viernes, 29 de junio de 2012

La predicción del matrimonio

Direcciones simbólicas, VII

Príncipe Alberto y Reina Victoria de Inglaterra

La predicción del matrimonio con direcciones simbólicas, según Charles E. O. Carter*


Una de la ventajas de los sistemas que hemos explicado es que muchos problemas de la Astrología Predictiva pueden reducirse, por medio de ellos, a reglas mucho más definidas que las usadas hasta ahora. Por ejemplo, la Astrología tradicional da muchas direcciones como características del matrimonio, tales como buenas direcciones entre los ángulos y Venus, o el Sol o la Luna y los planetas. Estas son válidas hasta donde alcanzan, y pueden ser más útiles empleadas como un complemento de nuestros métodos. Pero son demasiado heterogéneas para usarlas, por sí solas, con seguridad.

Nuestro propósito es demostrar que la medida de un grado por año -la más simple y básica de todos los sistemas- proporciona una guía valiosa para la solución correcta de nuestro problema.

En primer lugar, por supuesto, es necesario considerar cuidadosamente las indicaciones de la carta radical.

En relación con el matrimonio, podemos clasificar  los mapas natales en cuatro categorías:
  1. Matrimonios tempranos, aproximadamente entre los 19 y los 25 años. En estos casos la casa 7 estará configurada favorablemente. Los buenos aspectos del Sol, Venus, Marte o Júpiter al regente de la casa 7, a los planetas situados en ella o al grado en su cúspide aceleran mucho el matrimonio.
  2. Matrimonios entre los 25 y los 30 años, en los que solemos encontrar alguna actuación de Saturno afectando la casa 7. Incluso bien configurado, Saturno retrasa el matrimonio. 
  3. Matrimonios tardíos, de los 30 en adelante, en los que encontraremos aflicciones severas de la casa 7.
  4. Mapas que no prometen matrimonio de ninguna manera, en los que normalmente encontraremos el Sol (en nacimientos femeninos) o la Luna (en nacimientos masculinos) estrechamente configurados con Saturno.
Venus afligido por Saturno puede retrasar el matrimonio, pero no lo impide necesariamente. Aflicciones violentas a la casa 7 indican experiencias variadas y posiblemente trágicas, pero no implican celibato.

Una vez clasificado nuestro horóscopo de acuerdo con los criterios anteriores, dirigiremos nuestra atención a Venus, que es, en ambos sexos, el principal indicador del matrimonio considerado como un acto de cooperación o unión.

Nuestra regla general es que el matrimonio tendrá lugar cuando Venus, por la medida de un grado, forme un aspecto al regente, ocupante o cúspide de la séptima casa; o reciba un aspecto de alguno de ellos.

El matrimonio puede adelantarse por uno o dos años si, durante la formación del aspecto anterior pero antes de alcanzar el punto de aspecto exacto, Venus forma algún otro aspecto favorable al matrimonio.

Como de costumbre, si en un mapa que promete matrimonio temprano no podemos encontrar un buen aspecto entre Venus y el regente, ocupante o cúspide de la casa 7, debido a su ubicación radical, entonces podemos mirar aspectos formados por Venus al Sol o (con menos frecuencia) a Júpiter, o bien por éstos a Venus.

No deberíamos preocuparnos demasiado por las malas direcciones coincidentes que comúnmente ocurren, especialmente las oposiciones. El matrimonio es un tiempo de reajuste y, sin ser cínicos, podemos decir que frecuentemente de tensión y stress. En tales circunstancias no es raro encontrar una o dos oposiciones.


Consideremos algunos ejemplos bien comprobados:

1. Como caso de matrimonio temprano podemos citar el de la Reina Victoria, quien se casó con el Príncipe Consorte a los 20 ¾ años.



Podemos esperar un matrimonio temprano por Júpiter, regente de la casa 7, en sextil con Marte.

Añadiendo  20 ¾º a Venus avanzamos hasta  17 ¾º de Tauro, ¾º después de la cuadratura con Júpiter. Si añadimos  20 ¾º a la cúspide de la casa 7, ésta se sitúa exactamente en trígono con Venus. Urano, al que en este mapa podemos conceder alguna relevancia en la casa 7, recibe una oposición del Sol.

En el horóscopo del Príncipe Consorte, que se casó a los 20 ½, encontramos a Saturno, que estaba en casa 7 natal, avanzando por dirección hasta ½º antes del punto exacto de trígono a Venus. Júpiter, regente de la casa 7, está cerca del trígono con la Luna, la Luna en sextil al regente del ascendente, y la cúspide de la casa 7 recibe buenos aspectos.



En esta natividad Saturno tiene una mezcla de efectos de las casas 7 y 8. Los magníficos aspectos de Venus indican matrimonio temprano.


En el mapa del rey Eduardo VII el sextil de Venus en Libra con el regente del ascendente tiene el mismo significado; él se casó poco después de los 21. La Luna, regente parcial de la casa 7, rebasaba en 1º el punto de conjunción con Venus. La cúspide de la casa 7 formaba una cerrada cuadratura con Venus.




En el mapa de la duquesa de York** Venus está en trígono exacto con Júpiter en la casa 7.
** Carter se refiere a la Reina Madre Isabel (Queen Mother Elizabeth), pero no incluye en su libro ni los datos natales ni el gráfico de la carta natal. De hecho, todos los gráficos de mapas natales incluidos en esta traducción los he añadido yo, pues ninguno de ellos aparece en la edición original. En la base de datos de Astrodienst se incluye una  carta natal de la Reina Madre Isabel clasificada como Dirty Data (datos muy poco confiables), que, evidentemente, no es la que utilizó Carter, ya que en la versión de Astrodienst ni Venus ni Júpiter están en la casa 7.


2. El matrimonio tardío está indicado en el mapa del rey Jorge por Saturno en casa 7, aunque exaltado y bien aspectado. La dirección Sol sextil Venus es exacta, y la sesquicuadratura Venus-Saturno está a sólo 1º del punto exacto. La Luna sobre la cúspide de la casa 7 hace trígono a Urano, muy exacto en el tiempo -pero esto queda fuera de nuestra regla y lo mencionamos sólo incidentalmente.


El mapa de la reina María muestra a Venus en conjunción exacta con Mercurio, regente parcial de la casa 7.


Como un ejemplo más de esta clase, puedo citar el caso de un hombre, nacido en Yorkshire, el 17 de octubre de 1887, con  11º de Escorpio ascendiendo. Tenía Neptuno en casa 7, en quincuncio a la Luna, y Venus débil en Virgo. Además, la Luna después del sextil de Marte, tiene la cuadratura de Saturno en Leo.



Se casó justo después del estallido de la Gran Guerra, y, siendo un reservista, marchó al extranjero al día siguiente y lo mataron sobre el Aisne. Tenía entonces 27 años.

Aquí el regente de la casa 7 es la misma Venus, que está también cerca del trígono con Neptuno, el cual ocupa esa casa, y no forma ningún aspecto en su juventud, excepto una más bien débil sesquicuadratura a los 24 ½. Lo mismo sucede entre la cúspide de la casa 7 y Venus. Podemos entonces mirar Venus y el Sol, y encontramos que éste llega al sextil exacto a los 27. Hacia el mismo tiempo el regente de la casa 1, Marte, hace trígono con Neptuno.

El duque de York [Jorge VI de Inglaterra] se casó poco después de los 27. Venus, en su nacimiento, estaba en Escorpio, en cuadratura con Júpiter y a sólo 9 grados de Saturno, de manera que deberíamos clasificar este caso como un matrimonio algo tardío.




Tenemos Júpiter sextil Venus y Marte, regente de la casa 7, en trígono a la cúspide de la casa 7, ambos exactos, mientras que Venus está en biquintil a la cúspide de la casa 7, 1º de margen. La Luna está en conjunción exacta con el Sol y el ascendente en conjunción exacta con la Luna, ambos por dirección de un-grado. No podemos pasar por alto indicaciones tan claras y poderosas como éstas.


Indicaciones duodenarias

Tomando solamente Venus, encontramos:-


Es interesante observar que encontrar las nueve direcciones duodenarias enumeradas más arriba me llevó menos de un cuarto de hora. Un trabajo semejante por medio de algún método astronómico tomaría un tiempo considerablemente mayor (en el caso de las Primarias casi indefinido), y aquellos que ignoran o atacan los métodos simbólicos tendrán dificultades para encontrar resultados tan consistentes como éstos.

Además del matrimonio considerado como un pacto legal y una unión entre dos personas para los fines generales de la vida, no debemos dejar de mencionar el aspecto físico del contrato; pero para la información de los versados en astrología bastará con puntualizar que esto viene generalmente indicado con claridad por los aspectos que se forman entre las casas 5 y 7, es decir, entre sus regentes, ocupantes o cúspides. Un aspecto fuerte de este tipo se hallará normalmente coincidiendo con el matrimonio. Esto constituye una comprobación adicional para el pronóstico del matrimonio.

© 2012, Julián García Vara, por la traducción
__________________________________________

* El texto de esta entrada constituye la traducción íntegra del capítulo 3 del libro Symbolic Directions in Modern Astrology de Charles E. O. Carter. 

miércoles, 13 de junio de 2012

Las mejores claves de dirección

Direcciones simbólicas, VI


¿Cuáles son las mejores claves para trabajar con direcciones simbólicas? ¿Las fraccionarias de Carter? ¿Las multiclaves de Raitzin? ¿Mis propias claves armónicas? Y dentro de cada uno de estos grupos ¿cuáles son las más poderosas? Dado el elevadísimo número de claves diferentes de dirección que pueden ser aplicadas al estudio de cualquier suceso, no es realista esperar que la experiencia de una sola persona sea nunca suficiente para dar una respuesta cabal a todas estas preguntas. Sin embargo, disponemos de algunos criterios lógico-matemáticos que pueden ayudarnos a ensayar una respuesta provisional con razonables probabilidades de aproximación a la realidad.

Al final del artículo titulado Direcciones de clave armónica introduje la noción de armodina como unidad de medida de la fuerza relativa de cada una de las divisiones del círculo por un número entero. Puesto que cada una de estas divisiones genera una clave de dirección diferente, conocer la potencia que corresponde a cada división armónica nos puede servir para ordenar las diferentes claves de dirección según su intensidad. Para ello propuse dos criterios lógico-matemáticos que permiten adjudicar a priori valores concretos a cada clave: (1) contabilizar el número de divisores de cada clave y (2) contabilizar el número de pares de claves cuya diferencia relativa de movimiento es la misma que hay entre el rádix y cada una de las claves.

Curiosamente, aunque cada uno de estos criterios mide una propiedad diferente, la jerarquía de claves que resulta de cada uno de ellos por separado es muy similar.

Estos criterios no son, desde luego, los únicos posibles. En el mismo artículo mencionado más arriba ya sugerí otros y, desde luego, no agoté la cuestión. Puede discutirse si los dos criterios que he seleccionado para este artículo son o no los más apropiados para hacer un balance general de los diferentes sistemas de direcciones simbólicas que he presentado hasta ahora. Si los he escogido es porque personalmente los encuentro más razonables que los otros, pero comprendo que otras personas puedan no estar de acuerdo conmigo en esto. En todo caso, aquí me ocuparé sólo de comparar sistemas de claves con arreglo a estos dos criterios.


Revisión de las multiclaves de Raitzin y Kores


Considerando las 21 primeras claves de la serie Spicasc, desde la llamada clave 0 hasta la XX inclusive, encontramos valores que oscilan entre 9 y 36 armodinas del tipo divisores y entre 13 y 113 armodinas de equivalencia de pares . El total de armodinas/divisores acumuladas por esta serie es de 477, lo que arroja un promedio de 22,7 armodinas por clave. En cuanto a las armodinas de equivalencia de pares se elevan hasta 1058, con un promedio de 50,4 por clave.

Contabilizando las 20 primeras claves de la serie Numeha, podemos comprobar que aparecen claramente divididas en dos grupos. Uno incluye las claves VI, XI, XIII, XVI y XX, todas y cada una de las cuales tienen 24 armodinas/divisores y 68 armodinas de equivalencia de pares. El otro incluye el resto, con 12 armodinas/divisores y 23 armodinas de equivalencia de pares por clave. Los totales acumulados ascienden a 300 y 685 armodinas respectivamente, con promedios de 15 y 34,3 por clave.

Finalmente, la serie Siriumc, desde la I hasta la XL, oscila entre 6 y 18 armodinas/divisores y entre 8 y 38 armodinas de equivalencia de pares, con promedios de 7,9 y 13 respectivamente.

Los siguientes gráficos dan una idea visual precisa de la distribución de armodinas en las distintas series de multiclaves, comparando las 20 primeras de cada una. Dado que el número de claves de la serie Siriumc es el doble que el de las otras dos, para hacerlas directamente comparables se ha dividido la serie Siriumc en dos, incluyendo en un grupo las 20 primeras claves pares y en el otro las 20 primeras claves impares.


La serie Spicasc se muestra, pues, en conjunto, como la más potente en relación a las otras dos y la Siriumc como la más débil. Pero ya hemos advertido que estas tres series representan tan sólo 1/27 del total de las claves armónicas utilizables en direcciones simbólicas. ¿Qué lugar ocupan en el conjunto total? Se puede apreciar el peso específico relativo de cada una de las claves armónicas de manera intuitiva consultando la tabla completa de armodinas suministrada con el programa Direcciones simbólicas de clave armónica. Para hacernos una primera idea, digamos que, dentro del rango ocupado por las multiclaves analizadas, es decir, entre la clave armónica 36 (Spicasc 0) y la 2196 (Spicasc XX), las armodinas de equivalencia de pares oscilan entre 2 y 122, con un promedio en torno a las 13,8. Esto significa que, en efecto, la serie Spicasc (promedio 50,4) incluye algunas de las claves más potentes, la Numeha (promedio 34,3) también es fuerte, pero menos, y la Siriumc  (promedio 13,0) está, incluso, algo por debajo de la media. Desde esta perspectiva, nos resulta más fácil entender por qué Raitzin tardó en convencerse de la eficacia de esta última serie.

Pero ya hemos detallado las razones por las que no tenemos que limitarnos a usar claves de esas tres series (véase Direcciones de clave armónica). Consideremos ahora algunos argumentos más. De todas las multiclaves en el rango especificado, la que acumula un mayor número de pares equivalentes es la clave Spicasc XVIII, es decir, la clave armónica 1980, que tiene 113 armodinas. A esta le sigue la clave Spicasc XIII o de Carter, que es la clave armónica 1440 y tiene 83 armodinas, y en tercer lugar aparecen 7 claves con 68 armodinas. Pues bien, la clave armónica 1680, que no forma parte de las multiclaves de Spicasc, tiene 122 armodinas, 9 más que la más potente de Spicasc. Otras dos claves armónicas, la 1260 y la 2100, igualan las 113 armodinas del máximo valor Spicasc. Con 95 armodinas, es decir, 12 más que el segundo valor Spicasc, tenemos 8 claves armónicas ajenas a su sistema, las que hacen los números 840, 1320, 1560, 1848, 1890, 2040, 2160 y 2184. Y otra clave armónica más, la 1800, supera en 5 armodinas a la clave de Carter, y la 2016 la iguala. El tercer valor de las series de multiclaves, el de 68 armodinas, es superado por las 74 armodinas de las claves armónicas 1080 y 1512, e igualado por otras 28 claves armónicas. Todo esto significa que hay 43 claves armónicas que igualan o superan en armodinas a las 9 multiclaves más poderosas de las tres series de Raitzin juntas. Dicho de otra manera, aunque en las redes de las multiclaves, especialmente en la primera de sus series, quedó atrapada una importante colección de claves armónicas poderosas, escaparon, no obstante, más del 80 por ciento de los “peces gordos”. A la luz de estos datos, parece que el sistema de Spicasc era, ciertamente, bastante más limitado e insuficiente de lo que él mismo creía. Parece que en algún momento Raitzin pensó que había alcanzado el sistema completo y definitivo de claves válidas, si bien en algunos textos se muestra abierto a experimentar con otras posibilidades, como, por ejemplo, la clave de Lanfranco de 11 grados por año, que ni siquiera es una clave armónica. Desde nuestra perspectiva, el número de claves potencialmente válidas se eleva un 96,3 por ciento por encima de las expectativas  de Raitzin. Sin embargo, en su favor hemos de decir que haber alcanzado un 17,3 por ciento de las claves más importantes utilizando sólo un 3,7 por ciento de las claves armónicas posibles revela, cuando menos, un buen olfato de investigador; y también hemos de reconocerle el acierto de haber contribuido, junto con Carter y otros, a abrir el proceso de búsqueda sistemática de nuevas claves de dirección. Sus procedimientos, ya lo hemos dicho, no eran lógicos. Ahora sabemos, además, que cuanto más lejos trataba de llevarlos, más débiles eran las claves a las que accedía, pues el sistema de las medias armónicas sucesivas conduce a series cada vez más alejadas de la línea de múltiplos comunes de la que tuvo la fortuna de partir. Pero lo cierto es que todas las ciencias, incluso las reputadas como más rigurosas, han avanzado no sólo a base de hipótesis construidas con razonamientos formales bien trazados y experimentación controlada, sino también, y en no despreciable medida, por medio de tanteos, corazonadas, casualidades e incluso errores afortunados.


Revisión de las claves fraccionarias de Carter


En cuanto a las claves de Carter, se pueden dividir en dos grupos. En primer lugar, las claves que recogió de la tradición o de otros astrólogos contemporáneos, junto con otras añadidas por su cuenta, siguiendo criterios heterogéneos. En segundo lugar, las claves que derivó de la medida de un grado por año, mediante sucesivas divisiones de los arcos de dirección en mitades, tercios, cuartos, etcétera, o bien mediante multiplicaciones por otros valores fraccionarios o enteros, como 1 ½ , 1 1/3, 1 ¼, 2, etc. 

Las claves de Carter no constituyen, pues, un conjunto completo, cerrado y sistemático, sino más bien una recopilación de medidas de diverso origen, junto con el llamado método fraccionario que permite generar múltiples series de claves, partiendo de la que él consideraba como fundamental. 

De alguna manera, Carter quedó como hechizado por la elegancia y simplicidad de la ecuación simbólica “un grado = un año”, y así como el 1 es la base de todos los números naturales, consideró a esta ecuación la base de todas las claves válidas de dirección simbólica. Sin embargo, no hizo el intento de mostrar que las claves que había aceptado con anterioridad pudieran derivarse del método fraccionario. De hecho, no se derivan de la primera de sus series, la única que utilizó sistemáticamente, la de mitades de arco y derivados que registramos en la tabla incluida en El método fraccionario de Carter, aunque quizás puedan derivarse de otras series fraccionarias más rebuscadas. En realidad, “un grado = un año” significa “una revolución zodiacal = 360 años” ( 1 = 360 ), de modo que es más elegante la ecuación “una revolución zodiacal = 1 año” ( 1 = 1 ), que es la que hemos usado como base para la generación de las claves armónicas (clave 1). Una vuelta al zodíaco en un año es el movimiento simbólico de todos los planetas por nuestra primera clave armónica de dirección; pero una vuelta al zodíaco en un año es también el movimiento real del Sol; precisamente el año se define por este movimiento del Sol. De modo que, en último término, la ecuación “una revolución zodiacal = 1 año” significa ni más ni menos que “un año = un año” ¿Puede haber algo más evidente que esto?, ¿o más simple?, ¿o más básico?. Bajo mi punto de vista, ésta es la verdadera clave fundamental, y no la de un grado.

Aun así, de modo semejante a como le sucedió a Raitzin, el método escogido por Carter le condujo a un conjunto de claves ciertamente muy poderosas. Por una parte, muchas de las claves que más tarde “descubriría” Raitzin, ya Carter las había empleado y publicado muchos años antes. Así, por ejemplo, las claves armónicas 90, 144, 225, 360, 630, 900, 1170, 1440, 1710 y algunas otras. Por otra parte, al multiplicar arcos de dirección por números enteros y por las fracciones de un cuarto de grado que median entre dos enteros consecutivos, Carter tuvo la fortuna de enlazar con todas las claves armónicas múltiplos de 90, que constituyen una familia muy cargada de armodinas. Si nos limitáramos a esta serie, tendríamos que decir que, en general, las claves de Carter superan con creces la potencia de las mejores de Raitzin, pero lo cierto es que Carter también trabajó con otras claves muy débiles, como las derivadas de las fracciones de 1/16 y sus múltiplos, que ni siquiera son armónicas, aunque el propio Carter reconoció el escaso valor de estas últimas. Salvo por esta excepción, en todo lo demás Carter acertó casi siempre con las claves escogidas, a pesar de que su método de búsqueda no era el mejor de los posibles.

© 2009,2012, Julián García Vara

domingo, 3 de junio de 2012

El Rádix Dinámico

Direcciones simbólicas, V



Las expresiones "carta natal", "carta radical" y "rádix" son intercambiables y se refieren al mapa del cielo del instante del nacimiento de una persona o de cualquier entidad natural o jurídica susceptible de ser tratada como sujeto de un análisis de tipo astrológico. Normalmente se entiende que una carta de este tipo es una referencia estable, inalterable, permanente, que precisamente por ello describe los aspectos más constantes del modo de ser y del comportamiento del sujeto que nace con ella. Frente a esta carta estática tenemos un amplio conjunto de cartas alternativas que se calculan para estudiar los aspectos transitorios, ocasionales o provisionales que pueden afectar al sujeto de una carta natal en períodos específicos de su vida. Son todas aquellas definidas por las diferentes técnicas de predicción: direcciones, progresiones, revoluciones y tránsitos, fundamentalmente. Puesto que estas cartas complementarias están centradas en los procesos de cambio, podemos denominarlas en conjunto cartas dinámicas. Desde este punto de vista, la expresión "rádix dinámico" que da título a este artículo parece una contradicción en los términos y reclama, por tanto, una explicación. Desde aquí hasta el final intentaré satisfacer esa exigencia.

En el artículo anterior he denominado "Direcciones de Clave Armónica" a todas las direcciones simbólicas cuya medida de movimiento se define a partir de la división del círculo por un número entero. Por lo general, esta medida de movimiento se asocia a un período anual, pero esto no es obligatorio; mi programa Direcciones simbólicas de clave armónica permite experimentar con otros periodos. Si tomamos el año como periodo de referencia, el número entero que divide al círculo en cada una de las claves será, al mismo tiempo, el número de años que necesita un punto cualquiera del rádix para retornar a su lugar de origen; nos indica, por tanto, la duración en años del ciclo asociado a cada clave. Cuanto más dura ese ciclo tanto menor es el desplazamiento anual de los planetas dirigidos. La clave armónica 21600, por ejemplo, produce un movimiento de un minuto de arco anual o un grado cada 60 años y le corresponden 72 armodinas (divisores). Con claves mucho más altas el movimiento anual sería imperceptible y la carga de armodinas mucho mayor, lo que se traduciría en una carta dirigida muy potente pero, a la vez, prácticamente indistinguible de la carta natal.


Una especulación de este tipo permite pensar en la carta radical como algo no estrictamente permanente en modo alguno, algo que no es fijo ni estático, que no se conserva más allá del instante en que ese cielo se dio, ni siquiera como una huella en el nativo. Lo que queda, lo que sigue actuando, lo que creemos reconocer y confundimos con la carta radical, son estos ciclos direccionales tan lentos y cargados de armodinas que, en la práctica, no llegan a moverse lo suficiente como para que podamos discernirlos del rádix  ni admiten competencia de los ciclos rápidos con muchas menos armodinas.

Puede parecer ociosa una puntualización como ésta que, a fin de cuentas, carece de repercusiones observables. Si una carta radical inmóvil es indiscernible de otra con un movimiento menor que la unidad más pequeña que somos capaces de medir, entonces, a todos los efectos prácticos, ambas cartas son la misma. Sin embargo, desde un punto de vista teórico, el modelo dinámico vibracional de la carta radical puede explicar muchas cosas que, desde el modelo estático permanecen como misterios impenetrables. Una de ellas es la existencia misma de las direcciones simbólicas y su efectividad, incomprensible si pensamos en la carta radical como algo que sólo permanece en un estado, el inicial, pero perfectamente lógica si entendemos que el estado inicial es sólo el punto de origen de una serie de cadenas vibratorias que interactúan  entre sí. Dicho de otro modo, si la carta radical, contraviniendo todas las leyes de la naturaleza, permaneciera inalterable de una vez para siempre, entonces no podría girar ni desplazarse por la eclíptica a los ritmos marcados por las claves direccionales, ni de ninguna otra forma. No podría haber direcciones simbólicas. Pero una carta radical que sólo sea el impulso inicial de una serie de ciclos que se desplazan a través del tiempo de la misma manera que las ondas lo hacen a través del espacio o de un medio elástico, puede explicar a plena satisfacción la existencia simultánea de tantas réplicas desplazadas de la carta radical como claves direccionales haya. Y nótese que esa colección de variantes giradas de la carta radical ha de estar presente para que puedan establecerse aspectos entre ellas y que las direcciones simbólicas consisten, precisamente, en establecer esos aspectos. Si esta suposición es acertada, entonces las direcciones simbólicas no se aplican realmente sobre la carta radical, sino sobre otra carta dirigida a una velocidad tan lenta que la deja más cerca de la carta radical que la unidad de medida más pequeña que somos capaces de distinguir significativamente. Y si admitimos esto, es decir, que las direcciones simbólicas consisten en fenómenos de resonancia entre dos o más ciclos-onda, originados ambos en un mismo rádix, pero rigurosamente separados ya de él, entonces se sigue como consecuencia que dos claves direccionales cualesquiera pueden actuar la una sobre la otra, tal como postulamos al introducir el concepto de equivalencia de pares.

Otro de los profundos misterios que, desde el enfoque dinámico del rádix, puede empezar a dejar de serlo es el de cómo se explica que las cartas radicales sigan siendo eficaces mucho tiempo después de fallecida la persona con la cual nacieron. O cómo es que las cartas radicales de naciones siguen funcionando mucho después de que se haya extinguido el último de sus fundadores. Me refiero, en ambos casos, a que siguen respondiendo a tránsitos y otras técnicas de prognosis. Puede alegarse que precisamente esto encaja muy bien con un modelo estático, según el cual el radix permanece inalterado a través de los siglos. Pero ¿qué es lo que permanece y dónde permanece? Si decimos que la carta astral es una impronta o huella que el cielo natal deja sobre la persona, con la muerte de ésta se borraría esa huella. Si decimos que se conserva en la memoria de las gentes que conocieron al nativo, tal huella estaría profundamente distorsionada por las diferencias de opinión y las limitaciones de percepción de las distintas personas, además de que, de todas formas, sólo retrasaría su extinción una generación más. Lo que permanece, por tanto, no debe ser una simple huella, ni tampoco puede permanecer alojado en el organismo o la conciencia del nativo. Sólo algo más permanente que eso, como una conciencia universal o una malla cósmica, podría retener la vibración dinámica de ese impulso inicial. Cuando arrojamos una piedra a un estanque, el impacto genera una onda que mantendría su expansión aun cuando la piedra se desintegrase inmediatamente después. De forma análoga, una serie de ondas generadas en el universo por el nacimiento de alguien o de algo, sobrevivirían a su sujeto. Si algunas de estas ondas son de una amplitud tal que las involucra en procesos cíclicos extremadamente lentos, podrán participar en fenómenos de resonancia mucho tiempo después del evento que les dio origen, en una escala que supera ampliamente el ciclo vital de una persona o de una generación y, además, en una frecuencia muy similar a la propia del estado celeste inicial. Es decir, se comportarán prácticamente del mismo modo que lo haría una carta radical estática sensible a las variaciones del medio cósmico, pero sin ocasionar las perplejidades a que el modelo estático da lugar. La aparente estabilidad de la carta radical sería también comparable a la persistencia de algunas estrellas fijas después de su extinción. Una vez apagada una estrella, todavía la vemos en el cielo durante tanto tiempo como añoz-luz nos separaban de ella.

Estructura galáctica del rádix dinámico


Los planetas del sistema solar tienen periodos diferentes debido, fundamentalmente, al distinto radio de sus órbitas. Lo que hace que algunos planetas empleen bastante más tiempo que otros en completar una revolución en torno al Sol no es que sus velocidades sean más lentas, sino que tienen que recorrer un círculo más amplio. Así como la amplitud de una órbita planetaria determina su velocidad relativa, medida en grados, inversamente, a partir de su velocidad relativa podemos deducir el radio de su órbita.

Hemos visto que las direcciones simbólicas de clave armónica hacen girar la carta radical a velocidades distintas, según la clave de dirección de que se trate. Podemos entonces representar una secuencia de giros radicales, conforme a una serie de claves de dirección consecutivas, valiéndonos de diversas órbitas concéntricas. Es decir, puesto que la clave armónica 1 es la que mueve la carta a mayor velocidad, le corresponde la órbita de menor radio o más interna. Envolviendo a ésta, tendríamos las posiciones dirigidas de los planetas según la clave armónica 2, para un momento dado. Una tercera órbita albergaría las direcciones de clave armónica 3, y así indefinidamente.

Si nos atenemos estrictamente a las velocidades de giro, las distancias que separarían entre sí dos órbitas consecutivas de las más internas serían considerablemente mayores que en el caso de las órbitas más alejadas del centro. Estas últimas llegarían a estar prácticamente superpuestas, hasta diferenciarse muy poco o nada de la carta radical. No obstante, cuando ensayamos la tarea de representar gráficamente un elevado conjunto de estados direccionales simultáneos por el procedimiento de las órbitas concéntricas, resulta poco práctico y un desperdicio de espacio respetar la escala de las distancias orbitales. Por eso en la figura a hemos comprimido al máximo el espacio interorbital, manteniendo constantes las distancias. 


figura a

Lo que representa esta figura son las posiciones eclípticas de los diez planetas de un radix, tal como quedan situados por las 180 primeras claves armónicas de dirección, en órbitas concéntricas sucesivas. Naturalmente, no utilizamos los glifos habituales en astrología para simbolizar los planetas, dado que en un espacio ínfimo hemos de reunir 1800 posiciones planetarias por cada círculo. En su lugar, nos valemos de simples puntos. Tampoco se han dibujado las órbitas, para no enturbiar más la imagen.

La figura a recoge las direcciones simbólicas vigentes un año después de inaugurado el radix. Si se tratara del nacimiento de una persona, indicaría un año de edad. En ese tiempo, la más rápida de las claves consideradas, la 1, ha completado su primer giro, reproduciendo la situación del rádix. La siguiente, la clave armónica 2, sólo ha tenido tiempo de completar medio giro, dejando toda la carta en oposición a sus posiciones originales. La clave 3 ha completado un tercio de giro, la clave 4 un cuarto, etc. La diferencia entre dos claves consecutivas, como sabemos, va siendo cada vez menor. Desde la clave 1, que ha desplazado cada planeta 360 grados, hasta la clave 90, que sólo los ha desplazado 4 grados, hay una diferencia de 356. Pero desde la clave 90 hasta la 180 sólo hay una diferencia de 2 grados. Esta es la razón de que las aglomeraciones de puntos en las distintas órbitas se perciban prácticamente como líneas, en la mayor parte de la figura.



figura b

La figura b plasma la situación de los planetas dirigidos a una fecha 10 años posterior al rádix. Se observa como las líneas planetarias se van plegando hacia el interior de la figura, al tiempo que se va formando una especie de nube de puntos en la zona central.


figura c

La figura c nos muestra la situación de las 180 disposiciones planetarias giradas por direcciones, al cabo de 100 años. Las líneas planetarias se han curvado ya claramente en forma de brazos de una espiral, semejando la estructura de cierto tipo de galaxias.


figura d

La figura d, correspondiente a 1000 años después del rádix, ha sido definitivamente conquistada por la expansión de la nube de puntos central. Sin embargo, si en esta última figura hubiésemos incluido 1800 claves armónicas, comprimidas en el mismo espacio, su apariencia sería la misma que la de la figura c. Y si hubiésemos contado con 18.000 claves, tendría el mismo aspecto que la figura b. Finalmente, con 180.000 claves resultaría indistinguible de la figura a.

Lo interesante de estas figuras es que destacan a la vez el carácter dinámico y cambiante de la carta radical, por un lado, y su terca persistencia, por el otro, valiéndose de un único modelo teórico para explicar ambas cosas.



© 2009, 2012, Julián García Vara

viernes, 1 de junio de 2012

Direcciones de clave armónica

Direcciones simbólicas, IV



Hemos observado que todas las multiclaves de Raitzin y Kores proceden de divisiones armónicas que son múltiplos de 9. El armónico 9 es de una importancia capital en la astrología védica y las especulaciones de Raitzin partieron de claves basadas en divisiones del zodíaco usadas en la India. Además de la clave duodenaria de Carter o dwadashamsa, derivada de la división armónica 144, que es múltiplo de 9, los hindúes usan una subdivisión que Carter transformó en su clave subduodenaria de 0° 12’ 30” por año. Esta clave se obtiene a partir de la división armónica 1728, que es también múltiplo de 9. Raitzin la menciona, pero cómo ninguna de sus medias armónicas conduce a esa división, se contenta con señalar que una de las claves de la serie Numeha tiene un valor próximo a ella. Se refiere a la derivada del armónico 1710. Entre ambas hay nada menos que 18 armónicos de diferencia. La observación de Raitzin es peligrosísima para su propio sistema, porque parece sugerir que 18 armónicos de más o de menos no tienen importancia. Pero en la suma de sus tres series de claves, sólo 27 armónicos separan dos claves contiguas. Si a cada clave se le otorgara un “orbe” de 18 armónicos, entre los anteriores y los posteriores serían un total de 36 armónicos los que podrían, más o menos, asimilarse a cada clave. De este modo, no quedarían huecos entre dos claves consecutivas, y cualquier velocidad de giro, armónica o no, sería igual de válida. Las multiclaves se desvanecen si tomamos en serio la desafortunada observación de Raitzin. Sin embargo, la clave subduodenaria quedaría perfectamente integrada en un sistema completo de claves armónicas múltiplos de 9, donde todas las multiclaves caben con milimétrica precisión. Esta es la primera ampliación que la teoría armónica propicia y ampara. De este modo triplicamos las series de Raitzin, que salen del dique seco en que se habían atascado. La nueva serie de divisiones armónicas múltiplos de 9 que, repetimos, engloba dentro de sí la totalidad de las multiclaves, se genera así:


La progresión puede, en teoría, prolongarse hasta el infinito, pero no parece recomendable ni práctico llevarla mucho más allá de unos 200 ó 300 valores. Para ajustarse a la tabla de multiclaves, tal como aquí ha sido presentada, debería incluir 244 valores. Esta nueva serie no había sido hasta ahora propuesta ni está todavía comprobada experimentalmente, por lo que carecemos de testimonios acerca de su eficacia, a excepción hecha de la clave subduodenaria hindú y de los valores que ya formaban parte de las series anteriores. El lector puede efectuar por sí mismo las comprobaciones que considere oportunas, si bien pronto daremos razones que sugieren que los añadidos de esta serie, en conjunto, no son demasiado importantes.

Claves armónicas sin restricciones

¿Hemos alcanzado, ahora sí, el límite de ampliaciones posibles de claves armónicas para direcciones simbólicas presuntamente eficaces? El criterio de privilegiar las divisiones armónicas múltiplos de 9 no puede, lógicamente, ir más allá. Además, muy bien puede tratarse de una estrategia equivocada, pues no se apoya realmente en razones más sólidas que las que indujeron a Raitzin a privilegiar las medias armónicas. Pero nada impide, dentro del marco de la teoría armónica, ensayar la totalidad de las divisiones armónicas posibles. De este modo, cada número entero definirá una división armónica del círculo en partes iguales y, por tanto, una nueva clave de dirección simbólica. 


Podemos continuar la serie hasta el valor  2196, si queremos ajustarnos a los límites de la tabla de multiclaves en el formato que aquí mostramos, o llevarlo, incluso, un poco más allá. Si con la anterior ampliación triplicábamos las multiclaves, con ésta multiplicamos por 9 esa triplicación. Tenemos, pues, 27 veces más claves que Raitzin. En este punto sí que hemos llegado al final. La vía de las divisiones armónicas está agotada. 

Métodos de selección de claves armónicas

Un sistema que, llevado a sus últimas consecuencias, propone millares de claves de dirección operativas, no es, desde luego, fácil de aplicar. Tampoco es sencillo verificar experimentalmente su eficacia. Pero todo sería un poco más fácil si hubiera razones para sostener que unas claves son más potentes que otras y dispusiéramos de algún medio de adjudicar un peso aproximado a cada una de las claves respecto de las demás. Por otra parte, si fuera posible relacionar cada clave o, por lo menos, algunas de ellas, con sucesos de una cualidad determinada, podríamos dar preferencia a una clave o a otra en función del asunto a investigar. A continuación, se sugieren algunos criterios que pueden guiar el proceso de selección de claves de dirección.

1. Velocidades de giro de rango medio

Una primera acotación se puede establecer a partir de las velocidades de giro. Las claves basadas en divisiones armónicas bajas, es decir, en los primeros números enteros, dan velocidades de giro muy rápidas. Esto supone que los aspectos que así se forman serán demasiado efímeros como para ocasionar episodios dignos de mención. Si funcionan será más bien como detonantes, como “la gota que colma el vaso” de algo indicado por otra clave más lenta o por otro sistema de prognosis. Por tanto, de entrada, no parece buena idea trabajar con las primeras claves de la lista total. Por otra parte, las claves basadas en enteros muy altos dan velocidades de giro tan lentas que apenas tienen tiempo de llegar a producir algún aspecto que se cumpla dentro de los límites de una vida humana. Dicho de otra manera, cuando los armónicos son excesivamente altos, la carta permanece prácticamente inmóvil, dado que el número de direcciones obtenidas está en relación inversa al número del armónico base. De todas formas, con esta acotación no ganamos mucho, pues ya se aconsejó, al definir cada serie, no rebasar cierto límite superior. El grupo de los valores de velocidad media sigue siendo, en todo caso, demasiado alto.


2. Resonancia con ciclos astronómicos

La segunda sugerencia que nos puede ayudar a seleccionar claves es dar preferencia a aquellas cuyas velocidades se aproximen más a las de ciertos ciclos astronómicos conocidos o a periodos resonantes con esos ciclos. Así, por ejemplo, puesto que el ciclo de revolución de Plutón es de unos 248 años, la clave derivada de la división armónica 248 se ve fortalecida por la resonancia con el ciclo de Plutón y, además, muy posiblemente teñida de características plutonianas. Pero no sólo la de 248, sino también las de sus múltiplos (496, 744, 992...) y submúltiplos principales (124, 83, 62...), pues unos y otros guardan entre sí relaciones parecidas a las de los aspectos de una misma serie. La clave 164 tendrá connotaciones neptunianas, por su resonancia con el periodo de revolución de Neptuno, pero también las tendrán las que sean múltiplos o submúltiplos de ésta. La clave 84 se correlaciona con Urano, lo mismo que la 168, la 252, la 336, la 420... etc, y también la 42, la 28, la 21, etc. Y así con los demás ciclos. Obsérvese que la clave 252, que contiene tres revoluciones de Urano,  es precisamente la primera clave adicional eficaz hallada por Raitzin, es decir, la media armónica entre la clave ptolemaica de 1 grado por año y la duodenaria hindú.



3. Resonancia con otros ciclos naturales

La tercera idea que puede valer como criterio de selección es la de tomar en consideración la duración natural de los procesos a los que deseamos aplicar una investigación astrológica. Así, por ejemplo, si las expectativas de vida para un ciudadano medio de un país desarrollado están en torno a los 80 años, las claves que definan períodos próximos a esa duración pueden resultar especialmente descriptivas, por su misma resonancia con el ciclo natural.



4. Familias cualitativas

Otra idea que puede ayudar a organizar las claves armónicas es agruparlas y caracterizarlas en función de los primeros armónicos con los que coinciden o de los cuales son múltiplos. Uno de cada n armónicos es múltiplo de n. Si atribuimos características propias a los primeros armónicos, tal como hicieron Addey y Hamblin, los que sean múltiplos de un mismo armónico deben tener algo en común. Claro que, generalmente, un armónico medio o alto será múltiplo de varios armónicos menores a la vez. O bien no lo será de ninguno, en caso de ser un número primo. De esta forma, resulta difícil caracterizar cada armónico por esta vía. Sin embargo, si no nos interesa tanto definir el perfil cualitativo de cada clave direccional como su intensidad relativa, a fin de seleccionar las claves más potentes, el estudio de las cadenas de múltiplos puede prestar una inestimable ayuda, como pronto veremos.


5. Familias cuantitativas (armodinas)

Si consideramos la duración de un ciclo completo por cada una de las diferentes claves que resultan de dividir el círculo por números enteros podemos agruparlas al menos de dos maneras distintas que nos pueden ayudar a hacernos una idea del peso específico de cada una. Podemos usar el nombre "armodinas" para referirnos a los valores relativos estimados para cada división armónica del círculo, según los criterios que exponemos a continuación.

1) Por una parte, cada cadena de múltiplos reúne en un mismo grupo una serie de claves que mantienen entre sí una cierta proporcionalidad que posibilita fenómenos de resonancia de ciclos. Más concretamente, cada vez que un ciclo se completa por una clave cualquiera todos los ciclos correspondientes a los submúltiplos de ella se completarán también al mismo tiempo. Así, por ejemplo, cuando se complete por primera vez el ciclo correspondiente a la clave armónica 12 (12 años) se completará también por segunda vez el ciclo de la clave 6 (6 años), por tercera vez el de clave 4 (4 años), por cuarta vez el de clave 3 (3 años), por sexta vez el de clave 2 (2 años) y por décimo segunda vez el ciclo de la clave 1 (1 año). En total, seis ciclos completándose al mismo tiempo. Sin embargo, cuando se complete por primera vez el ciclo de 11 años (clave 11) el único ciclo que se completará al mismo tiempo es el de 1 año. Esto hace pensar que la clave 12 acumula más potencia que la clave 11 y que, en general, el peso de una clave puede estar en proporción directa al número de submúltiplos o partes alícuotas en que puede dividirse.

Un listado completo de las partes alícuotas correspondientes a las 3600 primeras claves de dirección armónica puede hallarse en el archivo de armodinas que acompaña al programa Direcciones simbólicas de clave armónica

2) Por otra parte, debemos considerar la posibilidad de que diferentes claves de dirección puedan actuar no solamente sobre la carta natal, sino también unas sobre otras. Esta idea  fue ya vislumbrada por Carter, quien escribe en el cp.2 de su Symbolic Directions:
Un planeta movido por la medida de un-grado puede, por supuesto, formar un aspecto con otro progresado por las medidas novenaria o duodenaria, pero es poco probable que tales direcciones tengan algún valor.
El apresuramiento con que Carter desdeña indagar más por ese camino le privó de la posibilidad de descubrir las armodinas de equivalencia de pares. Básicamente se trata de lo siguiente.

Para cualquier clave de dirección que mueva los planetas x grados por año será un par equivalente suyo cualquier pareja de claves cuya diferencia de movimiento anual sea de x grados. Así, por ejemplo, la clave armónica 144, que mueve los planetas a razón de 2º 30' por año,  es equivalente al par de claves 18 y 16, porque por la clave 18 los planetas se mueven 20º por año y por la clave 16 se mueven 22º 30' por año. La diferencia de 2º 30' entre las claves 18 y 16 constituye la misma cantidad de movimiento que un planeta dirigido por la clave 144 respecto de la carta natal. Por consiguiente, todos los aspectos al radix que se formen por la clave 144 se formarán al mismo tiempo entre las posiciones dirigidas por la clave 16 y las dirigidas por la clave 18.

La importancia de los pares equivalentes estriba en que para cada una de las claves hay un número distinto de ellos, lo que permite clasificarlas en función de este número. Como es lógico, cuantas más veces se produzca al mismo tiempo un mismo aspecto por diferentes combinaciones de claves con tanta más fuerza es de esperar que actúe este aspecto.

Un listado completo del número de pares (positivos) equivalentes a las 3600 primeras claves de dirección armónica puede hallarse en el archivo de armodinas que acompaña al programa Direcciones simbólicas de clave armónica.

© 2003, 2012, Julián García Vara