martes, 8 de diciembre de 2009

Sagitario en el mejor de los mundos posibles



"No parece que sea una coincidencia la publicación simultánea, en 1726, de los Gulliver's Travels (Los viajes de Gulliver) y de los Fifteen Sermons (Quince sermones) de Butler: en efecto, señala el final de las filosofías radicalmente optimistas, cuya culminación tuvo lugar entre finales del siglo XVII y primeras décadas del XVIII, con las obras de Locke, Leibniz y Shaftesbury"
(A. Plebe, citado por Reale/Antiseri, Historia de la Filosofía, t.II, p.661)

En este texto, Plebe sitúa la culminación de las filosofías radicalmente optimistas entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, un período que en nuestro esquema del ciclo de Sofía se corresponde con la última fase Sagitario que hemos conocido hasta ahora, que, en principio, he situado entre 1670 y 1710, terminando un poco antes de lo que dice Plebe.

De los nativos de Sagitario se dice que son alegres, afortunados, los grandes optimistas del zodíaco, y que están bajo el dominio del mayor de los benéficos: el brazo protector de Júpiter (de cuyo nombre latino deriva nuestra palabra 'jovial').

El optimismo metafísico de Leibniz se resume en su célebre frase: "vivimos en el mejor de los mundos posibles", de la que se aprovecharía más tarde Voltaire para satirizarla en su cuento titulado "Cándido o el optimismo", donde un leibniziano sufre una desgracia detrás de otra y va encontrando siempre rocambolescas razones para justificar que lo sucedido es lo mejor que podía haber pasado.

Esta tesis de Leibniz y otras de Spinoza, 14 años mayor que él, fueron anticipadas por Crisipo hacia el 240 a. C., también en una fase Sagitario del ciclo de Sofía. Sobre esto escribe A. A. Long: "(la teología optimista de Crisipo) trata de mostrar que éste es el mejor de todos los mundos posibles, con un propósito divino inmanente a él." ( La filosofía helenística, p. 149)

Y más adelante añade: "el principio activo (de la física estoica defendida por Crisipo) es la Naturaleza o Dios (...) Los cuerpos, en el sistema estoico, son compuestos de materia y mente (Dios o logos) (...) Su naturaleza, como el Dios o Naturaleza de Spinoza, es cosa a la que juntamente son atribuibles pensamiento y extensión" (pp. 153-154)

En Crisipo y en Spinoza asistimos a una identificación de Dios con la Naturaleza. Spinoza emplea constantemente la expresión latina "Deus sive Natura" (Dios o la Naturaleza). Descartes había dividido la realidad en dos mundos radicalmente separados: el de la mente y el de los cuerpos. Entre ambos mundos no hay comunicación posible, porque son dos substancias completamente distintas. Los cuerpos se reconocen por el atributo de la extensión (ocupan una porción del espacio y son medibles) y están sometidos a las leyes de la física mecanicista: se componen y descomponen por choques mecánicos entre partículas. La mente (o el alma) y sus contenidos se reconocen por el atributo del pensamiento (no ocupan ningún lugar ni son medibles). Junto al pensamiento y la extensión, o más bien por encima de ellas, Descartes reconocía una tercera substancia: la substancia infinita, es decir, Dios, que era la substancia por excelencia, de acuerdo con la definición de substancia que había dado Descartes, a saber, "aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir".

Spinoza observa, con razón, que es imposible que exista ninguna otra substancia junto a la substancia infinita, puesto que las otras dos dependen de ella y si fueran substancias en sentido estricto la limitarían. La substancia infinita que todo lo contiene debe tener infinitos atributos o modos de manifestación; pero, según Spinoza, nosotros sólo conocemos dos de esos atributos: el pensamiento y la extensión. No se trata, por tanto, de dos mundos separados, sino de Dios mismo o la Naturaleza misma mostrándose de dos maneras distintas. Por eso Spinoza llama a esta substancia Deus sive Natura: la Naturaleza es Dios extenso, cuerpo de Dios. Todo cuerpo "tiene alma", es, a la vez, pensamiento, tiene un correlato mental o espiritual, una naturaleza divina.

La identificación de Dios con la totalidad de lo real se conoce con el nombre de panteísmo (de pan = todo y teos = dios). Esta doctrina ha sido considerada una forma disimulada de ateísmo, por lo que ha sido condenada tanto por la ortodoxia judía (en la que Spinoza había sido educado y de la que fue excomulgado) como por la iglesia católica. Las doctrinas panteístas han proliferado especialmente en las fases de Sagitario del ciclo de Sofía, con Crisipo, Amalrico de Bene, David de Dinant y Spinoza, entre otros.

Amalrico (cuyo año de nacimiento se desconoce, pero que murió hacia el 1207) sostuvo que Dios era la esencia de todas las criaturas y la existencia de todas las criaturas.

David de Dinant (1160 - 1217) dividía las cosas en tres clases: cuerpos, almas y sustancias eternas, y sostenía que los cuerpos estaban constituidos por hylé (materia), las almas por nous (mente) y las sustancias eternas por Dios. Estas tres fuentes constitutivas son las tres indivisibles, y las tres indivisibles son una y la misma. Así, todos los cuerpos serían modos de un sólo ser indivisible, Hylé, y todas las almas serían modos de un ser indivisible, Nous; pero estos dos seres indivisibles son uno, y fueron identificados por David con Dios, que es la única sustancia. (Copleston, Historia de la Filosofía, t.II, pCursiva. 187)

David de Dinant, que desarrolló su filosofía en la fase Sagitario del ciclo de Sofía inmediatamente anterior al de Spinoza y Leibniz, no sólo anticipó las tesis centrales de Spinoza, sino que para probarlas se valió de un argumento que anticipa también el principio de identidad de los indiscernibles de Leibniz, según el cual en el supuesto de que existiesen dos sustancias indiscernibles, ambas coincidirían y serían una única e idéntica sustancia. Cinco siglos antes había dicho David de Dinant: "cuando las cosas no difieren en modo alguno una de otra son la misma. Ahora bien, siempre que dos cosas difieran una de otra, difieren en virtud de differentiae, y en tal caso deben ser compuestas. Pero Dios y la materia primera son completamente simples, no cosas compuestas. Así pues, no pueden diferir en modo alguno entre sí, y en consecuencia deber ser la misma cosa (Copleston, t.II, p. 188)

Por otra parte, es interesante considerar el singular destino que sufrió la obra de Juan Escoto Eriúgena muchos años después de su muerte. El acmé de Escoto tuvo lugar alrededor del año 850, que en el ciclo de Sofía corresponde a una fase de Piscis. La filosofía de Escoto no es panteísta, pero Amalrico de Bene la interpretó equivocadamente como panteísta y la presentó como un aval de sus propias doctrinas panteístas. En 1210, el concilio de París condena los escritos de Escoto dejándose arrastrar por la interpretación de Amalrico, quien también es condenado junto con David de Dinant. Casi cinco siglos más tarde, en 1681, las obras de Escoto se incluyeron en el índice de los libros prohibidos, nuevamente bajo acusación de panteísmo. Que por dos veces, con un ciclo de Sofia completo de por medio, se efectuara una lectura de Escoto distorsionada hacia el panteísmo, en ambos casos en fases de Sagitario, indica que en esos periodos las doctrinas de ese tipo "flotaban en el ambiente" y se las veía al mirar cualquier cosa que se les pareciera vagamente.

El signo de Sagitario es habitualmente representado por la figura de un centauro, y suele decirse que la doble naturaleza humana y equina de este ser mitológico simboliza la simultánea presencia en los nativos de este signo de tendencias a la elevación espiritual e inclinaciones al goce de los sentidos. El que este centauro sea, a la vez, un arquero que dispara su flecha hacia el infinito representa la voluntad de trascendencia hacia lo superior o divino. La distinción de David de Dinant entre cuerpos, almas y sustancias eternas puede ponerse en correspondencia con la parte equina, la parte humana y el objetivo de la flecha lanzada por el arquero-centauro respectivamente. Que Hyle y Nous sean uno queda bien figurado por el hecho de que la parte equina y la humana son un sólo animal, con capacidad de elevarse hasta la conciencia de ser uno con la divinidad. Spinoza repite el mismo esquema: pensamiento (parte humana) y extensión (parte equina) como atributos de una única sustancia, Dios o la Naturaleza.

El optimismo metafísico y el panteísmo se entrecruzan fácilmente, porque si Dios es el ser más perfecto que el cuál no podemos pensar ningún otro y, además, el mundo es de naturaleza divina, entonces no podemos vivir en otro mundo que no sea el mejor de los posibles.

© 2009, Julián García Vara

lunes, 7 de diciembre de 2009

Tauro, Nietzsche y el eterno retorno.





Como Gauguin, tampoco Nietzsche tenía ningún planeta en Tauro; en su caso, ni siquiera en la carta heliocéntrica. Puede parecer que el signo de Tauro no es adecuado para reflejar un espíritu tan demoledor como el suyo, quien dijo de sí mismo "yo no soy un hombre, soy dinamita". Pero esto tenía más que ver con la oposición de su Sol con Plutón, que en la carta heliocéntrica se ve como una perfecta alineación de Plutón con la Tierra. Por otra parte, lo que Nietzsche quería demoler era la síntesis de filosofía socrático-platónica con el cristianismo, precisamente para hacer sitio a una propuesta filosófica en la que los valores típicos de Tauro asumen casi todo el protagonismo. El mundo de las ideas de Platón y la vida ultraterrena del cristianismo son para Nietzsche espejismos de los que se vale el alma atormentada de los débiles para escapar de la tierra y negar la vida.

"¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a los que hablan de esperanzas sobrenaturales! Son envenenadores, lo sepan o no.

Así se expresa Nietzsche en Asi habló Zaratustra [trad. Alianza Editorial, p. 34] y Eugen Fink comenta sobre esto:

"El hombre (...) ha usado y abusado de la tierra para adornar la imagen del más allá (...) Al renunciar a la tierra, ha abusado de ella. El superhombre (...) devuelve a la tierra lo que ella había prestado y lo que se le había robado, renuncia a todos los sueños ultramundanos y se vuelve a la tierra con la misma pasión que antes dedicaba al mundo de los sueños (...) hacia la Gran Madre, hacia la tierra de anchos senos; en ella tiene el límite, el contrapeso que elimina todas las proyecciones hacia fuera. Al reinstalarse la existencia humana en la tierra (...) adquiere, a pesar de todos los riesgos, una estabilidad última (...) la tierra es el último criterio" (E. Fink, La filosofía de Nietzsche, pp. 81-86)

La filosofía de Nietzsche se desarrolla integramente en la última fase Tauro del ciclo de Sofía, la que va desde 1870 a 1910, aproximadamente. Las primeras obras importantes de Nietzsche se publican en el mismo año de 1870: El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música y La visión dionisíaca del mundo. Dionisos o Baco, en cuyo honor se celebraban las bacanales, es adoptado por Nietzsche como su segundo nombre.



Auguste Levêque (1866-1921), Bacchanalia

Dionisos representa un rotundo sí a la vida con todo lo que conlleva: "el orgullo, la alegría, la salud, el amor sexual, la enemistad, la guerra, la voluntad de poder, la gratitud a la tierra, el placer, la construcción y la destrucción. Aparta de sí la idea paralizante de la muerte (aleja el aguijón de Escorpio) y se entrega a la alegría de vivir sin freno, transfigurando los viejos valores y creando otros nuevos.




Henri Matisse, La alegría de vivir, 1906
"Todos los escritos posteriores a Así habló Zaratustra -sigue diciendo Fink, (op. cít. pp. 151-152) - están poseídos por la idea de la transmutación de todos los valores. Esto significa (...) que el pensamiento de Nietzsche transcurre por un cauce fijo de cuestiones (...) todos los problemas de la filosofía son para él problemas de valores"

En astrología, la función de valorar se asigna al elemento tierra en general, y más específicamente a Tauro y a la casa II. En un sentido superficial, esto se expresa en el interés que suelen tener los nativos de Tauro por el precio de las cosas, el cuál, si es justo, debe transparentar en términos cuantitativos su valor material. El valor moral de una acción coincide, según Nietzsche, con su valor para la vida. Bueno es todo aquello que aumenta la vitalidad y la sensación de poder.

Fidelidad a la tierra, espíritu dionisíaco y atención a los valores son tres temas centrales de la filosofía de Nietzsche que le conectan con el arquetipo astrológico de Tauro, pero hay un cuarto, no sé si el más importante, pero -a decir del propio Nietzsche- sí el más profundo, el más abismal: la teoría del eterno retorno de lo mismo.

"Vamos a suponer que cierto día o cierta noche un demonio se introdujera furtivamente en la soledad más profunda y te dijera:
Cursiva
-Esta vida tal como tú la vives y la has vivido tendrás que vivirla todavía otra vez y aún innumerables veces; y se te repetirá cada dolor, cada placer y cada pensamiento, cada suspiro y todo lo indeciblemente grande y pequeño de la vida (...) además todo se repetirá en el mismo orden y sucesión... Y hasta esta araña y este claro de luna entre los árboles y lo mismo este instante y yo mismo" (F. Nietzsche, La Gaya Ciencia)

"Yo mismo formo parte de las causas del eterno retorno. Vendré otra vez, con este sol, con esta tierra, con este águila, con esta serpiente -no a una vida nueva o a una vida mejor o a una vida semejante: -vendré eternamente de nuevo a esta misma e idéntica vida, en lo más grande y también en lo más pequeño, para enseñar de nuevo el eterno retorno de todas las cosas" (F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, p.203)

Esta misma idea fue formulada por Pitágoras y sus discípulos muy probablemente durante la fase Tauro del ciclo de Sofía inmediatamente anterior a los sofistas.

"la doctrina de la repetición exacta de la historia (...) está documentada como pitagórica por Eudemo (quien escribe): "pero si se puede creer a los pitagóricos en que los mismos acontecimientos se repetirán individualmente, en que yo volveré a hablaros sosteniendo mi bastón y tal como estáis sentados ahora, entonces es razonable decir que el tiempo se repite." Porfirio también, en la breve lista de los dogmas que en su opinión pueden atribuirse con seguridad al mismo Pitágoras (...) cita la creencia de que "los mismos acontecimientos pasados vuelven a repetirse de un modo idéntico cíclicamente y nada es nuevo en sentido absoluto"
(Guthrie, Historia de la Filosofía Griega, t.I, p.269)

En tiempos de Nietzsche, la idea aparece también en diferentes versiones en Poincaré, en C. S. Peirce, en Blanqui (1872), en F. G. Vogt (1878) y en Gustave Le Bon (1881), entre otros.

"Enrique Poincaré creó el equivalente científico del mito del eterno retorno: cualquier sistema que siga las leyes de la mecánica newtoniana siempre regresará a su situación original. Este teorema de Poincaré parece relegar la flecha del tiempo (su irreversibilidad) a una mera ilusión"
(Fernando del Río, León Máximo, La flecha del tiempo, en "Cosas de la ciencia")

La idea misma del eterno retorno parece retornar cíclicamente, viajando en el vagón arquetípico del signo de Tauro. Hay una característica de este signo que puede "explicar" su receptividad a la idea del eterno retorno: la compulsión a la repetición. Sigmund Freud, que nació con el Sol en Tauro y publicó sus primeras obras importantes en la misma fase Tauro que Nietzsche las suyas, señala la compulsión a la repetición como una característica distintiva de las neurosis obsesivas. El neurótico trata de mantener a raya su ansiedad mediante pequeños ritos repetitivos. En el hombre sano, la repetición forma los hábitos, es decir, aquellas conductas que uno renueva constantemente, sin modificación sensible. Tauro, que no gusta de cambios, porque generan incertidumbre, ama lo habitual, lo que da seguridad. Por cierto, Sören Kierkegaard, que también nació con el sol en Tauro, es autor de una obra titulada La repetición.

El eterno retorno de lo mismo es la compulsión a la repetición llevada al paroxismo de la dimensión cósmica inmanente.

© 2009, Julián García Vara

sábado, 5 de diciembre de 2009

Tauro, unas pinceladas.



Paul Gauguin - Nave, Nave Moe (1893)


Retorno a la naturaleza

"Durante los últimos años del siglo XIX y gracias a los pintores franceses y del resto de Europa que habían desarrollado el tema de la ciudad centrando su atención en sus características menos atractivas, surgió el deseo de probar una alternativa contra la vida frenética, atrapada en el bullicio urbano de los bulevares, cafés y burdeles que dominaban las capitales (...) algunos artistas emigraron a zonas rurales (...) Al mismo tiempo, se difundió la búsqueda de las llamadas sociedades primitivas, y el prestigio del grupo de Pont-Aven, donde Gauguin estuvo instalado hasta que logró marcharse a Oceanía, provocó el éxodo de numerosos artistas a la Bretaña (...) William Leech (...) Camille Pisarro (...) en 1884 se estableció en Eragny (...) a un par de horas de París (...) Fuera de Francia sucedió un fenómeno similar. Para los artistas británicos, Cornualles significó el equivalente de la Bretaña francesa (...)(paisajes de Forbes)"

Historia del Arte Salvat, t.15, p.227.


En nuestro esquema del ciclo de Sofía, los últimos 30 años del siglo XIX y la primera década del siglo XX se corresponden con el signo de Tauro. En esta época irrumpe el fenómeno literario del naturalismo.

"El naturalismo es un estilo artístico, sobre todo literario, basado en reproducir la realidad con una objetividad perfecta y documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el periodista Émile Zola que expuso esta teoría en el prólogo a su novela Thérèse Raquin y sobre todo en Le roman expérimental (1880). Desde Francia, el Naturalismo se extendió a toda Europa en el curso de los veinte años siguientes adaptándose a las distintas literaturas nacionales."

Aunque el fauvismo surge como reacción contra el naturalismo, ambas corrientes encarnan de diferente forma algunos aspectos básicos del arquetipo astrológico de Tauro. El naturalismo, de inspiración positivista, trata de "atenerse a lo dado", al mundo tal y como es, con sus grandezas y sus miserias. Esto supone entronizar a los sentidos como instrumento privilegiado para el conocimiento. El fauvismo es una forma de pintar que recurre a colores irreales, intensos, de fuertes contrastes, con formas inacabadas, de modo que, si bien se rebela contra el servilismo mimético y rígido que conlleva la reproducción exacta de la realidad percibida, crea un universo de colores tan vivos que consigue estimular los sentidos con más fuerza que la realidad misma. Pero sobre todo, aunque el tratamiento formal sea diferente, los temas son muchas veces comunes.

El cuadro de Matisse Lujo, calma y voluptuosidad condensa en su título los valores esenciales del signo de Tauro.



Henri Matisse, Lujo, calma y voluptuosidad (1904)


Pero probablemente sea la obra pictórica posimpresionista de Paul Gauguin la que mejor refleja la sensualidad, la fruición de los manjares naturales, los frutos frescos, la belleza de las mujeres, y el contacto con la tierra que identifican tradicionalmente al signo de Tauro. Pero Gauguin no tenía ningún planeta en Tauro, al menos es su carta geocéntrica con zodíaco tropical. En su carta heliocéntrica, sin embargo, encontramos a Venus a 16º 40' de Tauro, muy cerca del grado de su Mediocielo, si hemos de dar por buena la carta que se exhibe en el siguiente blog:


Ahora bien, como la irrupción de esta temáticas "taurinas" afectó a toda una generación de escritores, novelistas, pintores y filósofos, no debemos mirar en dirección a Venus, sino más bien hacia un planeta generacional bastante lento. Es de esperar que, si el ciclo de Sofía es real y la cronología esbozada se aproxima lo suficiente a la verdadera, lo que lo pone en marcha debe ser un planeta todavía no descubierto que pasa alrededor de 40 años en cada signo.



Desde la Polinesia, a donde llegó en 1891, escribe Gauguin:

"Para sobrevivir, lo que hay que hacer es dirigirse a la naturaleza que es rica y generosa y no niega nada a quien le pide parte de los tesoros que guarda en sus reservas, en los árboles, en la montaña, en el mar. Pero hay que saber trepar a lo alto de los árboles, ir a la montaña y volver cargando pesados fardos, capturar los peces, bucear, arrancar del fondo del mar la concha que se agarra con fuerza a la roca.

Así pues, por el momento, yo, el hombre civilizado, era inferior a los salvajes que vivían felices a mi alrededor, en un lugar en donde el dinero, que no procede de la naturaleza, no sirve para adquirir los bienes esenciales que la naturaleza produce."





miércoles, 2 de diciembre de 2009

Escorpio: el reino de la necesidad




"Todas las almas, e incluso también el diablo y los demonios, mediante un sufrimiento purificador, conseguirán la unión con Dios. Esta es la doctrina de la restauración de todas las cosas, según la cual todas las cosas regresarán a su último principio, y Dios será todo en todo" (Frederick Copleston, Historia de la Filosofía, t. II, p.39)


Así resume Copleston la teoría de la apocatástasis de Orígenes, uno de los padres griegos de la Iglesia, nacido hacia el año 185 ó 186. Su acmé o florecimiento podemos situarlo hacia el 225 ó 226, que en el esquema cronológico que di en la entrada "Ciclos de pensamiento" (23 de noviembre) se corresponde con el final de una fase Escorpio. El sufrimiento purificador se relaciona en astrología con los signos y casas de agua, como también la muerte y cualquier otro episodio de disolución de la identidad en un todo mayor. Los signos de fuego representan el movimiento opuesto: el de la emergencia de una identidad, el yo que surge y se expande en un movimiento ensimismado. En los signos de tierra se descubre el mundo como opuesto al yo, como algo que está enfrente y limita el crecimiento exuberante de la identidad. A través de las sensaciones se experimenta el dolor como choque conflictivo con el mundo, pero también el placer como encuentro armónico con algo distinto del yo. En los signos de aire se descubre la existencia de otras identidades, la diferencia, los puntos de vista alternativos. El conflicto de identidades se resuelve en los signos de agua en un movimiento de fusión que elimina las diferencias.

Orígenes se tomó al pie de la letra el precepto bíblico "si tu ojo te escandaliza, sacátelo..." y se automutiló los genitales en su juventud para poder vivir en castidad. Esto muestra hasta qué punto debía sentir como poderosos e indomables los impulsos sexuales, que la astrología relaciona sobre todo con el signo de Escorpio. La solución tan radical que dio a lo que -en su concepto- era un obstáculo para su vida religiosa y su salvación es un buen ejemplo del comportamiento extremista que también suele atribuirse a este signo.

En efecto, cuando los impulsos sexuales cobran fuerza dentro de nosotros podemos llegar a sentirnos como títeres a merced de una intensa corriente que nos lleva donde quiere; nos tornamos capaces de las mayores proezas y de las mayores ruindades. Se nubla el juicio, se pierde la concentración, la atención queda secuestrada por el objeto del deseo, que nos atrae con una fuerza animal irresistible. La voluntad se debilita y, en casos extremos, puede llegar a quedar anulada. Entonces ya no se puede hacer nada para oponerse a ello, como nada se puede hacer para oponerse a la muerte.

El sexo y la muerte son ejemplos de instancias abrumadoras, de lo que se impone con la fuerza de la necesidad, de algo ante lo cual es inútil toda resistencia. Así como en otro lugar he relacionado los juicios hipotéticos con el signo de Libra, podemos aquí relacionar los juicios apodícticos con el signo de Escorpio. En la lógica clásica se califica de apodícticos a aquellos juicios que expresan el máximo grado de certeza, verdad y necesidad del conocimiento. Nos indican algo que no puede ser de otra manera, algo que ha de ser así por necesidad. A esta clase pertenecen las leyes de las matemáticas y de la lógica, y también las de la física y otras ciencias, en tanto que se formulan como leyes universales y necesarias. La idea de conexión necesaria aplicada a problemas lógicos y matemáticos hace posible las cadenas de demostración. Aplicada a problemas físicos toma la forma de causalidad estricta y abre el camino a planteamientos deterministas. Aplicada a problemas humanos toma la forma de fatalidad. Aplicada a la teología toma la forma de una de las tesis de Orígenes que fueron condenadas como heréticas, la de que Dios creó el mundo no libremente, sino por necesidad de su naturaleza.

El gran maestro de las demostraciones matemáticas y geométricas, Euclides (330 - 275 a.C) floreció también en una fase Escorpio del ciclo de Sofía, la inmediatamente anterior a la de Orígenes, y también Fermat (1661 - 1665), que continuó la labor de Euclides en el siglo XVII, trabajó en otra fase Escorpio. "Euclides descubrió la infinitud de los números primos. Así alcanzó su máximo desarrollo la teoría de los números en Grecia (...) Hasta el siglo XVII en que Fermat propuso sus teoremas (...) no hubo más progreso en esta área. (La enciclopedia del estudiante, ed. Santillana, t. XV, p.37).

Escorpio es el reino de la necesidad. Incluso hablamos de "hacer nuestras necesidades" cuando buscamos una forma eufemística de referirnos a las funciones catabólicas asociadas al signo de Escorpio. Bajo su dominio está todo aquello "de lo que no hay escapatoria". Puede escenificarse en la forma de brillante demostración lógica de un teorema en un estrado universitario o en la erótica de las cadenas y de la "mujer fatal".

En Libra aún era posible optar por un camino o por otro. En Escorpio, la decisión ya está tomada, ya no hay vuelta atrás, sólo queda afrontar las consecuencias y llegar hasta el final.





martes, 1 de diciembre de 2009

Suicidio y fases lunares

En el comentario anterior vimos la distribución estadística de los ángulos entre los nodos de la Luna y cuatro planetas (Neptuno, Urano, Júpiter y Marte) en las cartas natales de 403 suicidas.

A título de curiosidad comentaré algo de lo que sucede con los otros planetas, aunque debe tenerse en cuenta que las cifras de casos de planetas sueltos en intervalos aislados son tan bajas que no significan prácticamente nada.

Por lo que respecta a Plutón, presenta valores normales en las dos conjunciones al nodo norte (11,12), pero en relación al nodo sur la conjunción aplicativa casi triplica el valor de la separativa (14,5). El Sol, por su parte, sigue un patrón similar al de los 4 planetas que ya vimos, aunque con diferencias menos acusadas. Los valores de Venus en las dos conjunciones al nodo norte y en la conjunción separativa al nodo sur son completamente normales, pero en la aplicativa al nodo sur sigue la tendencia opuesta a la de los demás planetas (sólo 5 casos). Parece que Venus se compenetra bien con el nodo sur, tal vez porque el nodo sur es el punto de comienzo de Libra en el zodíaco dracónico. La Luna no se desvía significativamente en ningún caso. Los datos de Saturno y Mercurio son difíciles de valorar, porque parecen estar afectados por acumulaciones cíclicas de posiciones en el zodíaco dracónico (por lo que se refiere a Mercurio, la razón de esto se explica en el artículo Mercurio y sus ciclos cuasi-generacionales ), pero, en principio, ambos planetas son los que presentan valores más altos en las conjunciones aplicativas al nodo norte. Está claro, sin embargo, sobre todo en el caso de Mercurio, que esos valores son generacionales y no pueden ser, pues, tomados en cuenta.

Simplificando, podemos decir que en general las conjunciones (especialmente las aplicativas) con el nodo sur de la Luna incrementan la incidencia del suicidio, salvo que se trate de Venus, Saturno o la Luna. Y las conjunciones con el nodo norte disminuyen la incidencia del suicidio, salvo que se trate de Saturno, Venus o la Luna.

Vamos a completar un poco más el cuadro echando un vistazo a la distribución de las fases de la Luna en el nacimiento de los 403 suicidas. Es decir, miraremos los ángulos entre el Sol y la Luna.


El intervalo 36, correspondiente a la conjunción aplicativa, está claramente por encima de lo normal, pero el 35 es todavía más fuerte. Esto significa que el riesgo mayor se da en los nacimientos que tuvieron lugar uno o dos días antes de la Luna Nueva, es decir cuando la Luna se encuentra en alguno de los 20 grados precedentes a la posición del Sol.

Para tranquilizar a quienes encuentren estas posiciones en sus cartas natales es necesario insistir en dos puntos. En primer lugar, esto es sólo una estimación provisional en base a una muestra relativamente corta de datos, de modo que un estudio posterior podría invalidarla. En segundo lugar, hay que poner en relación estos datos con los índices reales de suicidio, los cuales varían de unos países a otros, pero, en promedio, podemos decir que sólo una de cada cuatro mil personas -aproximadamente- comete suicidio. Si estudios posteriores confirman las tendencias observadas en éste sobre las fases de la Luna, podremos decir que la probabilidad de suicidio entre los nacidos uno o dos días antes de la Luna nueva es de 1 entre 2500 aproximadamente, en lugar de 1 entre 4000. Por tanto, 2499 de cada 2500 personas con éste ángulo en sus cartas NO cometerán suicidio.

Hay otros factores de riesgo. Por ejemplo, se suicidan el doble de varones que de mujeres; se suicidan más divorciados, separados, viudos y solteros que casados; se suicidan más pobres que ricos, etc. Entonces podemos hacer un cálculo muy simple. Si entre los nacidos en Luna nueva se suicida una persona de cada 2500, lo harán 3 de cada 7500. De esas 3 sólo una será mujer. Sin tener en cuenta las fases, el índice de suicidio es de 1 cada 4000; por tanto asciende a 3 de cada 12000. De esos tres dos serán varones; por tanto, se suicida un varón de cada 6000 personas, pero sólo una mujer nacida en luna nueva de cada 7500. En conclusión, el riesgo de cometer suicidio por el simple hecho de haber nacido varón es mayor que el riesgo de que lo cometa una mujer aun en el caso de que haya nacido en luna nueva.


© 2009, Julián García Vara