jueves, 27 de enero de 2011

Astrología y animismo


El texto principal de la presente entrada procede del prólogo de un libro inédito sobre astrología, armónicos y viejas y nuevas técnicas de prognosis que escribí durante la pasada década y que aún permanece en el limbo de los proyectos editoriales sin patrocinador. Como estaba pensado para aparecer en papel impreso, utilizo algunas metáforas que no se ajustan bien al soporte digital. Si así lo desea, puede pensar en pixeles donde hablo de gotas de tinta o en pantalla de plasma en lugar de lámina de celulosa, sin que sufra por ello el sentido de las frases.


Astrología y animismo
(fragmento)

La astrología, que resulta tan chocante para algunas mentalidades ilustradas contemporáneas, no era ni mucho menos tan difícil de encajar en el marco de las concepciones del mundo que resultaban naturales para los hombres que nos precedieron en dos o tres milenios, en las riberas del Tigris y el Éufrates, en las márgenes del Nilo o a orillas del Egeo. Prácticamente todos los pueblos de esa época creían en la existencia de dioses y fuerzas sobrenaturales con poder para intervenir en los acontecimientos humanos, con voluntad propia, con inteligencia y emociones, afectos y desafectos; de manera que resultaba no ya conveniente, sino vital, encontrar algún modo de atisbar las intenciones de los dioses, cuidarse de su ira, aplacarlos, propiciarlos mediante sacrificios y cultos, interrogarlos mediante prácticas adivinatorias. El animismo era una creencia extendida, cada cosa tenía un alma o estaba bajo la tutela de un espíritu guardián. Los mismos hombres “pertenecían” a los dioses. Había un espíritu del fuego, del río, del árbol, y, por supuesto, todos los astros del cielo eran divinidades. En este contexto surge la astrología como observación sistemática de los cielos con propósitos religiosos y adivinatorios. Se trata de comprender a los dioses celestiales, de prever sus designios, de admirar su perfección. Se trata de penetrar en el espíritu de los astros, de conectar con “el alma del mundo”. Se trata también, porque la codicia y los temores de los hombres son tan antiguos como el hombre mismo, de sacar partido de las conjunciones de los astros para emprender una batalla con augurios favorables, para esquivar a la parca, para enriquecerse en una empresa u obtener ventajas frente a los enemigos. Se trata también, porque las necesidades prácticas son inaplazables, de organizar las tareas agrícolas de acuerdo con los ritmos cósmicos lunares y estacionales, de prever el desarrollo de una enfermedad, escoger el momento propicio para efectuar una sangría a un enfermo o determinar el tratamiento a seguir de acuerdo con el temperamento que las estrellas le asignaron el día de su nacimiento. Se trata, en suma, de sintonizar con los ritmos cósmicos, de evolucionar al compás de la danza de la naturaleza, de integrarse en un sentimiento de comunidad con una totalidad envolvente viva, habitada por todas partes por entidades más o menos espirituales y conscientes. Como afirmaba Tales de Mileto, astrólogo, astrónomo, físico y presunto fundador de la filosofía occidental, “todo está lleno de dioses”.

Atrás quedaron las creencias animistas y politeístas; en el mundo occidental de hoy en día casi nadie cree en dioses ni en hilos mágicos que atraviesen la materia inorgánica dotándola de algún género de vida interior. El científico de nuestros días se contenta con la exterioridad de las cosas, que es lo único observable y cuantificable desde fuera, y precisamente porque observa las cosas desde el exterior llega a convencerse de que no existe nada interno en las cosas que observa. Pero hay algo que sólo puede observarse desde el interior: el pensamiento o la vida espiritual. En rigor, no hay más pensamiento observable que el propio. Si usted, hombre o mujer que me está leyendo, cree estar observando directamente mis pensamientos, debo decirle que se equivoca. Lo que observa son sus propios pensamientos, las ideas que usted mismo o usted misma produce o que surgen en su mente según va mirando los signos impresos en estas páginas. Es usted quien le da sentido a estas manchas de color, por un acto de su voluntad y de su inteligencia, convirtiéndolas en letras, palabras, frases, pensamientos. Posteriormente, por medio de un razonamiento lógico tan vertiginoso que no llega a tomar conciencia de él, usted deduce que quienquiera que sea el autor de estos signos que acaba de interpretar, debe ser alguien capaz de producir pensamientos o percibirlos en su propia mente (la del autor), alguien que, como usted, conoce las reglas que enlazan los signos del lenguaje oral o escrito con los pensamientos significados por ellos, alguien que ha pretendido plasmar sus propios pensamientos (los del autor) en estos signos o manchas visuales y que confía en la existencia de otras mentes capaces de descifrar el mensaje y reproducir esos mismos pensamientos. Usted (lector o lectora) podrá o no hacer suyos mis pensamientos, según esté o no de acuerdo conmigo; pero, incluso para estar en desacuerdo, tiene primero que producir esos pensamientos y desecharlos después, porque usted no puede mirar dentro de mi mente, sino sólo en la suya. La existencia de otras mentes es, por tanto, inferida, no observada directamente. Usted interpreta el conjunto de trazos dibujados en este papel no como un accidente mecánico producido azarosamente por el choque de ciertos pigmentos cromáticos con la superficie porosa de una lámina de celulosa, sino como la plasmación de un discurso inteligente, consciente, animado por un propósito y producido necesariamente por un ser vivo, lúcido, espiritual y deseoso de comunicarse con otros seres de su misma naturaleza. Me atrevo a presumir que usted interpreta así las cosas porque de lo contrario ni siquiera podría decirse que estaba usted leyendo. Usted identifica aquí los signos de un comportamiento inteligente, de modo tan claro e inequívoco que ni por un instante se plantea la posibilidad de que realmente no haya nadie detrás de esto, que lo que parecen ser frases con sentido sólo sean marcas accidentales producidas espontáneamente al derramarse finas gotas de tinta sobre un papel que casualmente estaba ahí, sin mayor significado que las gotas de lluvia sobre el asfalto. De manera similar, el astrólogo que ha sido capaz de hallar un código que le permite hasta cierto punto “leer las estrellas”, percibir ciertos esquemas de significado en la distribución de los cuerpos cósmicos y en el desenvolvimiento de sus ciclos, detectar notables conexiones entre conjunciones planetarias excepcionales y episodios singularmente importantes en el desarrollo histórico de la especie humana, hitos culturales, tecnológicos, científicos, filosóficos, políticos o religiosos, no puede sin más atribuir todo eso al azar y declararlo fruto de ciegos choques mecánicos entre partículas subatómicas. Observando de primera mano el modo en que la astrología funciona se adquiere el derecho a inferir, al menos como hipótesis, la existencia de algún género de vida espiritual actuando allende las fronteras de nuestro pequeño planeta habitado y a la vez en reflujo sobre él.

No hay ningún procedimiento científico ni ningún órgano sensorial capaz de detectar desde fuera actividad mental directamente reconocible como tal en el interior de algún cuerpo o entidad física. Los registros de actividad eléctrica o química en ciertas áreas del cerebro de sujetos humanos anotados por neurólogos experimentales al mismo tiempo que aquellos declaran estar pensando no nos dan la menor pista acerca del contenido concreto de ese pensamiento ni de su naturaleza. Simplemente testimonian la existencia de procesos físicos concomitantes con episodios mentales. Pero la relación entre una cosa y la otra sigue siendo todavía un misterio para las neurociencias del siglo XXI tan profundo como era para los cartesianos del siglo XVII el enigma de la relación entre la res cogitans y la res extensa, el pensamiento y la extensión, que ellos concebían como dos sustancias radicalmente diferentes y separadas. Ningún examen empírico del cerebro de un filósofo, su anatomía, fisiología y evolución diacrónica, nos permitirá deducir su sistema filosófico; ninguna disección o vivisección de las áreas del pensamiento y el lenguaje de un científico nos permitirá conocer siquiera la más sencilla de sus ideas. Probablemente los cartesianos cometieron el error de atribuir separación real a procesos que la mente distingue y separa de forma puramente ideal, imaginando así la existencia de dos reinos aislados: el mundo del espíritu y el mundo de la materia. Pero, como más adelante demostraría Kant, el mundo físico no es ni siquiera perceptible si no se le organiza previamente con categorías mentales. Al mismo tiempo, toda actividad mental conocida tiene lugar siempre en conexión con un organismo viviente materialmente tangible. Hay una profunda unidad entre los dos mundos que los cartesianos separaron tan artificialmente. Pero hay, a la vez, una profunda diversidad que sirve para justificar el empleo de pares de términos antónimos tales como “cuerpo/alma, materia/espíritu, inerte/vivo, físico/mental, extensión/pensamiento, cuantitativo/cualitativo, inorgánico/orgánico, inconsciente /consciente, objeto/sujeto, externo/interno, somático/ psicológico” y otras por el estilo. No podemos saber con certeza si estos pares de términos nombran entidades o características realmente distintas, independientes, irreconciliables, o si, por el contrario, sólo nombran dos aspectos diferentes de una misma realidad, dos modos distintos de percibir una misma cosa, según se la mire desde dentro o desde fuera, de forma empática o aséptica, como protagonista o como espectador. En cualquier caso, cuando el psicólogo, el psiquiatra o el neurólogo se interesan por las bases neurofisiológicas de la conducta y del pensamiento, no están haciendo algo muy distinto de lo que hace el astrólogo cuando se interesa por la disposición de los astros asociada con esos mismos comportamientos y procesos mentales. En ambos casos se busca una relación entre fenómenos físicos observables desde fuera y acciones o experiencias humanas cuyo sentido sólo se transparenta desde dentro. Y en ambos casos, dado que la naturaleza de los fenómenos que se trata de relacionar es aparentemente tan divergente, se requiere algún sistema intermediario que tienda puentes. En el caso del estudio del sistema nervioso esos puentes proceden de las propias declaraciones de los sujetos experimentales, basadas en la forma en que ellos interpretan su propia experiencia, o bien de la interpretación que los mismos investigadores hacen del sentido psicológico que cabe dar a determinados rasgos de comportamiento observables. En el caso de la investigación astrológica, además de todo lo anterior, está disponible el sistema de interpretación de diseños astrológicos  conforme a arquetipos y usos tradicionales. Sin estos puentes, hubiera sido imposible tal asociación de fenómenos físicos y mentales.

De existir criaturas pensantes con un aspecto exterior similar al de una piedra que no se hubieran tomado la molestia de diseñar códigos de comunicación, ningún observador externo podría jamás sospechar que esas criaturas pensaran. De existir criaturas pensantes con cualquier aspecto no humano que sí hubieran elaborado códigos de comunicación, pero tan diferentes a los nuestros que seamos incapaces de percibirlos como tales, tampoco en este caso tendríamos modo alguno de adivinar la existencia en  ellos de procesos mentales. Un insecto que se pasee sobre las letras de esta página no podrá imaginar que en ellas se contiene un mensaje cifrado por un ser inteligente, aun cuando aprecie una cierta regularidad en su disposición, porque hay otras muchas regularidades en la naturaleza, como la disposición de las hojas de los árboles o de los granos de arena en una playa. La consecuencia de todo esto es que el animismo, aunque haya sido abandonado por muchos, no ha sido en realidad refutado ni puede serlo. Tampoco puede ser estrictamente demostrado, pero yo sostengo la tesis de que, en la medida en que la astrología funciona, autoriza a inferir algún tipo de animismo. La razón de ello es que casi todos los que podríamos denominar “hechos astrológicos” consisten, fundamentalmente, en acontecimientos mentales o emocionales o en actos que implican conciencia y propósito. Los enemigos de la astrología negarán la existencia de tales hechos, y por más ejemplos que se les presenten los irán arrojando uno tras otro al saco de las “coincidencias”. El análisis de casos particulares, que es el que forja de hecho en los estudiantes la confianza en la eficacia de ciertos métodos astrológicos, no tiene, sin embargo, valor probatorio a los ojos de un escéptico moderado. Sin embargo, ciertos resultados estadísticos sobre variables astrológicas obtenidos a partir de muestras muy amplias y que han superado la prueba de la replicación internacional, no pueden ser dejados de lado sin renunciar, al mismo tiempo, a las ciencias humanas en general (sociología, economía, psicología, medicina) e incluso a grandes áreas de las ciencias naturales empíricas. Tal es el caso de los estudios de Didier Castille sobre la incidencia de ciertas variables astrológicas en la elección de pareja, rastreadas sobre cerca de siete millones de matrimonios. El hecho astrológico aquí constatado es que las longitudes eclípticas del Sol en las fechas de nacimiento de una serie de personas casadas tienden a agruparse en torno a unos 30 grados respecto de las longitudes eclípticas del Sol en las fechas de nacimiento de sus respectivos cónyuges. Algo semejante sucede con Mercurio y Venus. La comparación de la distribución de estos astros en el cielo natal de personas que han contraído matrimonio sigue un patrón estadístico bien definido, sociológicamente relevante. La cuestión es que la elección de pareja no es un hecho físico, que pueda ser explicado recurriendo a la fuerza de la gravedad, electromagnética o nuclear fuerte o débil. Ni siquiera cuando se habla de “atracción física” se piensa en esas fuerzas, sino en la fuerza del deseo, que es un fenómeno psicológico o mental, incluso espiritual en la medida en que supone la invocación de la idea de belleza. Por tanto, cualquier intento de explicar este hecho astrológico deberá recurrir a categorías mentales; y, siendo de naturaleza mental el fenómeno estudiado, las variables astrológicas que intervienen en él deben tener alguna dimensión mental, deben ser consideradas “fuerzas vivas” o, al menos, susceptibles de ser integradas en un sistema viviente.

En ese sentido, podemos definir la astrología como el estudio de las dimensiones espirituales del universo. En cuanto hombres, ligados a nuestro pequeño planeta azul, realizamos este estudio de una manera un tanto “provinciana”, limitándonos casi exclusivamente a la investigación de los ciclos de los cuerpos mayores del sistema solar y sus relaciones con episodios que forman parte del contenido de la vida humana. No se trata, sin embargo, de los astros concebidos tan sólo como entes materiales en movimiento dentro de un sistema mecánico inerte, tal como los estudia la astronomía; ciertamente sería muy extraño que ese sistema de cuerpos y fuerzas físicas tuviera una relación esencial con los avatares de una vida humana entendida como sustancia viva, sensible, consciente y espiritual, radicalmente heterogénea respecto de la materia cósmica. No se trata de supuestas “influencias” de cuerpos materiales externos que se pierden en la lejanía del espacio sobre nuestra constitución o estado anímico interno. Se trata más bien de la constatación de la existencia de una corriente de vida y pensamiento que atraviesa el cosmos, del cual formamos parte material y espiritualmente. Se trata de algo semejante a la transmisión de mensajes entre mentes o almas, tal como se verifica en los fenómenos telepáticos. La Tierra y todo lo que ella contiene  no es un mundo aparte del resto del universo; es sólo uno de sus rincones, una pieza más de un enorme sistema de relaciones multidimensional: físico, espiritual, matemático, cíclico y viviente.

© Julián García Vara, enero, 2011





jueves, 20 de enero de 2011

La caída de Ben Alí a la luz de los armónicos


La reciente y fulgurante caída del poder político de Ben Alí en Túnez ha sorprendido a propios y extraños por la rapidez de los acontecimientos y por la forma relativamente incruenta en que la población ha forzado el cambio. Podemos leer, por ejemplo, en el diario digital "El País.cr":
Un presidente se derroca sin tanques y sin una declaración de un nuevo líder (...) Esto es una novedad en la historia árabe", afirma un comentarista del diario "Al Hayat (...) no sólo los gobernantes árabes se vieron sorprendidos por la rápida caída de Ben Ali, sino también los islamistas de la región, que ansiaban su caída, se vieron superados por los acontecimientos. Sus líderes y partidos saludaron la revolución de los tunecinos, desde Hizbollah hasta el clérigo televisivo egipcio Jussif al Karadawi. Pero al mismo tiempo se podía palpar su decepción ante el hecho de que no fueran los islamistas quienes hubieran derrocado a un jefe de Estado árabe pro occidental.
El pasado viernes, 14 de enero de 2011, hacia las 18h 15m, Ben Alí abandonaba el país, superado por la ola de protestas que no había conseguido acallar con la decisión de disolver su gobierno ni con la promesa de elecciones anticipadas. Asentado en el poder desde 1987, su vida ha dado un giro inesperado y completo a la edad de 74 años.

Ben Alí nació el 3 de septiembre de 1936 en Hammam-Sousse, Túnez. Como no disponemos de la hora de nacimiento, no es posible afinar mucho en el análisis astrológico del momento por el que está pasando. No podemos ubicar sus tránsitos en relación a unas cúspides de las casas que desconocemos, ni utilizar técnicas basadas en la hora de nacimiento, como las direcciones primarias o las simbólicas. Pero partiendo de su fecha natal es posible trazar un armograma que, en combinación con la técnica de las progresiones secundarias, nos brinde un panorama general del curso de su vida, en función de la cantidad y cualidad de los aspectos acumulados para cada año.
[Sobre la naturaleza, cálculo y uso de los armogramas pueden consultarse en este mismo blog las entradas:
Los armogramas de O'Neill
Los armogramas de Miguel García]
El armograma natal es un gráfico que representa la intensidad relativa de cada carta armónica, partiendo del número de conjunciones que contiene cada una y de sus orbes, para el día de nacimiento de una persona. Pero también registra las variaciones de esa intensidad en los días próximos al de nacimiento. Por otra parte, las progresiones secundarias se basan en un fenómeno de resonancia de ciclos que pone en correspondencia cada rotación terrestre (día) posterior al nacimiento con cada traslación de la Tierra en torno al Sol (año) posterior al nacimiento. Combinando ambas técnicas, podemos observar un armograma natal y tomar cada día posterior al nacimiento como representativo de un año de la vida.

El programa Armon de Miguel García es el mejor instrumento que conozco para realizar esta tarea, pero será necesario hacer algunos ajustes en sus opciones, ya que la configuración "por defecto" no es la ideal para el caso que nos ocupa. Comenzaremos por calcular la carta natal de Ben Alí para las 12 del mediodía, de la misma forma que se calcula cualquier otra carta. Las coordenadas geográficas del lugar de nacimiento no las vamos a utilizar, de modo que no es necesario cambiar las que aparecen por defecto. Una vez que tengamos en pantalla la carta natal, desplegaremos el menú Gráficos y escogeremos la opción Harmogramas. Pulsaremos entonces el botón [Otro] y aparecerá una lista de ficheros. Debemos escoger _0NATAL.DHQ. Si todo ha ido bien verá en su pantalla la siguiente tabla de configuración:


Vemos que en la primera columna se define la Fecha como centrada y el Número de Días aparece fijado en 7. Con estos valores, el armograma se extendería por siete días, desde tres días y medio antes del nacimiento hasta tres días y medio después. Sin embargo, puesto que la edad actual de Ben Alí es de 74 años, lo que ahora nos interesa es un gráfico que incluya al menos 75 días posteriores al nacimiento; no nos interesan los días previos al nacimiento. Para obtener esto, sustituiremos la palabra "centrada" por la expresión "no centrada" y cambiaremos el número de días de 7 a 75 ó, mejor aún, a 80, para tener una perspectiva de cinco años hacia el futuro.

El Nº de partes/día que aparece fijado por defecto en 36 indica que se utilizarán 36 intervalos diarios para el cálculo de las ondas armónicas; es decir, se medirán los aspectos cada 40 minutos, partiendo del momento de nacimiento. Cuando la hora natal es desconocida o el periodo a investigar es bastante amplio no tiene mucho sentido medir los aspectos con tanta frecuencia, de modo que podemos ganar tiempo sin perder información reduciendo el Nº de partes/día a 6, por ejemplo. En esta situación también es conveniente eliminar la Luna del grupo de los planetas a tener en cuenta, por dos razones; en primer lugar, porque forma demasiados aspectos por lapsos de tiempo demasiado breves, introduciendo mucho "ruido" en el gráfico; en segundo lugar, porque su posición de partida será casi con seguridad inexacta por varios grados, y esa inexactitud se multiplicará por el número de cada armónico. Para suprimir la Luna debemos eliminar la letra l en las casillas correspondientes a Receptores y Emisores.

Una vez hechos estos cambios pulsamos en [OK Calcular] y obtenemos el armograma buscado:

Armograma natal de Ben Alí para 80 días
(Pulse sobre el gráfico si desea verlo ampliado)

En la parte inferior del armograma se indican las fechas asociadas a cada etapa del mismo, a intervalos de 7 días. Debemos calcular de algún modo a qué fecha corresponde la edad de Ben Alí en el momento de su huída del país. Una forma de hacerlo es utilizando el programa Secundarias, con los datos que se indican en la imagen siguiente:

(Pulse sobre el gráfico si desea verlo ampliado)

Vemos que la fecha correspondiente a las progresiones secundarias vigentes en ese momento es 16 de noviembre de 1936, hacia las 19h 46m GMT. Puesto que la hora natal es desconocida, el margen de error en esta fecha progresada es de 12 horas. Volviendo al armograma, observamos que hacia el 16 de noviembre de 1936 se produce el pico más elevado de todo el periodo investigado, dentro de una onda correspondiente al armónico 11. Podemos apreciarlo con mayor claridad si en el programa Armon cambiamos los datos natales de Ben Alí por los de su progresión secundaria y a continuación calculamos un armograma natal para esa fecha, esta vez centrado y reducido a 50 días, de forma que muestre los últimos 25 años -que abarcan todo el tiempo que estuvo en el poder- y los 25 próximos.

Armograma natal para el 16 de noviembre de 1936, 19h 46m GMT
(Pulse sobre el gráfico si desea verlo ampliado)

Esto significa que a la edad de 74 años se ha de afrontar una de las experiencias más intensas de toda la vida, teñida de las características propias del armónico 11 y de sus aspectos asociados. ¿Pero cúales son esas características? En la entrada armónicos primos mayores que 7 que publiqué en este blog el 4 de septiembre de 2010 dice David Hamblin:
Seymour-Smith [Martin Seymour-Smith, The New Astrologer, Londres,1981, pp. 125-126], que usa regularmente aspectos A11 en la interpretación, dice que indican "exceso"; y también cita a Williamsen, para quien describen "la capacidad de una persona para integrar diversidad y dualidad". Él afirma que esas dos interpretaciones son reconciliables: "la tensión de situaciones de doble exigencia, que pueden ser externas -en las que estás atrapado por sentimientos de obligación o deber, pero no puedes complacer totalmente a una o más personas- o internas -la pugna entre escepticismo y fe- es probable que conduzca a un tipo de estrés que a su vez dará lugar a un exceso en una forma u otra".
En efecto, algo de esto parece que es de aplicación a la situación de Ben Alí. De varias maneras ha tratado de complacer las demandas éticas y políticas de los manifestantes, pero demasiado tarde y de forma poco convincente. Acusado de corrupción y enriquecimiento ilegal, con su huída ha dado la razón a sus acusadores y ha sucumbido a su inclinación por el lujo y el interés personal, en detrimento de los intereses de su país.

Si nos fijamos en la parte de su armograma natal que corresponde al día exacto de su nacimiento, veremos que el armónico 11 era el más débil de su natividad. No es, por tanto, un tipo de energía con la que Ben Alí se sienta cómodo o sepa cómo manejar. Pero ahora las circunstancias le obligan a tomar contacto con un nivel desbordante de este tipo de vibración, que él no puede reconocer como propia y se le presenta como totalmente procedente del exterior. La exigencia del cambio no ha sido asimilada de la mejor manera posible. Cuando el armónico 11 es fuerte en la natividad hay un gusto personal por el cambio y hasta una necesidad interna de experimentar cosas nuevas. Una característica del armónico 11 que parece derivarse de los ejemplos que he encontrado hasta ahora es un intenso espíritu de aventura, que puede tomar la forma del trotamundos (Iam WrightFrancisco Javier Alcorta) del diseñador de videojuegos (Roberta Williams) o del dibujante de historietas (Francisco Ibáñez). Hay también un espíritu competitivo, una necesidad de triunfar, llamar la atención y obtener reconocimiento público, junto con cierta inclinación a la travesura.

Ben Alí se ha convertido de la noche a la mañana en un trotamundos a su pesar, en un aventurero involuntario. Sus progresiones secundarias actualmente vigentes no revelan, a primera vista, una situación especialmente dramática; pero al profundizar en ellas a través de los armónicos nos topamos con la siguiente carta progresada del armónico 11:

Armónico 11 para el 16 de noviembre de 1936, 19h 46m GMT

Plutón en oposición a Urano y a Mercurio (tensión entre el deseo de retener el poder y las voces que reclaman el cambio), Saturno y Marte en conjunción en Libra, a ambos lados de la posición de Saturno en tránsito (experiencia dura y necesidad de rendir cuentas), Sol en conjunción a Neptuno y Júpiter (la huída a través de un viaje). Todos los planetas que aquí aparecen en conjunción están relacionados entre sí por aspectos de la serie del 11 en el cielo de la fecha progresada. Normalmente no miramos esos aspectos, ni siquiera los incluimos entre los aspectos menores; los consideramos "exóticos", una especie de ornamento perfectamente prescindible. Sin embargo, en ellos puede residir la clave para la comprensión de una carta tanto natal como progresada.


© Julián García Vara, enero, 2011



martes, 11 de enero de 2011

Los nodos de la Luna y la carta dracónica



El dragón de los nodos de la Luna y los puntos de eclipse.
(Kircher, Ars Magna Lucis et Umbrae)

En la entrada anterior de este blog nos hemos ocupado de examinar las conjunciones entre luminarias (Sol y Luna) procedentes de las cartas natales de personas casadas entre sí, tanto en sus posiciones tropicales como dracónicas, ya sea dentro de un mismo zodiaco o bien cruzando luminarias dracónicas de un miembro de la pareja con luminarias tropicales del otro miembro. Antes de incorporar el zodiaco dracónico a nuestro estudio, estuvimos investigando las conjunciones de luminarias en el zodiaco tropical a través de los trece primeros armónicos. Dada la estrecha relación que existe entre armónicos y aspectos, pudimos sacar conclusiones acerca de relaciones angulares distintas de la conjunción: quintiles y biquintiles, partiendo del armónico 5, cuadraturas partiendo del armónico 4, etcétera. Pero al introducir el zodiaco dracónico nos limitamos a dar información sobre las conjunciones propiamente dichas, es decir, las que pertenecen al armónico 1, dejando de lado las demás relaciones angulares. Parece que la lógica de la investigación exige que continuemos ascendiendo de armónico en armónico, hasta llegar al armónico 13, valiéndonos ahora de las posiciones dracónicas. De ese modo, podríamos establecer los armónicos dominantes en las distintas modalidades de relación: tropical/dracónica, dracónica/tropical y dracónica/dracónica; a partir de ahí, podríamos formular hipótesis o sacar conjunciones acerca de relaciones angulares distintas de la conjunción: oposiciones, trígonos, cuadraturas, quintiles, etcétera.

Se presenta, sin embargo, un obstáculo que nos impide seguir avanzando por ese camino. Si consultamos una página cualquiera de un libro de efemérides planetarias, lo más probable es que nos encontremos con dos columnas para el nodo norte de la Luna. Una de ellas recogerá las posiciones del llamado nodo verdadero (true) y la otra las del nodo medio.

Efemérides para enero de 1952
(pulse sobre la tabla si desea verla ampliada)

El simple hecho de que todavía hoy se sigan editando efemérides con dos versiones distintas de posiciones del nodo lunar es un testimonio claro de que aún no se ha zanjado la polémica sobre cuál de las dos es la más eficaz. Recordemos que los nodos de la Luna se definen como los puntos de intersección entre la órbita de la Luna y el plano de la Eclíptica.


La Luna cruza el plano de la Eclíptica una vez cada dos semanas, aproximadamente. Al atravesarlo desde el Sur hasta el Norte define la posición del nodo norte verdadero en ese instante (la latitud de la Luna cambia entonces de sur (-) a norte (+)). Al atravesarlo de Norte a Sur define la posición del nodo sur verdadero en ese instante (la latitud de la Luna cambia entonces de norte (+) a sur (-)). Cuando la Luna se encuentra exactamente en uno de sus nodos, su latitud no es realmente ni norte ni sur, del mismo modo que quien se halla en el ecuador terrestre no está ni en el hemisferio norte ni en el hemisferio sur. En ese momento su latitud es cero y se halla en conjunción exacta con el nodo verdadero (true), no con el nodo medio. Por tanto, la definición misma del concepto de nodo lunar sólo es congruente con los nodos verdaderos.

Por lo general, cada vez que la Luna corta la eclíptica en la misma dirección (de sur a norte o de norte a sur) lo hace en un punto que queda algo retrasado en relación al punto de corte inmediatamente anterior. Por eso se dice que los nodos de la Luna tienen movimiento retrógrado y que tardan alrededor de 18,61 años en dar una vuelta completa al zodiaco, desplazándose hacia atrás. Sin embargo, los nodos verdaderos no están retrógrados todo el tiempo, sino que alternan breves periodos de movimiento directo con otros más largos de movimiento retrógrado. Los nodos medios, por elcontrario, sí están retrógrados todo el tiempo, ya que no son más que una abstracción matemática que hace recorrer todo el zodiaco a un punto imaginario en movimiento retrógrado uniforme durante un periodo de 18,61 años, a una velocidad constante de 0° 03' 11" de arco por día. Para asignar una posición inicial al nodo medio, ha sido necesario partir de observaciones del nodo verdadero. Por tanto, el nodo verdadero marca la pauta en cualquier caso.

De la misma manera que a partir del nodo verdadero y de su periodo de revolución ha sido posible generar un nodo medio de movimiento uniforme, también sería posible generar efemérides completas de planetas medios partiendo de los planetas verdaderos y de sus periodos de revolución. Esta no es, sin embargo, una práctica corriente, seguramente porque la inmensa mayoría de los astrólogos consideraría absurdo utilizar posiciones imaginarias de los planetas en lugar de sus posiciones reales. Pero esta misma lógica no se aplica en todos los casos, ya que no escasean los astrólogos que afirman que los nodos medios dan mejores resultados que los nodos verdaderos, o que la luna negra media (también conocida como Lilith media) da mejores resultados que la luna negra verdadera. Esta es la postura de Jerónimo Brignone y Joel de Gravelaine, entre otros. Así, escribe Brignone:
Para todas estas aplicaciones [*tránsitos y revoluciones dracónicas] así como para la Carta Natal dracónica en sí misma, aconsejamos usar el Nodo Medio (Mean Node en las efemérides y programas de computación), dado que las posiciones exactas del Nodo Verdadero (True Node) y que se corresponden con el movimiento zigzagueante antes mencionado son una adquisición reciente de la astronomía, cuyo uso es absolutamente inconducente si los comparamos con las posiciones surgidas del Nodo Medio, tal como numerosas pruebas estadísticas han demostrado. [Jerónimo Brignone, Manual de técnicas de síntesis astrológica, pp. 220-221]
Por desgracia, Brignone no acompaña su última afirmación con una nota a pie de página que nos remita a las fuentes de las pruebas estadísticas que menciona. No podemos, por tanto, juzgar sobre el alcance, la fiabilidad y el rigor de las mismas. Por otra parte, que algo sea una adquisición reciente de la astronomía no le resta un ápice de su valor.

Néstor Echarte, en su artículo titulado Astrología dracónica, nos aconseja lo contrario que Brignone, inmediatamente después de explicarnos los detalles del cálculo de la carta dracónica:
Cabe destacar -dice Echarte- que lo correcto es utilizar la posición del nodo verdadero, y no el nodo medio [Astrología dracónica]
Tampoco en este caso se muestran datos empíricos explícitos que respalden tal afirmación. Es preciso admitir, no obstante, que reunir esa clase de datos no es en absoluto una tarea fácil. La diferencia entre la posición del nodo verdadero y la del nodo medio suele oscilar entre cero y poco más de un grado y medio de arco, de manera que en un gran número de cartas dracónicas los planetas ocupan los mismos signos y casas si se calculan a partir del nodo medio que si se calculan a partir del nodo verdadero.

Diferencia en grados entre el nodo medio (línea horizontal
 central) y el nodo verdadero (curva sinosoidal) 
durante la segunda mitad de 1951 y todo el año de 1952

Aunque esta diferencia puede parecer pequeña, lo cierto es que representa un serio inconveniente para investigaciones sobre sinastría que incursionen en el territorio de los armónicos. Como ya se indicó al final de la entrada anterior, nuestra investigación sobre cartas dracónicas de personas casadas se ha basado en el nodo medio. Supongamos por un momento que el nodo "bueno" o "realmente eficaz" sea el nodo verdadero. Si una de nuestras parejas está formada por una persona cuyo nodo verdadero está 1° 45' antes que el nodo medio, y por otra persona cuyo nodo verdadero está 1° 45' después que el nodo medio, entonces tendremos un error acumulado de 3° 30' en cualquier comparación de ángulos que hagamos entre sus dos cartas dracónicas. Si las comparaciones las hacemos en el armónico 2, entonces el error acumulado será de 7°. A la altura del armónico 13, el error acumulado sería ya de 45° 30'. Es cierto que este es un caso extremo, no un caso típico. También es cierto que en las comparaciones cruzadas entre cartas tropicales y dracónicas, el margen de error se reduce a la mitad, dado que las cartas tropicales son "seguras". Pero aun así, el número de falsas conjunciones que serían tomadas por auténticas junto con el de conjunciones reales que serían desestimadas puede llegar a ser lo bastante alto como para invalidar todo el estudio, salvo en el caso ya expuesto del armónico 1. Por tanto, no podremos llevar más lejos nuestra investigación sobre aspectos dracónicos en sinastría hasta que este dilema encuentre una solución realmente satisfactoria.


© Julián García Vara, enero, 2011





sábado, 1 de enero de 2011

El Sol y la Luna en el matrimonio. Parte 3. Una exploración estadística: conjunciones tropicales y dracónicas


En las dos entradas anteriores de este blog hemos explorado los contactos entre luminarias de personas casadas entre sí, basándonos en una muestra de 2823 matrimonios aportada por Michel Gauquelin. Los resultados más destacados de esta exploración se resumen, a grandes rasgos, en las observaciones siguientes:


1. El mayor número de contactos por sinastría entre luminarias se produce en el armónico 5. Esto implica que los quintiles (72°) y biquintiles (144°) juegan un papel mucho más determinante de lo que se había supuesto hasta ahora en la formación de parejas.

2. El segundo armónico con mayor número de contactos es el 4. De aquí se sigue que las cuadraturas cruzadas entre las luminarias de dos personas de sexo opuesto tienden a incrementar la probabilidad de que se forme entre ellos una unión matrimonial. Lejos de ser un obstáculo, como se podría suponer partiendo de la idea de que la cuadratura (90°) es un aspecto tenso, lo cierto es que este aspecto parece incrementar la atracción.

3. El menor número de contactos por sinastría entre luminarias se produce en el armónico 8. Puesto que en los armónicos 4 y 2 se observan valores por encima de lo esperado, los aspectos responsables del bajo rendimiento del armónico 8 no pueden ser las cuadraturas ni las oposiciones, sino que tienen que ser las semicuadraturas (45°) y las sesquicuadraturas (135°). Esto parece indicar que las semicuadraturas y sesquicuadraturas entre luminarias por sinastría tienden a experimentarse como una dificultad que disminuye la probabilidad de una unión matrimonial.

4. Los armónicos 6 y 3 dan resultados negativos (por debajo de lo esperado). De aquí se sigue que los sextiles y trígonos entre luminarias en sinastrías no favorecen la formación de parejas; más bien parece que estos aspectos tienden a reducir la probabilidad del matrimonio, al contrario de lo que cabría suponer atendiendo al carácter fluido y facilitador que se suele atribuir a estos aspectos.

5. Las conjunciones (0°) entre luminarias dan resultados neutros o ligeramente por debajo de lo esperado, salvo cuando el contacto es entre el Sol del hombre y el Sol de la mujer. Este estudio no da ningún tipo de respaldo empírico a la idea de que la conjunción del Sol del hombre con la Luna de la mujer favorezca la producción del vínculo matrimonial, ni tampoco cuando se trata del Sol de la mujer en conjunción con la Luna del hombre.

6. Los aspectos de todo tipo que conectan al Sol del hombre con cualquier luminaria de la mujer son más abundantes y determinantes que los que conectan a la Luna del hombre con cualquier luminaria de la mujer.

7. En la mayor parte de los aspectos que conectan al Sol del hombre con cualquier luminaria de la mujer, el Sol del hombre tiende a aparecer en grados zodiacales más retrasados que los ocupados por la luminaria de la mujer. Es decir, si imaginamos a la luminaria de la mujer en reposo y al Sol del hombre en movimiento, entonces el Sol del hombre estaría avanzando hacia el punto de aspecto partil con la luminaria de la mujer.

Otros resultados más específicos se comentan en el cuerpo de los artículos mencionados.

Todo lo que hemos hallado hasta ahora son aspectos medidos en el zodiaco tropical. Dicho de otra manera, hasta aquí nos hemos limitado a comparar los ángulos entre el Punto Vernal y las luminarias (Sol y Luna) en todas las combinaciones posibles entre los dos cónyuges en cada pareja. Sabemos, no obstante, por estudios anteriores que el zodíaco dracónico juega un importante papel en la dinámica de las relaciones humanas en general. Para incorporarlo a nuestra investigación todo lo que tenemos que hacer es sustituir el Punto Vernal por el Nodo Norte de la Luna en las comparaciones de ángulos. Si hacemos esa sustitución en las cartas de ambos cónyuges estaremos comparando las luminarias dracónicas de uno de ellos con las luminarias dracónicas del otro; pero si sólo la hacemos en una de las dos cartas, manteniendo en la otra el Punto Vernal como referencia, entonces estaremos comparando las luminarias dracónicas de uno de ellos con las luminarias tropicales del otro. Aunque a priori pueda parecer un error metodológico mezclar las posiciones de dos zodiacos diferentes, lo cierto es que esta práctica arroja resultados más que interesantes, puesto que de hecho los dos zodiacos interactúan entre sí.

* Quienes todavía no conozcan la naturaleza y utilidad del zodiaco dracónico pueden consultar unas nociones elementales sobre él en mi artículo Astrología dracónica
El número de conjunciones entre luminarias observadas en el armónico 1, usando todas las combinaciones posibles entre las dos luminarias y los dos zodiacos, se muestra en la tabla siguiente:


Conjunciones entre luminarias en 2823 matrimonios
en los zodiacos tropical y dracónico

En la celda D4 se muestra el número de casos en los cuales el Sol tropical de la mujer se encuentra en los 13° 20' siguientes a la posición del Sol tropical del hombre. En la celda D5 se aloja el número de casos en los cuales el Sol tropical de la mujer se encuentra en los 13° 20' anteriores a la posición del Sol tropical del hombre. En la celda D6 se muestra la suma de los dos valores anteriores, que equivale al total de conjunciones observadas. Este mismo patrón se repite con las demás combinaciones posibles.

El valor esperado para las celdas D4 y D5 es el resultado de dividir 2823 por 27, es decir, 104,56, cifra que redondeada a números enteros queda en 105. El valor esperado para la celda D6 es dos veces 104,56, es decir, 209,12, que queda en 209 al redondearla a números enteros. Las diferencias entre estos valores esperados y los realmente observados se muestra en las celdas D20, D21 y D22. Este mismo patrón se sigue para el resto de las combinaciones posibles.

Si sumamos el total de las diferencias entre los valores esperados y los observados para las cuatro combinaciones posibles de luminarias en el zodiaco tropical obtenemos 12 - 5 - 3 - 4 = 0. Esto significa que si hacemos abstracción del tipo concreto de luminaria involucrada en cada contacto el total de aspectos hallados es el mismo que cabía esperar partiendo del supuesto de que no existe ninguna relación entre las posiciones del Sol y de la Luna en el nacimiento de las personas y el hecho de que establezcan vínculos matrimoniales entre ellas. Dicho de otra manera, no se registra ninguna actividad atribuible a condiciones astrológicas si nos limitamos a observar conjunciones entre luminarias en el zodiaco tropical indiscriminadamente.

Si hacemos lo mismo basándonos en las posiciones de las luminarias en el zodiaco dracónico tenemos: -23 -4 +7 +17 = -3. La diferencia es tan pequeña que autoriza a sacar las mismas conclusiones que sugiere el uso del zodiaco tropical. Tampoco aquí se registra ninguna actividad atribuible a condiciones astrológicas si nos limitamos a observar conjunciones entre luminarias en el zodiaco dracónico indiscriminadamente.

Ahora bien, si tomamos las luminarias tropicales del hombre y las comparamos con las luminarias dracónicas de la mujer tenemos 19 + 1 + 14 + 12 = 46. Encontramos ahora 46 conjunciones más que las que predice la teoría de la probabilidad.

Pero si lo hacemos al revés y tomamos las luminarias dracónicas del hombre en relación con las luminarias tropicales de la mujer, entonces el resultado es -48 - 4 - 4 - 18 = -74. Aquí hemos encontrado 74 conjunciones menos que las que predice la teoría de la probabilidad.

Toda esta información se recoge visualmente en el gráfico siguiente:



Se aprecia inmediatamente cómo las grandes oscilaciones respecto de los valores esperados se dan en las comparaciones cruzadas entre luminarias de dos zodiacos diferentes (TD o DT), mientras que no se distingue actividad cuando todas las luminarias remiten a un mismo zodiaco  (TT o DD).

En general, los contactos que parecen favorecer la formación de vínculos matrimoniales son los que se producen entre las luminarias dracónicas de la mujer y las luminarias tropicales del hombre. Los contactos entre las luminarias tropicales de la mujer y las dracónicas del hombre parecen tener un efecto contrario, de repulsión o evitación, que disminuye la probabilidad del matrimonio.

Aquí tenemos que insistir otra vez en que la mayor parte de las parejas de esta muestra debieron contraer matrimonio en la Francia de la primera mitad del siglo XX, cuando todavía los procesos de emancipación de la mujer respecto del dominio del varón habían avanzado muy poco. Digo esto porque es posible que la carta tropical represente los modos masculinos de manifestación de la información que contiene, mientras que la carta dracónica puede representar los modos femeninos de manifestación de sus propios contenidos. De ser así, tendría cierta lógica dentro de un contexto histórico donde domina un patriarcado que los emparejamientos "mejor vistos" sean aquellos en los que el varón pone en juego sus modos de manifestación "masculinos" (zodiaco tropical) y la mujer los "femeninos" (zodiaco dracónico), mientras que tiendan a evitarse los emparejamientos en los que sucede lo contrario. En el primer caso la mujer sería receptiva al varón y se adaptaría a él, viviendo y afirmándose socialmente a través de su marido y por identificación con él. En el segundo caso, el hombre sería receptivo a la mujer, pero tendría difícil vivir y afirmarse socialmente a través de ella, porque la posición social y laboral de la mujer en esa época era muy débil y porque socialmente no estaba bien visto que un hombre viviera a la sombra de una mujer. Por supuesto, aquí estoy sólo especulando con la posibilidad de que los resultados de la presente investigación estén condicionados por el contexto histórico; es posible, no obstante, que respondan a razones más profundas ligadas a la naturaleza humana de un modo más universal.

Si nos fijamos ahora en  los soles y las lunas por separado, llama especialmente la atención el bajo índice de contactos entre el Sol dracónico del hombre y el Sol tropical de la mujer. Un total de 161 contactos observados frente a los 209 esperados, lo que representa un déficit del 23 por ciento. Esta diferencia de 23 puntos es realmente muy grande y muy difícil de hallar en estadísticas sobre variables astrológicas. Tampoco parece reaccionar bien el Sol dracónico del hombre con el Sol dracónico de la mujer (11 por ciento menos de lo esperado).

Debemos advertir que los resultados mostrados aquí se han obtenido utilizando el nodo norte lunar medio, que suele diferir escasamente (uno o dos grados) de la posición del llamado nodo lunar verdadero (true). La diferencia entre ambos tiene una repercusión pequeña cuando se trata de contabilizar conjunciones entre luminarias con orbe amplio, pero puede llegar a ser importante cuando se trata de otros aspectos de orbe más restringido, mucho más aún cuando los ángulos medidos corresponden a dos cartas diferentes que pueden sumar sus desviaciones. Nos ocuparemos de esta importante cuestión en una próxima entrada.


© Julián García Vara, enero, 2011


Puede leer más sobre "El Sol y la Luna en el matrimonio. Una exploración estadística" en las entradas siguientes:

Parte 1. Armónicos y aspectos
Parte 2. Aplicación y separación
Parte 4. Los nodos de la Luna y la carta dracónica