmos visible, en sus aspectos de estar sometido a regla y orden -es decir, los movimientos de los cuerpos celestes-, contribuirá igualmente a resaltar nuestro parentesco con lo divino. Al concedernos la vista, dice, los dioses han hecho posible la filosofía, porque se nos dio "a fin de que pudiéramos observar los circuitos de inteligencia en el cielo y aprovecharnos de ellos para las rotaciones de nuestro propio pensamiento, porque son semejantes, por más que las nuestras sean objeto de perturbación y las de ellos carezcan de perturbación alguna, y a fin de que aprendiendo a conocerlas y adquiriendo la capacidad de calcularlas correctamente, según su naturaleza, podamos reproducir las rotaciones perfectamente infalibles de la divinidad y reducir al orden establecido los errabundos movimientos que tenemos en nosotros mismos. (Timeo, 47 B-C)"

Hoy en día tendemos a concebir el pensamiento como un movimiento libre de nuestro espíritu que puede dirigirse caprichosamente en cualquier dirección. O bien, a la manera de los hegelianos de izquierdas, como un epifenómeno de la infraestructura económica, de las condiciones materiales y sociales de una época determinada, al servicio de los intereses de clase con los que consciente o inconscientemente se identifica el pensador. En el primer caso, el pensamiento fluye al margen de la historia, mientras que en el segundo se transforma al ritmo dialéctico de un progreso histórico lineal que no conoce retrocesos ni repeticiones.

Platón nos dice, sin embargo, que el pensamiento es circular, rítmico, cíclico, y que sigue la estela de los circuitos de inteligencia inscritos en el cielo. Puede decir esto porque cree en la divinidad del cosmos, en su carácter orgánico, ordenado y viviente, perfecto y superior al entendimiento humano. Sintonizar con ese pensamiento cósmico, aprendiendo a calcular sus ciclos y a conocer su naturaleza, es una forma de elevación. El término griego "Cronos" como argumenta Guthrie (pp. 320-22), se refiere no simplemente al tiempo en cuanto duración o mera sucesión de un antes y un después, sino que específicamente asume la connotación de sucesión ordenada, ajustada a número y medida, regular y cíclica, conforme a los movimientos armónicos de los cuerpos celestes. La historia del pensamiento filosófico y científico sólo adquiere este tipo de regularidad (sólo se convierte en verdadera crónica) si se la examina desde puntos de vista cíclicos; es decir, únicamente rastreando ciclos que pongan de manifiesto la circularidad ordenada y constante que preside la reaparición de motivos, temáticas, preocupaciones, planteamientos y hasta figuras personales cuya vigencia es recuperada. Sólo así el pensamiento se encarna en la temporalidad, superando la contingencia anecdótica.

Jaspers, en su Psicología de la concepciones del mundo, sugiere algo parecido cuando afirma:

"Es una necesidad y un derecho para cada época reproducir nuevamente de una forma viva lo que el pasado ha poseído de otra forma; producir otra vez lo que ya desde hace mucho se logró" (pp. 31-37).

En las cinco entradas anteriores hemos rastreado un fragmento de secuencia zodiacal que cubre toda la época dorada de la filosofía griega antigua. No puedo asegurar que las asociaciones de ideas que me han permitido organizar ese material histórico con criterios astrológicos se correspondan con un ciclo realmente existente. No puedo saber con certeza si lo que he visto es algo que está realmente ahí o sólo es algo que mi mente ha puesto ahí. En todo caso, debemos observar que yo no disponía de ningún esquema previo en el que tratar de encajar los datos, a excepción de la vaga matriz de la secuencia zodiacal, la cual fue evocada por los datos mismos, y no al revés. Es decir, no se me puede achacar la crítica que Esquenazi ha hecho a Tarnas en el sentido de que, puesto que conoce de antemano los ciclos astronómicos, su supuesta naturaleza astrológica y las fechas en que se deberían sentir sus efectos, sólo ha tenido que seleccionar del amplio caudal de datos históricos que conviven en una misma época aquellos que concuerdan con su idea preconcebida y hacer oídos sordos a todo lo demás. En mi caso no hay ningún ciclo astronómico detrás, ninguna fecha previamente establecida, ninguna duración de ciclo conocida de antemano. Al revés, el ciclo ha sido sugerido por los datos mismos en contra de toda evidencia astronómica. Ni conozco las fechas de nacimiento de ninguno de los filósofos de la antigüedad ni ciclo planetario alguno que dure 480 años. Esta duración de ciclo, que es sólo una estimación, fue sugerida por el hecho de que en la secuencia de las principales figuras de la época dorada de la filosofía griega antigua, que incluye a Sócrates, Platón, Aristóteles y Epicuro, cada uno de ellos era unos 42 ó 43 años más joven que el anterior. Como cada figura expresa el arquetipo de uno de los signos del zodíaco en su orden natural, esto me llevó en principio a calcular una duración de unos 510 años para el ciclo completo de 12 signos. Posteriormente, al comprobar los plazos reales en que reaparecían en la historia de la filosofía los mismos motivos o en que se recuperaba el interés por algún filósofo antiguo tiempo atrás olvidado, comprendí que el ciclo total debía ser algo más corto, hasta quedar situado en esos 480 años. Por ejemplo, la filosofía de Crisipo resurge con Spinoza y Leibniz. Desde el nacimiento de Crisipo hasta el de Spinoza transcurrieron unos 1912 años. La duración del ciclo fue estimada inicialmente en una cifra próxima a los 5 siglos, y la diferencia de edad entre Crisipo y Spinoza se acerca a 4 veces 5 siglos. Dividiendo 1912 por 4 obtenemos 478. Entre Crisipo y Leibniz, la diferencia de edad es de unos 1926 años, que divididos por 4 nos quedan en 481,5 años. La media de estas diferencias y otras registradas con otros filósofos se aproxima bastante a los 480 años.

Además, en caso de que hubiera algún planeta relacionado con la actividad filosófica con un ciclo en torno a los 480 años, no sería sino hasta los 40 años que se formaría el primer tránsito de ese planeta a su propia posición radical (un semisextil), y es precisamente en la edad de 40 años donde los griegos acostumbraban a situar el acmé o floruit de un filósofo (es decir, su época de florecimiento o plenitud). Por supuesto, sé muy bien que esto no es suficiente como para dar por hecha la existencia de semejante ciclo, pero sirve al menos para trazar un primer esquema de rastreo de datos que puede ser extendido hacia adelante y hacia atrás en el tiempo como un hipotético marco de observación.

Como no puedo estar todo el tiempo repitiendo que este ciclo es solamente una suposición, que de momento sólo es especulativo, hipotético, etcétera, lo dejo dicho aquí y, en adelante, me referiré a él con el nombre de "Ciclo de Sofía", no porque tenga nada que ver con el asteroide del mismo nombre, sino en honor a la filo-sofía, que es el ámbito donde se ha revelado por primera vez, ya sea su realidad o su ficción.


El cuadro cronológico orientativo que manejo es el siguiente:



ARIES -570 -90 390 870 1350 1830
TAURO -530 -50 430 910 1390 1870
GÉMINIS -490 -10 470 950 1430 1910
CANCER -450 30 510 990 1470 1950
LEO -410 70 550 1030 1510 1990
VIRGO -370 110 590 1070 1550 2030
LIBRA -330 150 630 1110 1590 2070
ESCORPIO -290 190 670 1150 1630 2110
SAGITARIO -250 230 710 1190 1670 2150
CAPRICORNIO -210 270 750 1230 1710 2190
ACUARIO -170 310 790 1270 1750 2230
PISCIS -130 350 830 1310 1790 2270


Cualquier observación al respecto será bienvenida.


© 2009, Julián García Vara



sábado, 21 de noviembre de 2009

Virgo y Aristóteles.


Detalle de La Escuela de Atenas, de Rafael (1510)

Aristóteles fue el discípulo más brillante de Platón, pero se apartó de la doctrina de su maestro especialmente en lo que concierne a la teoría de las ideas y a la inmortalidad del alma. Para Platón, el cuerpo es la cárcel del alma. La unión del alma con el cuerpo es un castigo divino por alguna culpa relacionada con deseos inmoderados; esta condena debe cumplirse, por lo que no es lícito el suicidio, pero el anhelo del alma debe ser el de librarse cuanto antes de la carga del cuerpo para entregarse a la contemplación de la realidad divina en el mundo de las ideas. Los objetos visibles sólo son sombras perecederas de los inteligibles eternos. Aristóteles, por el contrario, consideraba que las ideas no existen separadas de las cosas. No hay un modelo de árbol en el mundo inteligible y una mala copia del modelo en cada árbol visible. Sólo hay árboles visibles. Eliminó, por consiguiente, la teoría platónica de los dos mundos. El etéreo mundo de las ideas aterrizó de lleno en el mundo sensible, que es en Aristóteles el único realmente existente. Las cosas están compuestas de materia y forma, pero la forma no puede existir si no es encarnada en un cuerpo material. El alma es la forma del cuerpo y, por consiguiente, si el cuerpo muere el alma perece con él. Debemos, por tanto, apartar la mirada de las inconmensurables regiones celestes y de la vida transmundana y preocuparnos de buscar la felicidad en este mundo presente. El contraste entre las posiciones de Platón y Aristóteles fue representado plásticamente por Rafael en su famoso fresco La Escuela de Atenas, en cuyo centro aparecen ambos filósofos, Platón apuntando con el dedo hacia el cielo y Aristóteles señalando hacia abajo con su mano. Como el propio Aristóteles señala en su física, el movimiento natural del fuego es hacia arriba y el de la tierra hacia abajo. La astrología ha incorporado los cuatro elementos de la física primitiva como figuras simbólicas de los temperamentos básicos. Así, los signos de fuego son aquellos que aspiran a la realización de grandes ideales, a la elevación, a la superación, a todo lo que es grande y noble, a cuanto brilla y destaca, evitando lo pequeño, mezquino o vulgar. Los signos de tierra buscan un suelo firme sobre el cual pisar, se afianzan en el mundo sensorial, en lo tangible y concreto, en lo material y seguro, en la experiencia. El tránsito de la filosofía platónica a la aristotélica presenta las mismas características que el de un signo de fuego a uno de tierra en los ciclos zodiacales.

Así, contra la idea mantenida por Sócrates y por Platón de la preexistencia del alma antes del nacimiento y de la posibilidad de despertar el recuerdo de cosas conocidas por el alma desencarnada en una existencia anterior, Aristóteles afirma que "nada hay en la inteligencia que no haya estado antes en los sentidos". En consecuencia, se dedica con ahínco a la observación sistemática de los materiales al alcance de los sentidos: estudia y clasifica todas las plantas conocidas, dividiendo el reino vegetal en dos grandes grupos: plantas con flores o sin ellas; escribe un tratado de las partes de los animales, otro sobre la generación de los animales, desarrolla una física y una teoría del movimiento. También fue el fundador de la lógica y de los métodos analíticos de razonamiento. Jostein Gaarder, en El mundo de Sofía, encabeza el capítulo dedicado a Aristóteles con el elocuente subtítulo:

"...un hombre meticuloso que quiso poner orden en los conceptos de los seres humanos..."

Si le damos esta frase a un astrólogo que no sepa de qué estamos hablando y le pedimos que la relacione con algún signo del zodíaco no tardará ni dos segundos en darnos la siguiente respuesta: "hum...meticulosidad, ...orden,...¡no puede ser otro que Virgo!"

Más abajo sigue diciendo Gaarder: "Lo que más le preocupaba era la naturaleza viva (...) Platón dio la espalda al mundo de los sentidos, volviendo la cabeza ante todo lo que vemos a nuestro alrededor (¡Quería salir de la caverna, contemplar el mundo eterno de las Ideas!) Aristóteles hizo lo contrario. Se puso de rodillas en la tierra para estudiar peces y ranas, amapolas y anémonas. Podríamos decir que Platón sólo usaba su inteligencia; Aristóteles también usaba sus sentidos. (...) Platón era un poeta, un creador de mitos; los escritos de Aristóteles son áridos y minuciosos como una enciclopedia"

Desde la época de los presocráticos, la naturaleza no había vuelto a ser el centro de interés principal de ningún filósofo griego de relieve. Se cierra de este modo el primer círculo de los cuatro elementos: tierra (tauro, presocráticos), aire (géminis, sofistas), agua (cáncer, Sócrates), fuego (leo, Platón) y de nuevo la tierra (virgo, Aristóteles). Después de él tendría lugar el segundo giro antropológico de la filosofía griega. Con la llegada de la filosofía helenística, el hombre y sus relaciones sociales desde un punto de vista ético acaparan la atención. Estamos otra vez en una fase de aire: libra, escuelas helenísticas y las doctrinas sobre la convivencia armónica de los seres humanos.

El pensamiento girando en la noria de la rueda de los arquetipos zodiacales a través de la historia.




Leo y la caverna de Platón, 2.



las almas inmortales, cuando llegan a la cima (de la bóveda del cielo) salen afuera y se detienen firmes sobre la parte superior del cielo, y, en esta posición, las conduce el movimiento circular de la bóveda celeste, mientras ellas contemplan lo que hay fuera del cielo.(...) la realidad que verdaderamente es sin color, sin forma, impalpable, que sólo puede ser contemplada por la inteligencia, piloto del alma, ocupa este lugar. [Platón, Fedro, 247a]

Si el mundo inteligible se encuentra fuera de la caverna y el mundo sensible propiamente dicho se circunscribe al área de visión de los prisioneros, es necesario que todo cuanto hay entre el muro a espaldas de los prisioneros y la entrada de la caverna sea algo intermedio entre lo sensible y lo inteligible. Nada nos dice Platón sobre los porteadores ni su carga, todo lo que comenta sobre esa zona es que la luz del fuego representa "el poder del Sol". ¿Pero qué es el Sol para Platón? Al final del libro VI de La República, justo antes de la exposición del mito de la caverna, podemos leer:
-¿A cuál de los dioses del cielo podrías atribuir el dominio de esas cosas e incluso la producción de la luz, por medio de la cual ven nuestros ojos y son vistos los objetos de la manera más perfecta?
-Pues al que tú y los demás la atribuyen. Porque parece claro que quieres referirte al sol.
-Y bien, ¿no es esta la relación natural de la vista con ese dios?
-No te entiendo.
-¿No es como un sol la vista, y lo mismo el órgano en el que se produce, al que damos el nombre de ojo?
-Creo que no.
-Sin embargo, debo decirte que, a mi entender, es de todos los órganos de nuestros sentidos el que más se parece al sol.
-Sin duda.
-Y esa facultad de ver que posee, ¿no le ha sido concedida por el sol como a título de emanación?
-Así es.
-A él deseaba referirme cuando hablaba de ese descendiente del Bien, análogo en todo a su padre. El uno se comporta en la esfera de lo visible, con referencia a la visión y a lo visto, no de otro modo que el otro, en la esfera de lo inteligible, con relación a la inteligencia y a lo pensado por ella.
El Sol es, pues, uno de los dioses del cielo. Para Platón, todo el cosmos con sus estrellas y planetas está habitado por dioses o inteligencias, cuyas almas se desplazan libremente por sus infinitos espacios. Concibe el cosmos como un gigantesco ser vivo animado por un alma inteligente que es su principio de movimiento y de orden: el Alma del Mundo. Este Alma del Mundo es obra de un dios artista, el demiurgo, que crea también el mundo y al hombre con la colaboración de otros dioses menores. Pero ni el demiurgo ni los otros dioses crean a partir de la nada, como en la tradición judaica, sino que lo hacen a partir de dos elementos preexistentes: la materia y el mundo inteligible, que son ambos eternos. Se inspiran en las formas del mundo inteligible para moldear la materia, pero ésta presenta resistencia y negatividad; el resultado, por tanto, no alcanza la perfección del modelo. ¿No serán, pues, los porteadores estos dioses productores del mundo sensible? ¿No serán los objetos que portan los moldes que han creado a imitación de los objetos del exterior de la caverna para formar con ellos las cosas visibles? A mi juicio ésta es la explicación que mejor encaja con el resto de la doctrina platónica.

La bóveda celeste, el sol, los planetas y las estrellas, son objetos visibles por el ojo humano y pertenecen, por tanto, al mundo sensible. Por ello deben quedar representados en el interior de la caverna. Pero son al mismo tiempo el receptáculo de divinidades y de inteligencias invisibles que gobiernan tanto los movimientos del cosmos como las cosas de este mundo. Por eso deben quedar fuera del área de visión de los prisioneros.

¿Y qué tiene todo esto que ver con el signo de Leo? En primer lugar, sabemos que Ptolomeo atribuye al Sol regencia sobre Leo y que Platón coloca al Sol visible como encarnación sensible de la idea de Bien, que es el Sol inteligible y la meta final de su indagación filosófica. La filosofía de Platón es un iluminismo, que desprecia los sentidos como fuente de conocimiento y confía solamente en la luz de la razón. La luz, el fuego y el sol son figuras recurrentes de las que se vale Platón para privilegiar la noesis o intuición intelectual como forma suprema del conocer.
En segundo lugar, Platón entiende que el alma es de origen divino y la existencia terrestre es indigna de ella; el cuerpo es para el alma una cadena, una prisión, una tumba. Esto es característico de los signos de fuego -no es raro, por ejemplo, que se olviden de comer- y les distingue de los signos de tierra, por ejemplo. En tercer lugar, la platónica es una filosofía de elevación o superación, algo que también es propio del fuego, el cual, como señala Aristóteles, se mueve hacia lo alto de manera natural. La carga de la terrenalidad, el peso de la encarnación y el lastre de la dependencia de los sentidos son señalados por Platón como fardos que conviene dejar atrás cuanto antes, en el progreso del alma hacia el Bien y hacia los más nobles ideales. En cuarto lugar, su ideal político es de corte autoritario. El gobierno debe corresponder al rey-filósofo, que hará cumplir las leyes con ayuda de la clase de los guerreros por la fuerza si fuere necesario. La justificación de esto es que la Verdad es absoluta (posición dogmática) y no algo opinable y quien accede a ella después de un largo entrenamiento (simbolizado por el esfuerzo en salir de la caverna) es el único preparado para guiar a los demás. Por eso desprecia la democracia y defiende la organización jerárquica en torno a un monarca que sea noble de carácter, justo y sabio.

Y así es como pasamos de Sócrates a Platón y de Cáncer a Leo.


viernes, 20 de noviembre de 2009

Leo y la caverna de Platón, 1.


El mito de la caverna, expuesto por Platón en el libro VII de La República, es una alegoría de la condición humana que condensa los temas principales de la filosofía platónica. Los seres humanos naturales, encarnados en un cuerpo mortal y sin formación filosófica son semejantes a unos prisioneros que, desde su nacimiento, hubieran estado encadenados a un muro en el interior de una caverna, con la cabeza inmovilizada de tal modo que sólo pudieran mirar hacia la pared situada en dirección opuesta a la entrada de la caverna. Tras el muro al que están encadenados hay una hoguera encendida y entre la hoguera y el muro hay un pasillo por el que circulan unos extraños porteadores que llevan estatuillas con figuras de animales, personas y objetos. Las sombras de las estatuillas se proyectan sobre la pared del fondo de la caverna, de tal modo que los prisioneros pueden ver esas sombras, pero nunca las estatuillas mismas. Los porteadores a veces pasan en silencio y otras veces van hablando entre sí. Cuando hablan, los prisioneros oyen las voces, pero creen que proceden de las sombras mismas, que son éstas las que hablan, ya que nunca han visto a los porteadores.

Una vez descrito este cuadro, se plantea la cuestión de qué le sucedería a uno de los prisioneros si fuera liberado de sus ataduras y obligado a volver la cabeza hacia el pasillo donde se encuentran los objetos manejados por los porteadores y la hoguera encendida. Quedaría confundido y asustado por el centelleo de las llamas, no vería con claridad y creería que las sombras de los objetos son más verdaderas y precisas que los objetos mismos. Si todavía se le obliga a seguir adelante y salir al exterior de la caverna quedará de tal modo deslumbrado por el Sol que no acertará a distinguir nada en un primer momento. Luego, poco a poco, podría concentrar su mirada en las zonas de sombra, después en las iluminadas y finalmente podría ver el Sol. Si regresara al interior de la caverna y contara a los otros la magnificencia de cuanto había visto afuera, los demás prisioneros le tomarían por loco y si intentara desatarlos y obligarlos a salir al exterior se resistirían y le darían muerte si pudieran.

¿Qué significa todo esto? El propio Platón nos proporciona enseguida las claves generales para descifrar la fábula: la realidad que la vista nos proporciona debe ponerse en relación con la morada de los prisioneros, la luz del fuego con el poder del Sol y la subida al mundo exterior y la contemplación de las cosas que hay en él con la ascensión del alma a la región de lo inteligible. Y añade:

"Lo último que se percibe, aunque ya difícilmente, en el mundo inteligible es la idea del Bien (el Sol inteligible), idea que una vez percibida, da pie para afirmar que es la causa de todo lo recto y hermoso que existe en todas las cosas. En el mundo visible ha producido la luz y el astro señor de ésta (el Sol visible, la hoguera), y en el inteligible la verdad y el puro conocimiento."

Para quien no esté familiarizado con la filosofía de Platón esta explicación resultará aún más oscura que la fábula misma. Dedicaré, por tanto, unas líneas a describir lo más esencial de esa filosofía.

Con ayuda de nuestros sentidos (vista, oído, etc.) podemos percibir objetos concretos con ciertas cualidades, por ejemplo, un hermoso caballo. Pero, por muy hermoso que sea, el caballo no agota ni contiene en sí la totalidad del significado de la idea de belleza. Ese caballo participa de la idea de belleza, pero ésta le precede en el tiempo y le sobrevive y se aplica a otros muchos y diferentes objetos que la reflejan de las formas más variadas. El caballo nace y muere, pero la idea de belleza, según Platón, es eterna. Además, ese mismo caballo pudo ser muy feo cuando era un potrillo o llegar a serlo si envejece o enferma; su relación con la idea de belleza es efímera y accidental. También al caballo mismo lo identificamos como un ejemplar de la idea general de caballo. Pero estas ideas generales no podemos verlas con los ojos, sino sólo con la inteligencia. Por eso Platón agrupa por un lado todas aquellas cosas que podemos ver con los ojos o percibir con los demás sentidos y llama a este conjunto el mundo sensible; por otro lado agrupa todas las ideas que sólo podemos "ver" con la inteligencia y llama a este conjunto el mundo inteligible. Los objetos del mundo sensible son como sombras de las ideas del mundo inteligible. Para Platón, las ideas tienen más realidad que las cosas visibles, ya que no nacen ni mueren y proporcionan los modelos que los objetos sensibles imitan torpemente.

Ahora podemos entender que los prisioneros de la caverna son aquellas personas que viven atadas a la percepción sensorial y no reflexionan sobre lo que ven. La morada de los prisioneros es el mundo sensible, que se reduce prácticamente a las sombras de la pared. El exterior de la caverna es el mundo inteligible, que contiene los modelos ideales de las cosas sensibles. He explicado esta fábula durante años a varias generaciones de alumnos de bachillerato, esperando en vano que alguien me formulase una pregunta tan obvia como la siguiente:

Si Platón quería representar en una imagen de juego de sombras esta peculiar relación del mundo sensible con el mundo inteligible ¿por qué se complicó tanto la vida introduciendo en el cuadro el pasillo de los porteadores, las estatuillas y la hoguera? ¿Por qué no hizo simplemente que los objetos del exterior se reflejaran directamente sobre la pared del fondo de la caverna a la luz, por ejemplo, de un sol naciente o poniente?

En efecto, lo que los prisioneros de la caverna ven en la pared no son las sombras de las ideas (de los objetos del exterior de la caverna) sino las sombras de unas figurillas que imitan a los objetos del exterior y que, a pesar de no ser las cosas verdaderas, tienen el poder de producir el mundo sensible. ¿Qué son, entonces, estas figuras intermediarias? ¿y quienes son esos porteadores?

No busquéis la respuesta en ningún manual de historia de la filosofía, ni siquiera en las monografías sobre Platón. La mayoría escurren el bulto y las pocas que no lo hacen aventuran explicaciones tan insatisfactorias que no resisten la más ligera crítica. Buscad la respuesta en el propio Platón: en el Fedro, en el Timeo, en Las Leyes, en el Fedón o en otras partes de la misma República. O si no queréis demoraros tanto, buscadla en la siguiente entrada:



jueves, 19 de noviembre de 2009

Cáncer y Sócrates.


Sócrates se dispone a tomar la cicuta, en cumplimiento de la sentencia que le condenó a muerte.


En el comentario de ayer señalé algunos notables paralelismos entre el arquetipo astrológico asociado al signo de Géminis y las características generales de la figura histórica del sofista. En cualquier manual de historia de la filosofía, el capítulo siguiente al de los sofistas suele estar dedicado a Sócrates, que hasta cierto punto no era más que un sofista tardío, pero se diferenciaba de los otros en varios detalles esenciales. Sócrates no cobraba por sus enseñanzas; bueno, en realidad él no pensaba que estuviera enseñando nada. Él hacía, según sus propias palabras, "profesión de ignorancia" -expresión ésta que no deja de ser un juego de palabras típicamente sofístico, con el que trataba de desmarcarse burlonamente de los otros sofistas, los que hacían "profesión de sabiduría". Irónicamente declaraba que él no sabía nada y se acercaba a los otros sofistas o a sus alumnos con la aparente intención de aprender de ellos. Pero tan pronto como, a requerimiento de Sócrates, éstos se arriesgaban a dar la definición de un término cualquiera (qué es la justicia, o la piedad, o el amor), Sócrates encontraba un ejemplo con el que la definición no cuadraba y su interlocutor se veía obligado a reformar la definición. De nuevo Sócrates encontraba defectos en la nueva formulación y otra vez había que buscar una tercera, y luego una cuarta, y así hasta que el otro perdía la paciencia y acababa por reconocer que en realidad no sabía la respuesta. Una vez admitido esto, Sócrates proponía buscar esa respuesta juntos o, más bien, se ofrecía a ayudarle a dar a luz en su mente la verdad guiándole mediante las preguntas apropiadas. Al hacer esto, el propio Sócrates se comparaba con su madre, la comadrona Fenarete. Así como ésta ayudaba a otras mujeres a traer hijos al mundo, Sócrates ayudaba a los hombres con inquietudes filosóficas a alumbrar las ideas o pensamientos adecuados sobre los más elevados asuntos. Por eso, al método de Sócrates se le conoce con el mismo nombre que los griegos daban al arte de la comadrona: la mayéutica.

La evocación de la figura de la madre y de las funciones de la maternidad ponen al método socrático en conexión con el arquetipo astrológico del signo de Cáncer. En el diálogo platónico Critón las leyes de Atenas toman figuradamente la palabra y se dirigen a Sócrates en estos términos:

"¿Desconoces acaso que no es piadoso maltratar a una madre o a un padre, y mucho menos aún a la patria? (...) nosotras te trajimos al mundo, te criamos y educamos y consideramos si (un ciudadano) es desobediente, que delinque por tres motivos, ya que no obedece a sus progenitoras, que somos nosotras; ni a sus nodrizas, que somos también nosotras (...). Sócrates, grandes son las pruebas que tenemos de que la ciudad y nosotras te eramos gratas. En efecto, no pasarías en Atenas más tiempo que cualquier otro ateniense si no te agradase más, pues la verdad es que jamás saliste de la ciudad ni siquiera para acudir a una fiesta."

La devoción de Sócrates por su madre-patria Atenas, que le mantuvo protegido en el interior de sus murallas durante toda su vida, le lleva a acatar sin protesta la condena a muerte que los legisladores de la polis habían decretado para él, rechazando el plan de fuga que Platón y otros discípulos habían preparado para salvar su vida. Sócrates fue acusado de impiedad y de corromper moralmente a los jóvenes. Aunque estos cargos fueron un simple pretexto, tras los que se ocultaban motivos políticos, no deja de haber algo de cierto en que el método socrático contenía un elemento corrosivo. La mayéutica era precedida por la ironía, que es la fase en la que Sócrates pone a prueba las convicciones de sus interlocutores, mostrando sus contradicciones internas y su endeblez. Es una fase depurativa, cuyo objetivo es desprenderse de las falsas creencias y de los errores aprendidos, para dejar el alma tan dispuesta y receptiva a los verdaderos conocimientos como la de un recién nacido. ¿A dónde irá el alma de un recién nacido a buscar los conocimientos? Podríamos pensar: "al mundo, a la experiencia, a los hombres sabios...", pero esta no es la respuesta de Sócrates. Lo que éste nos dice es que el alma debe mirar en su interior. Sócrates adopta como lema la inscripción que coronaba el pórtico del Oráculo de Delfos: "Conócete a ti mismo". Esto representó el primer giro hacia la interioridad registrado en la historia de la filosofía occidental. ¿Y qué puede encontrar el alma dentro de sí misma antes de haber experimentado nada? Sócrates creía que el alma era inmortal y que antes de encarnarse en un cuerpo había llevado una existencia espiritual durante la cual había alcanzado a conocerlo todo. La conmoción de la encarnación provoca el olvido de la existencia anterior. Así pues, conocer no es más que recordar. El objetivo de la mayéutica es despertar la anámnesis (el recuerdo, la curación de la amnesia).

En la astrología los procesos depurativos como la ironía socrática, las purgas, están representados por los signos y casas de agua (el purgatorio interior): Cáncer, Escorpio, Piscis y las casas IV, VIII y XII. La función del agua es disolvente, reblandece las estructuras rígidas, las distinciones nítidas y los esquemas artificiales. Son los signos encargados de hacernos soltar lastre. La mirada interior es igualmente propia de los signos de agua. La mirada hacia el pasado es característica del signo de Cáncer, y esto Sócrates lo conduce hasta el límite retrocediendo hasta una existencia previa al nacimiento.

En los aspectos que acabamos de señalar, la transición de la sofística a Sócrates es análoga al paso de Géminis a Cáncer.


miércoles, 18 de noviembre de 2009

Géminis y los sofistas.



–Dime; ¿tienes un perro?
–Sí, y muy malo.
–Tiene perrillos?
–Muchos y tan malos como él.
–¿El perro es padre de los perritos?
–Sí, yo mismo le he visto cubrir la perra.
–¿Es tuyo el perro?
–Sí.
–El perro es padre y tuyo, luego es tu padre, y por lo tanto eres hermano de los perrillos.


Este argumento es planteado por Dionisodoro en el diálogo platónico Eutidemo o el disputador, que muestra a varios sofistas entregados a su pasión por confundir y sorprender a sus oyentes con ingeniosos y divertidos juegos de palabras.

Los sofistas surgieron en Grecia en el siglo V a.C. como consecuencia natural del auge de la democracia y del intenso comercio marítimo con culturas extranjeras. La palabra "sofista" procede de los términos griegos sofós y sophía, que podemos traducir como sabio y sabiduría respectivamente. El sofista era aquél que hacía profesión de sabiduría, es decir, el que se ganaba la vida enseñando todo tipo de cosas. Fueron los primeros que cobraron por enseñar y de ellos se derivan tres figuras comunes en nuestro paisaje social contemporáneo: el profesor, el abogado y el político democrático. En efecto, su principal reclamo era la promesa que hacían a los jóvenes atenienses de adiestrarles en el arte de convencer a una audiencia para ganar terreno en la arena política y lograr el consenso necesario para llevar adelante sus propósitos, alcanzar cargos públicos o defenderse ante un tribunal. Antes que nada eran maestros de persuasión, oratoria y elocuencia. Algunos sofistas presumían de poder convencer a cualquier persona de cualquier cosa, no importa lo absurda que pudiera parecer de entrada, para acto seguido, una vez rendido el público a sus argumentos, pasar a defender con la misma persuasión y determinación la postura diametralmente opuesta. Para ello se valían de ciertos juegos de palabras y de argumentos lógicos aparentemente válidos, pero que encerraban sutiles errores difíciles de detectar mediante los cuales embaucaban a la audiencia. Desde entonces a este tipo de argumentos falaces se les conoce con el nombre de sofismas y, tras las feroces críticas de que fueron objeto por parte de Sócrates y, sobre todo, de Platón, la palabra "sofista" se empezó a utilizar poco menos que como un sinónimo de "embaucador". Sin embargo, los sofistas no eran personas sin principios ni simples malabaristas del lenguaje. Defendían honestamente una doctrina relativista. La mayoría de los sofistas eran extranjeros de paso por las distintas polis, ya que iban llevando sus enseñanzas de unas ciudades a otras, por lo que carecían de derecho al voto. El estar continuamente viajando les ponía directamente en contacto con leyes y costumbres muy diferentes, de forma que lo que en un lugar estaba permitido en otro estaba prohibido y lo que aquí era alabado allá era censurado. Se convencieron así de que las normas de conducta no se basan en principios de orden natural sino, más bien, en la pura convención. "Bueno" es aquello que nuestra sociedad ha acordado establecer como tal por consenso o por obediencia a un líder. Por tanto, preparaban a sus alumnos en el arte de hacer prevalecer por la persuasión el orden de cosas que ellos consideraran preferible, no importa cuál fuera, ya que ninguno era objetivamente mejor que los demás.

Todo lo que guarda relación con la palabra se coloca en astrología bajo el dominio de Mercurio, planeta regente del signo de Géminis. Hay numerosos puntos de contacto entre lo que los manuales de historia de la filosofía dicen de los sofistas y lo que los manuales de introducción a la astrología dicen de los nativos de Géminis. Unos y otros son aficionados a los juegos de palabras, tienen sentido del humor (muchos sofismas eran simplemente chistes), no les preocupa demasiado la rigurosa veracidad de lo que dicen, se interesan por las cuestiones más variadas, saben de todo, van constantemente de un lado a otro, prefieren el contacto con jóvenes y adolescentes, les interesan los asuntos humanos y sociales, el contraste de pareceres, la contraposición de ideas y argumentos, son buenos abogados y de réplica rápida, llevan noticias de unos lugares a otros y cambian de posición con facilidad. Son buenos embajadores (muchos sofistas actuaron de hecho como tales) y excelentes diplomáticos.

El panorama filosófico griego inmediatamente anterior a la eclosión de los sofistas había estado dominado por la reflexión acerca de la naturaleza y los principios últimos que la constituyen. Eran temáticas más afines al signo de Tauro, que es también el que precede a Géminis en el zodíaco. Por eso algunos historiadores califican este cambio de intereses como un giro antropológico. Aunque algunos filósofos, como Demócrito, siguen haciendo filosofía de la naturaleza, la mayor parte de sus contemporáneos cultos prefieren centrarse en los asuntos humanos: la educación, la organización de la polis, la retórica, la poesía, el derecho y la convivencia. Este humanismo es característico no sólo de períodos en los que, por las razones que sea, los arquetipos geminianos dominan la escena, sino también de los momentos en que se percibe nítidamente la huella de los otros dos signos de aire. Del mismo modo, los giros antropológicos suelen tener lugar inmediatamente después de un período en el que dominaba el estilo propio de alguno de los tres signos de tierra. Ya iremos viendo otros ejemplos de esto.


Saludos.

martes, 17 de noviembre de 2009

¿y si la astrología no existiera...?


La idea más básica de la astrología es que existe una profunda relación entre las condiciones cósmicas que nos rodean y lo que somos, lo que hacemos y lo que nos pasa; una relación que no puede ser adecuadamente descrita como una mera interacción entre fuerzas físicas, sino que entraña una dimensión espiritual o de alto nivel de conciencia. Supongamos que esta idea fuera correcta, pero que nadie hubiera pensado eso hasta ahora y, en consecuencia, nadie hubiera hecho astrología. Si de repente algún ser humano concibiera esta idea como hipótesis con la que guiarse hacia la construcción de una nueva ciencia, una "antropocosmología", ¿cuales serían los primeros pasos a dar?, ¿qué es lo que tendríamos que observar y cómo?

Tenemos, por un lado, todo el material estelar y, por el otro, todo el "material humano". Parece que todo lo que habría que hacer es vigilar los cambios que se producen en las condiciones cósmicas y ver si corren o no parejos a los cambios que se producen en las condiciones humanas. ¿Pero de qué materiales y de qué condiciones estamos hablando? La astronomía y la astrofísica actuales han catalogado tal cantidad de cuerpos nuevos y tal variedad de nuevas clases de objetos cósmicos que es humanamente imposible seguir la pista de todos sus procesos y variaciones de posición. Tampoco podemos abarcar con una sola mirada a todo el género humano y su infinita gama de comportamientos individuales y colectivos; mucho menos la vida interior de las personas, intransferible en sentido estricto. Se impone, por tanto, recortar drásticamente el proyecto para convertirlo en algo mucho más modesto. Hay que seleccionar unos pocos elementos de cada lado. ¿Y qué seleccionamos?, ¿con qué criterios? ...
¿A que no es tan fácil esto de construir la astrología desde cero? Se necesitan muchas generaciones para llevar adelante siquiera una parte de la tarea.

Con seguridad, nuestra vieja astrología no es perfecta, pero parece más práctico retomar el hilo de su línea de trabajo, aprovechar todo su saber acumulado por siglos, que tratar de empezar otra vez desde el principio. ¿Cuanto tiempo tardaríamos, por ejemplo, en darnos cuenta de que el momento del nacimiento de una persona es uno de los factores clave a tomar en consideración? ¿quién sería el primero en sospechar que dos ciclos de diferente naturaleza y duración pueden ensamblarse y proyectarse el uno en el otro, marcando el ritmo de los acontecimientos biográficos de las personas, como sucede en las progresiones secundarias y direcciones terciarias? Y así con todo lo demás. Y esto lo hicieron sabiendo mucha menos astronomía que nosotros y con una precariedad de medios técnicos que les exigía una multiplicación de esfuerzos y una importante inversión en tiempo de cálculos.

Con todo lo que sabemos ahora, con el desarrollo de la astronomía, de la tecnología informática, de la metodología estadística, de la historiografía, de las ciencias humanas y sociales, de la psicología, ... sería no sé si irresponsable, pero al menos sí bastante triste limitarse a mantener el viejo edificio astrológico en el mismo estado (de deterioro, en parte) en que nos lo encontramos. ¿Qué hubieran hecho Ptolomeo, Regiomontano, Morin y tantos otros si hubieran tenido la oportunidad de manejar un ordenador equipado con los mejores programas de cálculos astrológicos?, ¿si hubieran podido acceder en cuestión de segundos a bases de datos con miles de cartas sobre las que realizar comprobaciones? ¿si hubieran podido comunicarse con los mejores astrólogos de su tiempo radicados en otros paises a través de e-mail, chat o web-cam? Creo que ellos serían los primeros en animarnos a aprovechar todas estas posibilidades para impulsar la astrología hacia una nueva dimensión, usando el saber astrológico tradicional como trampolín.



domingo, 15 de noviembre de 2009

Mi carta no soy yo... ¡pero cómo se me parece!








En la entrada con la que inauguré este blog decía que una de las razones por las que mucha gente encuentra tan irresistible la lectura de los horóscopos de prensa es porque es la única sección del periódico que habla de ellos mismos. Todos sabemos, y los astrólogos antes que nadie, que eso no es verdad. Cualquier noticia económica o política de cierto calado tendrá más repercusiones reales en la vida del lector medio que cualquier cosa que le prometa su horóscopo del día, pero se trata de "repercusiones genéricas", de cosas que afectan a todo el mundo o a amplios colectivos y que, por eso mismo, le hacen sentir aún más agudamente su disolución en la masa anónima, su escasa relevancia en la toma de decisiones. El horóscopo seduce a sus lectores haciéndoles sentir que se dirige a ellos como individuos, con un mensaje específico para cada uno. En realidad el mensaje es el mismo para todos los nativos del mismo signo. Por eso los "astrólogos serios" insisten en que es necesario levantar la carta astral completa, que es única para cada individuo. Se suele decir esto, pero tampoco es totalmente cierto. No es muy común que dos personas nazcan en el mismo sitio, el mismo día y exactamente a la misma hora, pero tampoco es imposible, a veces ocurre, y en ese caso las dos personas tienen exactamente la misma carta astral. Son "gemelos ante los astros", pero, obviamente, no son la misma persona. De ahí se sigue que en la carta astral no está ni puede estar reflejado todo lo que uno es.

Por otra parte, no todo el mundo se siente tan feliz cuando desde la astrología se les intenta adjudicar una identidad prefabricada. Algunos protestan, con razón, contra las etiquetas y los estereotipos con los cuales muchos aficionados a la astrología intentan ahorrarse el esfuerzo de conocerles en su especificidad única. Por no hablar de los que usan los tópicos de la astrología como armas arrojadizas para sacar ventaja en las batallas dialécticas: "estás equivocado, tu aspecto mercurio-neptuno no te deja ver con claridad", "ese marte en el ascendente te hace tan egoísta", etcétera.

Entonces, ¿en qué quedamos?, ¿la astrología nos brinda una identidad o nos la escamotea? Pues ni lo uno ni lo otro. Tenemos un modo de ser, en parte bastante estable y en parte cambiante. La astrología puede ser utilizada para enfocar la percepción de nuestro modo de ser y de nuestro modo de evolucionar con más claridad, dirigiendo la atención hacia los aspectos clave y sugiriendo modelos dinámicos de lo que puede estar pasando. Stephen Arroyo, que fue psicólogo antes que astrólogo y ahora compagina ambas actividades, asegura que los procesos terapéuticos se aceleran considerablemente cuando toma en cuenta la información astrológica relativa a sus clientes. Los problemas se identifican antes y se resuelven en menos tiempo y con menos sufrimiento. Podemos ver la carta como una lente o una fuente de luz que dirigida sobre la persona que nació con ella nos ayuda a percibirla y comprenderla mejor. Pero si fijamos la atención en la carta en lugar de hacerlo en la persona, la carta se convertirá en un obstáculo y la persona se sentirá desplazada e ignorada.

Saludos.