jueves, 16 de febrero de 2012

Existencia auténtica e inauténtica y astrología



El filósofo alemán G. W. F. Hegel (1770 - 1831) escribió lo siguiente:
"Si llamamos saber al concepto, y esencia o verdad al ente o al objeto, entonces la prueba consiste en examinar si el concepto se corresponde con el objeto. Pero si denominamos esencia o el en-sí del objeto al concepto, (...) entonces la prueba consiste en averiguar si el objeto corresponde a su concepto."
La primera parte del texto citado se aproxima a la teoría de la verdad como correspondencia, anticipada por Aristóteles y desarrollada en el siglo XX por Austin y Tarski, entre otros. Cuando alguien escucha por primera vez la famosa fórmula de Tarski:
(1) 'la nieve es blanca' es una proposición verdadera si y sólo si la nieve es blanca
puede que le cueste decidir si se trata de una broma, una perogrullada o una pedantería. Esto parece tan obvio para quien enfoca las cosas con "sentido común" que parece totalmente innecesario decirlo, hasta el punto de que da la impresión de que Tarski no ha dicho absolutamente nada. Da esa impresión porque tendemos a perder de vista las comillas, a leer
(2) la nieve es blanca si la nieve es blanca
lo cual es, en efecto, una tautología. Pero lo que Tarski está tratando de mostrar es que para que podamos considerar verdadero un enunciado tiene que haber en el mundo algo que se corresponda con su significado, que el término 'nieve' debe nombrar con precisión un objeto de nuestra experiencia sensorial y que ese objeto debe aparecer ante nosotros como algo de color blanco. El discurso verdadero debe mantener una relación de adecuación material con su correspondiente objeto en el mundo. Las cosas, los objetos, los hechos, los sucesos, lo dado, deben constituir el referente principal que guíe un discurso verdadero. El mundo es como es y quien busque la verdad debe limitarse a describirlo tal como se lo encuentra.

La segunda parte de la cita de Hegel nos muestra, sin embargo, un enfoque alternativo. No es el concepto el que debe adecuarse al objeto, sino, al contrario, el objeto el que debe esforzarse en realizar el concepto. Este punto de vista supone la culminación de la Teoría platónica de las Ideas, según la cual sólo las Ideas son verdaderamente reales, mientras que los objetos de nuestra experiencia sensorial no son más que sombras o copias imperfectas de las Ideas que les sirven de modelo. Describir el mundo tal como se nos aparece es describir apariencias engañosas. Quien busque la verdad debe guiarse por la luz de la razón, no por los sentidos; debe contemplar las Ideas perfectas, eternas, inmutables, el Ser en sí, el Bien en sí, la Belleza en sí, la Verdad en sí, no los hechos cambiantes y confusos, ni los objetos imperfectos y corruptibles, ni los seres naturales vacilantes y perecederos.

El primer punto de vista es básicamente conservador, rutinario, burócrata. El segundo punto de vista encierra un potencial creativo y revolucionario; es el que Marx, hegeliano de izquierdas, adoptó cuando escribió en sus Once tesis sobre Feuerbach:
Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.
Es, también, el que, desde posiciones políticas muy alejadas del marxismo, preconizaron Nietzsche y Heidegger; el primero al sostener que verdadero es todo aquello que contribuye a reafirmar la vida y el sentimiento de poder y que el superhombre es un creador de valores; el segundo con su teoría del arte como "puesta por obra de la verdad" y su defensa de una existencia auténtica, en la que el hombre se toma a sí mismo como punto de partida, frente a una existencia inauténtica que se limita a acomodarse al mundo.

Desde la perspectiva de Heidegger, lo que John Frawley ha calificado de "verdadera astrología" (básicamente la astrología clásica predictiva) sería una astrologia al servicio de una existencia inauténtica, porque se limita a la consideración de los hechos exteriores a cuya merced queda el individuo; por el contrario, una astrología al servicio de una existencia auténtica sería aquella que tratara de estimular las posibilidades creativas de la persona, que la ayudara a encontrarse a sí misma para, a partir de ahí, forjar conscientemente su propio destino. Esto último es lo que, con mayor o menor profundidad o acierto, tratan de hacer las diversas escuelas de corrientes humanistas en la astrología moderna.

Robert Hand comenzó estudiando estos enfoques humanistas y psicológicos de la astrología hasta que, más tarde, descubrió la astrología más tradicional y modificó profundamente sus hábitos de trabajo. Dice Hand:
El lenguaje de la astrología moderna del siglo XX está tan depauperado que no puede decir las cosas claramente. Es confuso, desenfocado y simplista. (...) Podrá ser correcto o no, pero desde la perspectiva de la astrología como lenguaje, el lenguaje de la astrología tradicional es más articulado, más preciso y claro. La prueba es que en la astrología moderna, como la practica mucha gente, ni siquiera se puede decir si algo funciona o no. Se podría decir algo, pero no claramente. En la astrología medieval se puede ser preciso. (Entrevista a Robert Hand, en The Mountain Astrologer, nº 140, 2008)
En efecto, los textos clásicos de astrología presentan contornos más claramente definidos, son más coloristas, más pintorescos, más vívidos, más concretos. En cierto modo, se parecen a edificios antiguos que, comparados con una construcción moderna, resultan más hermosos, más señoriales, más grandes, más artísticos, mejor diseñados y adornados. Pero, a pesar de ello, no siempre son más fáciles de entender. A menudo contienen multitud de reglas arbitrarias difíciles de integrar y aplicar, contradicciones entre diferentes autores, justificaciones confusas o ausentes y afirmaciones dogmáticas que no resisten la más ligera comprobación empírica. La tradición astrológica no es venerable simplemente por ser antigua, porque hay errores muy viejos y persistentes y porque la astrología que ahora es moderna será antigua -aunque no necesariamente clásica- con el simple paso del tiempo. Por otra parte, la astrología moderna no se opone a la antigua, de la que depende en sus elementos esenciales; la astrología moderna quedaría en nada si la despojáramos por completo de los recursos básicos que ha tomado de la astrología tradicional (signos, casas, aspectos, dignidades, revoluciones, progresiones, tránsitos).

Posiblemente algunos textos modernos de astrología psicológica y humanista adolecen de los defectos que les señala Hand, pero en su intención está ayudar a crecer o a realizarse como persona, mientras que un enfoque fatalista de la astrología tiene, más bien, el efecto contrario de empequeñecer o anular a la persona, llevándola, en casos extremos, a desarrollar sentimientos de auténtico terror ante la perspectiva de la intervención sin control de planetas maléficos y aspectos nefastos en su vida en un futuro próximo.

Retomando las dos partes de la cita de Hegel, podemos preguntarnos en qué consiste una lectura verdadera de una carta natal. Desde el primer punto de vista, una interpretación será verdadera si se ajusta a la realidad de la persona, si describe correctamente su aspecto físico, su temperamento o estilo de comportamiento, sus preferencias, sus inclinaciones, etcétera, y si los acontecimientos más destacados de su biografía son localizados adecuadamente en el tiempo y según su naturaleza. Si no es así, aunque la interpretación sea correcta desde el punto de vista de la ortodoxia formal, la lectura será falsa, porque los hechos -que aquí tienen la última palabra- no la corroboran. Desde el segundo punto de vista, el hecho de que la realidad actual y pretérita de la persona se ajuste más o menos al patrón de la carta natal es secundario. Lo importante es la idealidad que su carta natal representa. En ella podemos rastrear las líneas maestras de lo que puede conducir a la persona a llevar una existencia auténtica, a realizar lo que interiormente está llamada a ser, a participar en la configuración de su propio destino, de forma que no sea vivido como fatalidad ciega y cruel impuesta desde fuera por potencias extrañas, sino como el desarrollo natural de aquellas tendencias que habitan en su interior y que la harán feliz al desplegarlas consciente y voluntariamente, porque responden a sus verdaderas necesidades internas. Si no es así, si la persona se siente más confusa o desdichada como consecuencia de nuestra lectura, más incapaz de hacerse cargo de su propia existencia, más a merced del mundo que la rodea, nuestra interpretación se habrá asociado a las fuerzas que contribuyen a diseñar una existencia inauténtica.

© 2012, Julián García Vara

2 comentarios:

  1. Hola que tal, sólo para comentarte que la cita que pones como de Marx y Engels, es solamente de Marx y la escribe en las tesis en contra de Feuerbach,

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    1. Pues tienes razón, citaba de memoria y ya veo que de mala memoria. De todas formas, la idea es la misma independientemente de que proceda de un autor o de otro o aparezca en un texto o en otro. Gracias por la puntualización, ya lo estoy corrigiendo.

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