lunes, 23 de noviembre de 2009

Ciclos de pensamiento.




El ciclo de Sofía


En el tomo I de su Historia de la filosofía griega (p.205 de la traducción española, ed. GREDOS, Madrid, 1984) escribe Guthrie a propósito de Platón:

"estudiar el cosmos visible, en sus aspectos de estar sometido a regla y orden -es decir, los movimientos de los cuerpos celestes-, contribuirá igualmente a resaltar nuestro parentesco con lo divino. Al concedernos la vista, dice, los dioses han hecho posible la filosofía, porque se nos dio "a fin de que pudiéramos observar los circuitos de inteligencia en el cielo y aprovecharnos de ellos para las rotaciones de nuestro propio pensamiento, porque son semejantes, por más que las nuestras sean objeto de perturbación y las de ellos carezcan de perturbación alguna, y a fin de que aprendiendo a conocerlas y adquiriendo la capacidad de calcularlas correctamente, según su naturaleza, podamos reproducir las rotaciones perfectamente infalibles de la divinidad y reducir al orden establecido los errabundos movimientos que tenemos en nosotros mismos. (Timeo, 47 B-C)"

Hoy en día tendemos a concebir el pensamiento como un movimiento libre de nuestro espíritu que puede dirigirse caprichosamente en cualquier dirección. O bien, a la manera de los hegelianos de izquierdas, como un epifenómeno de la infraestructura económica, de las condiciones materiales y sociales de una época determinada, al servicio de los intereses de clase con los que consciente o inconscientemente se identifica el pensador. En el primer caso, el pensamiento fluye al margen de la historia, mientras que en el segundo se transforma al ritmo dialéctico de un progreso histórico lineal que no conoce retrocesos ni repeticiones.

Platón nos dice, sin embargo, que el pensamiento es circular, rítmico, cíclico, y que sigue la estela de los circuitos de inteligencia inscritos en el cielo. Puede decir esto porque cree en la divinidad del cosmos, en su carácter orgánico, ordenado y viviente, perfecto y superior al entendimiento humano. Sintonizar con ese pensamiento cósmico, aprendiendo a calcular sus ciclos y a conocer su naturaleza, es una forma de elevación. El término griego "Cronos" como argumenta Guthrie (pp. 320-22), se refiere no simplemente al tiempo en cuanto duración o mera sucesión de un antes y un después, sino que específicamente asume la connotación de sucesión ordenada, ajustada a número y medida, regular y cíclica, conforme a los movimientos armónicos de los cuerpos celestes. La historia del pensamiento filosófico y científico sólo adquiere este tipo de regularidad (sólo se convierte en verdadera crónica) si se la examina desde puntos de vista cíclicos; es decir, únicamente rastreando ciclos que pongan de manifiesto la circularidad ordenada y constante que preside la reaparición de motivos, temáticas, preocupaciones, planteamientos y hasta figuras personales cuya vigencia es recuperada. Sólo así el pensamiento se encarna en la temporalidad, superando la contingencia anecdótica.

Jaspers, en su Psicología de la concepciones del mundo, sugiere algo parecido cuando afirma:

"Es una necesidad y un derecho para cada época reproducir nuevamente de una forma viva lo que el pasado ha poseído de otra forma; producir otra vez lo que ya desde hace mucho se logró" (pp. 31-37).

En las cinco entradas anteriores hemos rastreado un fragmento de secuencia zodiacal que cubre toda la época dorada de la filosofía griega antigua. No puedo asegurar que las asociaciones de ideas que me han permitido organizar ese material histórico con criterios astrológicos se correspondan con un ciclo realmente existente. No puedo saber con certeza si lo que he visto es algo que está realmente ahí o sólo es algo que mi mente ha puesto ahí. En todo caso, debemos observar que yo no disponía de ningún esquema previo en el que tratar de encajar los datos, a excepción de la vaga matriz de la secuencia zodiacal, la cual fue evocada por los datos mismos, y no al revés. Es decir, no se me puede achacar la crítica que Esquenazi ha hecho a Tarnas en el sentido de que, puesto que conoce de antemano los ciclos astronómicos, su supuesta naturaleza astrológica y las fechas en que se deberían sentir sus efectos, sólo ha tenido que seleccionar del amplio caudal de datos históricos que conviven en una misma época aquellos que concuerdan con su idea preconcebida y hacer oídos sordos a todo lo demás. En mi caso no hay ningún ciclo astronómico detrás, ninguna fecha previamente establecida, ninguna duración de ciclo conocida de antemano. Al revés, el ciclo ha sido sugerido por los datos mismos en contra de toda evidencia astronómica. Ni conozco las fechas de nacimiento de ninguno de los filósofos de la antigüedad ni ciclo planetario alguno que dure 480 años. Esta duración de ciclo, que es sólo una estimación, fue sugerida por el hecho de que en la secuencia de las principales figuras de la época dorada de la filosofía griega antigua, que incluye a Sócrates, Platón, Aristóteles y Epicuro, cada uno de ellos era unos 42 ó 43 años más joven que el anterior. Como cada figura expresa el arquetipo de uno de los signos del zodíaco en su orden natural, esto me llevó en principio a calcular una duración de unos 510 años para el ciclo completo de 12 signos. Posteriormente, al comprobar los plazos reales en que reaparecían en la historia de la filosofía los mismos motivos o en que se recuperaba el interés por algún filósofo antiguo tiempo atrás olvidado, comprendí que el ciclo total debía ser algo más corto, hasta quedar situado en esos 480 años. Por ejemplo, la filosofía de Crisipo resurge con Spinoza y Leibniz. Desde el nacimiento de Crisipo hasta el de Spinoza transcurrieron unos 1912 años. La duración del ciclo fue estimada inicialmente en una cifra próxima a los 5 siglos, y la diferencia de edad entre Crisipo y Spinoza se acerca a 4 veces 5 siglos. Dividiendo 1912 por 4 obtenemos 478. Entre Crisipo y Leibniz, la diferencia de edad es de unos 1926 años, que divididos por 4 nos quedan en 481,5 años. La media de estas diferencias y otras registradas con otros filósofos se aproxima bastante a los 480 años.

Además, en caso de que hubiera algún planeta relacionado con la actividad filosófica con un ciclo en torno a los 480 años, no sería sino hasta los 40 años que se formaría el primer tránsito de ese planeta a su propia posición radical (un semisextil), y es precisamente en la edad de 40 años donde los griegos acostumbraban a situar el acmé o floruit de un filósofo (es decir, su época de florecimiento o plenitud). Por supuesto, sé muy bien que esto no es suficiente como para dar por hecha la existencia de semejante ciclo, pero sirve al menos para trazar un primer esquema de rastreo de datos que puede ser extendido hacia adelante y hacia atrás en el tiempo como un hipotético marco de observación.

Como no puedo estar todo el tiempo repitiendo que este ciclo es solamente una suposición, que de momento sólo es especulativo, hipotético, etcétera, lo dejo dicho aquí y, en adelante, me referiré a él con el nombre de "Ciclo de Sofía", no porque tenga nada que ver con el asteroide del mismo nombre, sino en honor a la filo-sofía, que es el ámbito donde se ha revelado por primera vez, ya sea su realidad o su ficción.


El cuadro cronológico orientativo que manejo es el siguiente:



ARIES -570 -90 390 870 1350 1830
TAURO -530 -50 430 910 1390 1870
GÉMINIS -490 -10 470 950 1430 1910
CANCER -450 30 510 990 1470 1950
LEO -410 70 550 1030 1510 1990
VIRGO -370 110 590 1070 1550 2030
LIBRA -330 150 630 1110 1590 2070
ESCORPIO -290 190 670 1150 1630 2110
SAGITARIO -250 230 710 1190 1670 2150
CAPRICORNIO -210 270 750 1230 1710 2190
ACUARIO -170 310 790 1270 1750 2230
PISCIS -130 350 830 1310 1790 2270


Cualquier observación al respecto será bienvenida.


© 2009, Julián García Vara



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