Las conjunciones examinadas se han considerado desde dos puntos de vista; en primer lugar como conjunciones "no orientadas", que son aquellas que se valoran con independencia del orden de los factores, y en segundo lugar como conjunciones "orientadas", en las que el orden de los factores sí es tenido en cuenta. Esta doble manera de abordar el estudio de las conjunciones y del resto de los aspectos se ampara, por un lado, en investigaciones empíricas previas y, por otro, en un análisis teórico de los métodos y componentes estructurales usados por la astrología tradicional para presentar el saber astrológico como un sistema ordenado.
Por lo que respecta a la base empírica, el análisis estadístico de diversas muestras (boxeadores, asesinos, escritores, médicos) de las que me ocupé hace tiempo presentaba en relación con algunos ciclos planetarios lo que he dado en llamar "el efecto enantiodrómico". Como ya he explicado en el artículo anterior, este efecto consiste en que un cambio en el orden de los factores de dos planetas en conjunción (en cualquier armónico) provoca una inversión de la polaridad de las desviaciones significativas, que pasan de positivas a negativas o viceversa. Este intrigante efecto, que me sorprendió bastante las primeras veces que me lo encontré, está en realidad implícitamente incorporado en los modelos teóricos que maneja la astrología desde la antigüedad. El ingreso de un planeta en un signo, por ejemplo, puede ser visto como un caso especial de efecto enantiodrómico, porque a todo signo masculino le sigue uno femenino y viceversa. Siempre que un planeta en movimiento directo ingresa en un signo de Fuego lo hace desde un signo de Agua y, por tanto, pasa abruptamente de un signo femenino, frío y húmedo a uno masculino, caliente y seco. Siempre que un planeta en movimiento directo ingresa en un signo de Aire lo hace desde un signo de Tierra y, por tanto, pasa abruptamente de un signo femenino, frío y seco a uno masculino, caliente y húmedo. Por consiguiente, en estos casos hay ciertos puntos de la trayectoria del Sol o de cualquier otro planeta en movimiento a través del círculo zodiacal a partir de los cuales los efectos se invierten súbitamente. Pero estos puntos no son solamente las puertas de entrada a cada signo, sino que son al mismo tiempo los lugares donde los aspectos de la serie del 12 entre el Punto Vernal y el Sol o cualquier otro planeta se hacen exactos. De esta manera, el efecto enantiodrómico detectado empíricamente a través de estadísticas sobre aspectos, estaba ya reconocido y plasmado en las categorías usadas por la astrología tradicional para organizar el espacio zodiacal.
El poder hipnótico del lenguaje nos induce a pensar en los signos del zodiaco y en las casas como si fueran algo radicalmente diferente de los aspectos. Vemos los signos y las casas como sectores con límites bien definidos, con transiciones de tipo todo o nada y con características muy concretas y bien diferenciadas, como lugares esencialmente pasivos que sirven de receptáculos o de vía de paso para los planetas. Los aspectos, sin embargo, los concebimos como relaciones angulares esencialmente activas entre puntos o planetas, con límites (orbes) difusos y variables, con transiciones graduales o gaussianas y con una carga significativa propia mucho más débil que la de los signos o las casas. Ingenuamente hemos proyectado sobre los cielos conceptos que son válidos para organizar nuestra experiencia sobre el suelo terrestre, pero que carecen de sentido en la inmensidad de los espacios infinitos. En los cielos no hay territorios, no hay lugares, sólo hay cuerpos desplazándose por el espacio (planetas, estrellas, cometas, asteroides) y formando diferentes relaciones angulares entre ellos en función de sus movimientos y sus cambiantes posiciones relativas a un determinado punto de observación. Las casas del horóscopo, los signos del zodiaco y los aspectos son básicamente lo mismo: conjuntos de relaciones angulares. Así, por ejemplo, llamamos Cáncer al conjunto de todos los ángulos eclípticos comprendidos entre la primera cuadratura y el primer trígono del Sol desde el Punto Vernal, llamamos Casa IX al conjunto de los ángulos comprendidos entre el segundo trígono mundano desde el Ascendente y el Medio Cielo—y suponiendo un orbe de 4 grados— llamamos Sextil al conjunto de distancias angulares comprendidas entre 56 y 64 grados antes o después de un punto de referencia.
Si en último término todo se reduce a relaciones angulares, debemos entender que lo que ha cristalizado en conceptos aparentemente tan distintos como signo, casa y aspecto no puede ser otra cosa que diferentes propiedades de las relaciones angulares mismas. Al concentrar nuestra atención en la propiedad enantiodrómica (cambio abrupto y alternante de polaridad en un punto crítico) de ciertas relaciones angulares las percibimos como signos o casas. Al concentrar nuestra atención en la propiedad ondulatoria (cambio paulatino de intensidad de un efecto homogéneo en torno a un foco de radiación) de ciertas relaciones angulares las percibimos como aspectos. Pero la propiedad no seleccionada por nuestros hábitos de percepción sigue estando presente y puede detectarse por métodos estadísticos u otras formas de organizar la información menos dependientes de la mirada secuestrada por las formas tradicionales de categorización.
El poder hipnótico del lenguaje nos induce a pensar en los signos del zodiaco y en las casas como si fueran algo radicalmente diferente de los aspectos. Vemos los signos y las casas como sectores con límites bien definidos, con transiciones de tipo todo o nada y con características muy concretas y bien diferenciadas, como lugares esencialmente pasivos que sirven de receptáculos o de vía de paso para los planetas. Los aspectos, sin embargo, los concebimos como relaciones angulares esencialmente activas entre puntos o planetas, con límites (orbes) difusos y variables, con transiciones graduales o gaussianas y con una carga significativa propia mucho más débil que la de los signos o las casas. Ingenuamente hemos proyectado sobre los cielos conceptos que son válidos para organizar nuestra experiencia sobre el suelo terrestre, pero que carecen de sentido en la inmensidad de los espacios infinitos. En los cielos no hay territorios, no hay lugares, sólo hay cuerpos desplazándose por el espacio (planetas, estrellas, cometas, asteroides) y formando diferentes relaciones angulares entre ellos en función de sus movimientos y sus cambiantes posiciones relativas a un determinado punto de observación. Las casas del horóscopo, los signos del zodiaco y los aspectos son básicamente lo mismo: conjuntos de relaciones angulares. Así, por ejemplo, llamamos Cáncer al conjunto de todos los ángulos eclípticos comprendidos entre la primera cuadratura y el primer trígono del Sol desde el Punto Vernal, llamamos Casa IX al conjunto de los ángulos comprendidos entre el segundo trígono mundano desde el Ascendente y el Medio Cielo—y suponiendo un orbe de 4 grados— llamamos Sextil al conjunto de distancias angulares comprendidas entre 56 y 64 grados antes o después de un punto de referencia.
Si en último término todo se reduce a relaciones angulares, debemos entender que lo que ha cristalizado en conceptos aparentemente tan distintos como signo, casa y aspecto no puede ser otra cosa que diferentes propiedades de las relaciones angulares mismas. Al concentrar nuestra atención en la propiedad enantiodrómica (cambio abrupto y alternante de polaridad en un punto crítico) de ciertas relaciones angulares las percibimos como signos o casas. Al concentrar nuestra atención en la propiedad ondulatoria (cambio paulatino de intensidad de un efecto homogéneo en torno a un foco de radiación) de ciertas relaciones angulares las percibimos como aspectos. Pero la propiedad no seleccionada por nuestros hábitos de percepción sigue estando presente y puede detectarse por métodos estadísticos u otras formas de organizar la información menos dependientes de la mirada secuestrada por las formas tradicionales de categorización.
Hay también otros ejemplos de efectos enantiodrómicos menos dramáticos, porque se desarrollan de modo gradual, pero, de todas formas, hay un punto a partir del cual se produce un cambio repentino del sentido del desarrollo. Así ocurre, por ejemplo, con las sicigias o lunaciones. La Luna pasa de menguante a creciente a partir del punto de conjunción con el Sol y de creciente a menguante a partir del punto de oposición. Otro ejemplo es el paso del Sol por el punto del solsticio de invierno, a partir del cual los días pasan de menguar a crecer en horas de luz solar, y por el solsticio de verano, en el que ocurre lo contrario. En general, cualquier punto situado en la frontera entre dos tendencias contrapuestas o dos sentidos de desarrollo diferentes constituye un punto crítico, debido precisamente al cambio de tendencia que es necesario afrontar y a los reajustes que ello conlleva.
La distinción de uso común entre aspectos aplicativos y separativos se aproxima bastante a lo que más arriba he denominado "conjunciones orientadas", pero no se trata de lo mismo y menos aún cuando cada planeta procede de una carta distinta, como es el caso en la investigación que nos ocupa. En principio, una conjunción entre dos planetas es aplicativa si el más rápido de los dos se sitúa antes que el más lento, de tal manera que su movimiento natural y su mayor velocidad le conducirá en un futuro próximo hasta el punto de aspecto exacto. Por el contrario, una conjunción es separativa si el planeta más rápido ha rebasado ya al más lento y se separa paulatinamente de él y del punto de aspecto exacto. Esto es así siempre y cuando ninguno de los dos esté retrógrado, porque si alguno lo está o lo están ambos puede ocurrir que el planeta más rápido situado antes que el más lento se esté separando de éste, o bien que situado después aplique hacia atrás. Por fortuna, estos casos especiales no se presentan nunca cuando se trabaja con planetas heliocéntricos, porque éstos nunca retrogradan. Los conceptos de aplicación y separación, en cualquier caso, no se pueden utilizar apropiadamente en el contexto de una sinastría, no sólo porque puede ocurrir que los dos planetas en aspecto sean el mismo (por ejemplo, Saturno de la mujer y Saturno del hombre, con la misma velocidad), sino también porque cada planeta procede de un tiempo diferente. Nuestras "conjunciones orientadas" son otra cosa. No precisan distinguir entre planetas rápidos y lentos ni entre planetas directos y retrógrados, porque lo único que importa es el orden de los factores.
La distinción estre aspectos aplicativos y separativos puede, hasta cierto punto, tomarse como otro caso especial de efecto enantiodrómico. De hecho, la conjunción de la Luna con el Sol es aplicativa si la Luna está menguante y es separativa si está creciente. De acuerdo con los trabajos estadísticos de Addey sobre nonagenarios, parece que los aspectos aplicativos presentes en una carta natal tienden a acortar algo la vida del nativo, mientras que los separativos tienden a prolongarla. Parece lógico que así sea si tenemos en cuenta que en una conjunción aplicativa los planetas se están acercando a un punto crítico, mientras que en una conjunción separativa el punto crítico está siendo dejado atrás. Algunos astrólogos han tratado de introducir matices diferenciales en el significado general de los aspectos, según sean aplicativos o separativos. Se ha dicho, por ejemplo, que la fase aplicativa de un aspecto representa las causas o las condiciones que propician cualquier fenómeno que se le pueda asociar razonablemente y la fase separativa nos muestra los efectos o las consecuencias. También se ha defendido que los aspectos aplicativos operan a un nivel más interno y los separativos están más volcados hacia el mundo exterior. No obstante, estos intentos de modificar o enriquecer la interpretación de un aspecto de acuerdo con su condición de aplicación o separación son más bien aislados. Ante un aspecto presente en una carta natal, la mayoría de los astrólogos dan exactamente la misma interpretación tanto si es aplicativo como si es separativo. Lo importante para ellos es si los dos planetas entán o no dentro de la zona (orbe) que permite un contacto significativo entre los principios abstractos o simbólicos ligados tradicionalmente a cada planeta. Y esto es, sin duda, un detalle de primerísima importancia, porque sin la suficiente proximidad o sin un canal de comunicación no puede haber interacción. Pero para saber en qué momento de esa interacción se encuentran necesitamos comprobar si han traspasado o no el punto crítico, si vienen o van, si están "acudiendo a la cita" o "despidiéndose".
Supongamos que una persona que lleva el dinero justo para comer se sitúa a una distancia de 10 metros antes de la puerta de un restaurante. En ese momento tiene el bolsillo lleno y el estómago vacío. Avanza esos 10 metros, entra al local y se satisface. Más tarde sale del local y avanza hasta 10 metros de distancia de la puerta del restaurante. Ahora tiene el estómago lleno y los bolsillos vacíos. Evidentemente no es lo mismo tener el estómago vacío y el bolsillo lleno que tener el bolsillo vacío y el estómago lleno, por más que en ambos casos la persona se encuentre a la misma distancia de la puerta del restaurante. De manera similar, algunos aspectos entre dos planetas representan situaciones muy diferentes dependiendo del orden de los factores, aun cuando el número de grados que los separa sea el mismo.
Esto no quiere decir que distancias iguales entre dos planetas no produzcan también ciertos efectos semejantes con independencia del orden de los factores, porque la distancia angular introduce por sí sola un armónico determinado con significación propia que baña por igual a los dos planetas que vibran en la misma longitud de onda. Si, por ejemplo, dos planetas están separados por 90 grados vibrarán conjuntamente en el armónico 4, que será la carta de transformación del arco entre ambos, y se moverán en el escenario de significados propio de este armónico (tensión, estímulo, logro a través del esfuerzo, lucha, conflicto, desafío, superación).
Revisión del armónico 1. Orbes disociados
En la investigación estadística de la que he dado cuenta en la entrada anterior definí como "zona de contacto" un área de 26º 40' (13º 20' a cada lado del planeta de referencia) para las conjunciones no orientadas. Esta zona quedó después subdividida en dos, exactamente por su mitad, con objeto de separar las conjunciones orientadas (v. figura 1). Un orbe de 13º 20' para una conjunción entre dos planetas parece excesivo si lo comparamos con los recomendados por la mayoría de los astrólogos. Las razones que me llevaron a adoptarlo no son ni empíricas ni lógicas, sino que se trató de una simple cuestión de conveniencia práctica relacionada, por un lado, con el tamaño de la muestra y, por otro, con ciertas limitaciones del programa usado para tratar la información. Era necesario alcanzar una solución de compromiso entre precisión y fiabilidad. La precisión depende del número de partes iguales (intervalos) en que dividimos el círculo de los aspectos. A más intervalos más precisión. La fiabilidad depende del número de casos que cabe esperar encontrar en cada intervalo. A más casos, más fiabilidad. Ante una muestra de un tamaño dado, que no podemos ampliar por la razón que sea, a mayor precisión menos fiabilidad, porque cuantos más intervalos usemos menos casos se encuadrarán en cada uno de ellos.
Es muy posible, por tanto, que el orbe utilizado —fruto de este compromiso— no sea el más adecuado para obtener los mejores resultados. Para paliar en alguna medida esta posible deficiencia de mi investigación sin por ello ceder terreno en los niveles de precisión y fiabilidad alcanzados en la parte del trabajo ya realizada, he reorganizado los datos en la forma que se muestra en el siguiente gráfico:
La distinción de uso común entre aspectos aplicativos y separativos se aproxima bastante a lo que más arriba he denominado "conjunciones orientadas", pero no se trata de lo mismo y menos aún cuando cada planeta procede de una carta distinta, como es el caso en la investigación que nos ocupa. En principio, una conjunción entre dos planetas es aplicativa si el más rápido de los dos se sitúa antes que el más lento, de tal manera que su movimiento natural y su mayor velocidad le conducirá en un futuro próximo hasta el punto de aspecto exacto. Por el contrario, una conjunción es separativa si el planeta más rápido ha rebasado ya al más lento y se separa paulatinamente de él y del punto de aspecto exacto. Esto es así siempre y cuando ninguno de los dos esté retrógrado, porque si alguno lo está o lo están ambos puede ocurrir que el planeta más rápido situado antes que el más lento se esté separando de éste, o bien que situado después aplique hacia atrás. Por fortuna, estos casos especiales no se presentan nunca cuando se trabaja con planetas heliocéntricos, porque éstos nunca retrogradan. Los conceptos de aplicación y separación, en cualquier caso, no se pueden utilizar apropiadamente en el contexto de una sinastría, no sólo porque puede ocurrir que los dos planetas en aspecto sean el mismo (por ejemplo, Saturno de la mujer y Saturno del hombre, con la misma velocidad), sino también porque cada planeta procede de un tiempo diferente. Nuestras "conjunciones orientadas" son otra cosa. No precisan distinguir entre planetas rápidos y lentos ni entre planetas directos y retrógrados, porque lo único que importa es el orden de los factores.
La distinción estre aspectos aplicativos y separativos puede, hasta cierto punto, tomarse como otro caso especial de efecto enantiodrómico. De hecho, la conjunción de la Luna con el Sol es aplicativa si la Luna está menguante y es separativa si está creciente. De acuerdo con los trabajos estadísticos de Addey sobre nonagenarios, parece que los aspectos aplicativos presentes en una carta natal tienden a acortar algo la vida del nativo, mientras que los separativos tienden a prolongarla. Parece lógico que así sea si tenemos en cuenta que en una conjunción aplicativa los planetas se están acercando a un punto crítico, mientras que en una conjunción separativa el punto crítico está siendo dejado atrás. Algunos astrólogos han tratado de introducir matices diferenciales en el significado general de los aspectos, según sean aplicativos o separativos. Se ha dicho, por ejemplo, que la fase aplicativa de un aspecto representa las causas o las condiciones que propician cualquier fenómeno que se le pueda asociar razonablemente y la fase separativa nos muestra los efectos o las consecuencias. También se ha defendido que los aspectos aplicativos operan a un nivel más interno y los separativos están más volcados hacia el mundo exterior. No obstante, estos intentos de modificar o enriquecer la interpretación de un aspecto de acuerdo con su condición de aplicación o separación son más bien aislados. Ante un aspecto presente en una carta natal, la mayoría de los astrólogos dan exactamente la misma interpretación tanto si es aplicativo como si es separativo. Lo importante para ellos es si los dos planetas entán o no dentro de la zona (orbe) que permite un contacto significativo entre los principios abstractos o simbólicos ligados tradicionalmente a cada planeta. Y esto es, sin duda, un detalle de primerísima importancia, porque sin la suficiente proximidad o sin un canal de comunicación no puede haber interacción. Pero para saber en qué momento de esa interacción se encuentran necesitamos comprobar si han traspasado o no el punto crítico, si vienen o van, si están "acudiendo a la cita" o "despidiéndose".
Supongamos que una persona que lleva el dinero justo para comer se sitúa a una distancia de 10 metros antes de la puerta de un restaurante. En ese momento tiene el bolsillo lleno y el estómago vacío. Avanza esos 10 metros, entra al local y se satisface. Más tarde sale del local y avanza hasta 10 metros de distancia de la puerta del restaurante. Ahora tiene el estómago lleno y los bolsillos vacíos. Evidentemente no es lo mismo tener el estómago vacío y el bolsillo lleno que tener el bolsillo vacío y el estómago lleno, por más que en ambos casos la persona se encuentre a la misma distancia de la puerta del restaurante. De manera similar, algunos aspectos entre dos planetas representan situaciones muy diferentes dependiendo del orden de los factores, aun cuando el número de grados que los separa sea el mismo.
Esto no quiere decir que distancias iguales entre dos planetas no produzcan también ciertos efectos semejantes con independencia del orden de los factores, porque la distancia angular introduce por sí sola un armónico determinado con significación propia que baña por igual a los dos planetas que vibran en la misma longitud de onda. Si, por ejemplo, dos planetas están separados por 90 grados vibrarán conjuntamente en el armónico 4, que será la carta de transformación del arco entre ambos, y se moverán en el escenario de significados propio de este armónico (tensión, estímulo, logro a través del esfuerzo, lucha, conflicto, desafío, superación).
Revisión del armónico 1. Orbes disociados
En la investigación estadística de la que he dado cuenta en la entrada anterior definí como "zona de contacto" un área de 26º 40' (13º 20' a cada lado del planeta de referencia) para las conjunciones no orientadas. Esta zona quedó después subdividida en dos, exactamente por su mitad, con objeto de separar las conjunciones orientadas (v. figura 1). Un orbe de 13º 20' para una conjunción entre dos planetas parece excesivo si lo comparamos con los recomendados por la mayoría de los astrólogos. Las razones que me llevaron a adoptarlo no son ni empíricas ni lógicas, sino que se trató de una simple cuestión de conveniencia práctica relacionada, por un lado, con el tamaño de la muestra y, por otro, con ciertas limitaciones del programa usado para tratar la información. Era necesario alcanzar una solución de compromiso entre precisión y fiabilidad. La precisión depende del número de partes iguales (intervalos) en que dividimos el círculo de los aspectos. A más intervalos más precisión. La fiabilidad depende del número de casos que cabe esperar encontrar en cada intervalo. A más casos, más fiabilidad. Ante una muestra de un tamaño dado, que no podemos ampliar por la razón que sea, a mayor precisión menos fiabilidad, porque cuantos más intervalos usemos menos casos se encuadrarán en cada uno de ellos.
Es muy posible, por tanto, que el orbe utilizado —fruto de este compromiso— no sea el más adecuado para obtener los mejores resultados. Para paliar en alguna medida esta posible deficiencia de mi investigación sin por ello ceder terreno en los niveles de precisión y fiabilidad alcanzados en la parte del trabajo ya realizada, he reorganizado los datos en la forma que se muestra en el siguiente gráfico:
Figura 24
Esta disposición de los datos permite distinguir entre conjunciones de orbe estrecho (bandas verde oscuro) y conjunciones de orbe amplio (bandas verde claro), sin que el número de casos esperados para cada intervalo varíe sustancialmente en comparación con el enfoque anterior, porque las bandas del mismo color se suman.
Al reconsiderar los datos de esta manera se hacen accesibles valiosas informaciones complementarias que, junto con lo que ya habiamos observado, nos dan una idea mucho más precisa de lo que realmente puede estar actuando como factor de atracción o de evitación.
Consideremos, por ejemplo, los contactos de Saturno del hombre con los planetas de la mujer desde esta nueva perspectiva (figura 25).
Figura 25
Se aprecia inmediatamente que lo que sucede con las conjunciones de orbe estrecho (hasta 6º 40') es completamente distinto de lo que sucede con esas mismas conjunciones cuando el orbe es más amplio (entre 6º 40' y 13º 20'). No se trata simplemente de que la conjunción deje de ser efectiva más allá de los 6º 40'. En realidad las conjunciones entre 6º 40' y 13º 20' se muestran aquí igual de efectivas que las más estrechas, puesto que la magnitud de las desviaciones es similar en ambos casos, pero el efecto es completamente diferente. Más bien parece que estemos ante dos aspectos distintos. Marte, Saturno, Venus o la Tierra de la mujer en conjunción estrecha con Saturno del hombre votan, por así decirlo, a favor del matrimonio, pero esos mismos planetas en conjunción amplia no votan en blanco sino decididamente en contra.
Esto supone un verdadero desafío para el modo común de concebir la naturaleza de los aspectos en general y de la conjunción en particular. Aunque hay discrepancias en cuanto al número de grados hasta el que se extiende el efecto de una conjunción a ambos lados del punto de exactitud (orbe), todos parecen estar de acuerdo en que la zona de actividad se restringe al interior de ese orbe, mientras que en las zonas adyacentes que preceden o siguen a ese orbe simplemente hay un buen número de grados en los que no sucede nada. Los datos mostrados más arriba (figura 25) sugieren que dentro del margen de 13º 20' en torno al punto de conjunción exacta hay dos zonas distintas en las que suceden cosas diferentes y no una zona en la que sucede algo y otra en la que no sucede nada.
No podemos, sin embargo, generalizar esta impresión. Aunque parece una buena descripción de lo que sucede en esta muestra con los contactos entre Saturno del hombre y algunos planetas de la mujer, hay otros grupos de combinaciones planetarias que pueden tomarse más bien como una confirmación de la idea más extendida que defiende la neutralidad de las zonas fuera del orbe de los aspectos. Por ejemplo, los contactos de la Tierra del hombre con los planetas de la mujer se comportan como se muestra en el gráfico siguiente (figura 26):
Figura 26
Este gráfico produce la inequívoca impresión de que, por lo que respecta a los contactos en los que interviene la Tierra del hombre, casi todo lo importante sucede dentro del orbe de las conjunciones estrechas, mientras que en la zona de orbe amplio no sucede prácticamente nada. Además, en la zona de orbe estrecho todos los contactos observados tienen desviaciones positivas, es decir, funcionan exclusivamente como factores de atracción.
Las cosas parecen, pues, ajustarse a un patrón o a otro dependiendo del planeta sobre el que centremos nuestras observaciones. Pero podemos extraer la tendencia dominante en términos generales sumando las desviaciones de todas las combinaciones posibles en las que interviene cada planeta, ya sea con signo o sin él. Veamos, primero, la suma sin signo (figura 27):
Figura 27
En cada planeta de este gráfico se condensan las desviaciones de once combinaciones planetarias. Así, por ejemplo, los datos de Mercurio se refieren al resultado de sumar sin signo las desviaciones de Mercurio del hombre con cada uno de los otros cinco planetas de la mujer, Mercurio de la mujer con cada uno de los otros cinco planetas del hombre y Mercurio de la mujer con Mercurio del hombre. Y así con cada planeta.
En todos los casos las barras de color verde oscuro (conjunciones estrechas) son mayores que las barras de color verde claro (conjunciones amplias) y esto nos indica claramente que de las dos zonas que hemos definido aquí la que registra mayor actividad y se muestra más relevante en el proceso de formación de parejas es la que deja a los planetas más cerca uno de otro. Creo que esto es lo que esperaría encontrar cualquier astrólogo, lo que mejor concuerda con la idea de que la intensidad de una conjunción es inversamente proporcional a la distancia entre los planetas que la integran. Pero ¡cuidado!... Más adelante nos espera una sorpresa en relación con esta idea. Veamos ahora la suma de desviaciones con signo (figura 28):
Figura 28
Este gráfico nos indica que los contactos estrechos funcionan como factores de atracción con más frecuencia que como factores inhibidores, mientras que con los contactos de orbe más amplio sucede lo contrario.
Aunque aún quedan muchos detalles interesantes por comentar en relación con diferentes grupos de combinaciones específicas, prefiero ceder la palabra a los gráficos mismos para que usted los consulte por su cuenta cómo y cuando quiera y saque sus propias conclusiones. Aquí tiene reunidos en una tabla todos los resultados (tabla V):
Tabla V
Pulse sobre la tabla para verla ampliada
En cursiva van los orbes estrechos (0º - 6º 40'), en letra normal los orbes amplios (6º 40' - 13º 20') y en negrita el orbe total no disociado (0º - 13º 20'). Las desviaciones positivas por encima de 15 puntos van sobre fondo amarillo y las desviaciones negativas por encima de 15 puntos van sobre fondo rojo. El desarrollo gráfico de toda la tabla está disponible pulsando AQUÍ.
Revisión del armónico 2. Orbes disociados
Los orbes para los intervalos del armónico 1 mostrados en la figura 24 valen también para el armónico 2 visto desde dentro. Si calculamos primero las cartas del armónico 2 de cada miembro de la pareja y efectuamos las comparaciones directamente sobre estas cartas del segundo armónico entonces debemos guiarnos por el esquema de la figura 24 para determinar qué planetas están en conjunción estrecha, cuáles en conjunción amplia y cuáles no están en conjunción. Pero debemos recordar que una conjunción del segundo armónico puede proceder tanto de una conjunción como de una oposición "natural" y que la verdadera distancia entre los planetas es la mitad de la que nos muestra el segundo armónico. La figura 29 muestra las zonas de una carta natural (armónico 1) que equivalen a las de la figura 24 aplicada al armónico 2 visto desde dentro.
Figura 29
Pulse sobre el gráfico para verlo ampliado
Por consiguiente debe quedar claro que en los diagramas de barras que vamos a comentar ahora las bandas de color verde oscuro corresponden a conjunciones entre 0º y 6º 40' dentro del segundo armónico, las cuales equivalen a conjunciones u oposiciones entre 0º y 3º 20' en la carta natural (armónico 1). Y las bandas de color verde claro corresponden a conjunciones entre 6º 40' y 13º 20' dentro del segundo armónico, que equivalen a conjunciones u oposiciones entre 3º 20' y 6º 40' en la carta natural (armónico 1).
Para empezar, veamos qué sucede con Marte de hombre y los planetas de la mujer (figura 30).
Figura 30
Vemos que, en términos generales, los planetas de la mujer y Marte del hombre tienden a evitarse, salvo cuando el planeta de la mujer es el propio Marte, en cuyo caso se observa una intensa atracción. Esto ya lo habíamos descubierto cuando disociamos los datos bajo el criterio de las conjunciones orientadas (figura 18). Entonces comprobamos que este efecto de atracción se restringía a aquellos contactos en los que Marte del hombre se sitúa antes que Marte de la mujer. Pero ahora sabemos algo más. Vemos que el efecto de atracción sólo tiene lugar cuando el orbe no es muy estrecho, porque en las distancias más cortas la tendencia es a evitarse.
En este caso, además, disociar los datos por la magnitud del orbe da mejores resultados que separarlos según el orden de los factores, porque aunque en el gráfico de conjunciones orientadas la desviación positiva de 26,4 correspondiente al contacto Marte-Marte en el armónico 2 era muy importante —de hecho la más importante de toda la muestra (tabla III)— en el gráfico de orbes disociados esta desviación se eleva hasta los 34,5 puntos, algo realmente extraordinario.
Mirando sólo el armónico 2 es imposible saber en qué medida han contribuido a este resultado las conjunciones naturales y en qué medida lo han hecho las oposiciones naturales. Para saber eso hay que investigar por separado las conjunciones y las oposiciones de orbe menor directamente en el armónico 1. Si lo hacemos así encontramos que las conjunciones naturales entre Marte del hombre y Marte de la mujer dentro de un orbe comprendido entre 3º 20' y 6º 40' presentan una desviación positiva de 37,9 puntos, mientras que las oposiciones naturales entre estos mismos planetas y con ese mismo orbe presentan una desviación positiva de 31,4 puntos. Con el orbe más reducido (0º - 3º 20'), sin embargo, las conjunciones naturales de Marte del hombre con Marte de la mujer presentan una desviación negativa de 23 puntos, mientras que las oposiciones muestran una desviación positiva de 8,3 puntos. Hay, por tanto, un fuerte efecto de atracción cuando Marte de la mujer y Marte del hombre se encuentran en torno a 5 grados (± 1º 40') de distancia del punto de conjunción o de oposición. El efecto inhibidor observado por debajo del orbe de 3º 20' procede únicamente de la conjunción, ya que en las oposiciones más cerradas el efecto, aunque más débil, es todavía de atracción.
Por otra parte, la idea sobre los aspectos mencionada más arriba (a saber, que la intensidad de una conjunción es inversamente proporcional a la distancia entre los planetas que la integran), aparentemente respaldada por la disociación de orbes practicada sobre el armónico 1, se ve aquí, sin embargo, seriamente comprometida. Obsérvese que el dominio de las barras claras sobre las barras oscuras se extiende a todos los contactos de Marte del hombre con cualquier planeta de la mujer. Pero esta predominancia de las barras claras no se limita tampoco a los contactos en los que interviene Marte, sino que, como veremos enseguida, aparece en otros muchos contactos.
Veamos, por ejemplo, qué ocurre con los contactos entre Venus de la mujer y los planetas del hombre (figura 31):
Figura 31
También aquí hay un notable predominio de las bandas claras sobre las bandas oscuras y, por tanto, una relevancia mayor de los contactos menos estrechos. La única excepción es la de Venus de la mujer con el propio Venus del hombre. Casi todas las desviaciones son positivas, es decir, casi todos los contactos de Venus de la mujer con algún planeta del hombre aumentan la atracción. Las pocas desviaciones negativas que se observan son insignificantes.
Para ver si esta tendencia dominante de los orbes menos estrechos sobre los más estrechos se extiende o no a la mayoría de los contactos debemos inspeccionar el gráfico de suma de todas las desviaciones sin signo (figura 32).
Figura 32
El gráfico no puede ser más elocuente. La actividad detectada en la zona que se corresponde con las conjunciones y oposiciones naturales en torno a cinco grados de distancia del punto de aspecto exacto es prácticamente el doble que la registrada en la zona que se corresponde con las conjunciones y oposiciones naturales a menos de 3º 20' del punto de aspecto exacto. Esto es particularmente cierto con los contactos en los que interviene alguno de los cuatro planetas más rápidos. El dato es tan contundente que no puede ser orillado como si se tratara de una simple anécdota y parece reclamar una revisión en profundidad de algunos conceptos fundamentales relacionados con la naturaleza, el modo de funcionamiento, el orbe y la intensidad de los aspectos.
Podemos preguntarnos si esta acumulación de efectos en torno a los cinco grados (± 1º 40') de distancia respecto de los puntos de conjunción y oposición natural no será una peculiaridad exclusiva de los aspectos heliocéntricos. Para resolver esta duda basta con aplicar el mismo tratamiento a la información procedente de los contactos geocéntricos. La suma de los porcentajes de desviación sin signo respecto de los valores esperados para los contactos geocéntricos del segundo armónico se muestra en la figura 33, para facilitar la comparación.
Figura 33
Aquí la concentración de efectos en los orbes menos estrechos sólo se observa inequívocamente en el caso del Sol. También se presenta con Saturno y muy tímidamente con Marte. En los otros tres planetas las bandas oscuras son mayores. Considerando el gráfico en su conjunto, parece que la tendencia dominante observada en relación con los contactos heliocéntricos no es extrapolable a los geocéntricos. Pero no abandonemos tan pronto la presa. Sabemos que las conjunciones del armónico 2 se nutren de conjunciones y oposiciones naturales. Veamos qué pasa si estudiamos cada uno de estos aspectos por separado. En la figura 34 se muestra la suma de desviaciones obtenida exclusivamente a partir de las conjunciones con los mismos orbes aplicados aquí al segundo armónico.
Figura 34
Ahora sí tenemos aquí de nuevo la misma tendencia dominante de los contactos menos estrechos sobre los más estrechos en todo su esplendor, y obtenida a partir de las posiciones geocéntricas de los planetas. Si no la vimos al principio fue porque en el grupo de las oposiciones geocéntricas esta misma tendencia no es dominante. Al mezclar conjunciones y oposiciones en un mismo gráfico (armónico 2) los datos menos estructurados de las oposiciones nos impidieron ver claramente lo que pasaba con las conjunciones.
Las conjunciones geocéntricas en torno a cinco grados de orbe prevalecen sobre las de orbe inferior a 3º 20' con todos los planetas, incluido Saturno, que fue la única excepción en el armónico 2 heliocéntrico. Parece, pues, que estamos ante un efecto muy real, observable tanto en coordenadas geocéntricas como heliocéntricas, aunque es posible que no sea de aplicación fuera del contexto de una sinastría.
Ya sabemos cuál es la zona en la que "suceden más cosas", pero nos falta saber si lo que se da con más frecuencia en esa zona son fenómenos de atracción o de repulsión. Para despejar esta incógnita debemos consultar los gráficos de las sumas de las desviaciones con signo. En la figura 35 se da esta suma aplicada a las conjunciones geocéntricas de orbe menor (la que se corresponde con la figura 34) y en la figura 36 se da la misma suma aplicada a las conjunciones heliocéntricas del segundo armónico (la que se corresponde con la figura 32).
Figura 35
Figura 36
En el gráfico de las conjunciones geocéntricas (figura 35) todas las desviaciones de las barras claras son positivas y en el de las conjunciones heliocéntricas del segundo armónico (figura 36) lo son todas menos una. Esto significa que lo que se da con más frecuencia dentro de la zona declarada como "de máxima actividad" son fenómenos de atracción. Las barras oscuras registran desviaciones menos importantes, alternando positivas y negativas, atracciones y repulsiones menores.
También podemos comprobar el dominio abrumador de los orbes menos estrechos en el armónico 2 heliocéntrico consultando la Tabla VI, donde se incluye el listado ordenado de todas las conjunciones con desviaciones positivas o negativas por encima de 15 puntos.
Tabla VI
También en esta tabla el fondo verde claro corresponde a las conjunciones amplias y el fondo verde oscuro a las conjunciones estrechas. Pero téngase en cuenta que, en términos de conjunciones naturales, las conjunciones estrechas del armónico 1 incluyen tanto a las estrechas como a las amplias del armónico 2. Vemos que todos los contactos del armónico 2 que superan los 15 puntos de desviación positiva se mueven en la franja que se nutre de las conjunciones y oposiciones naturales entre 3º 20' y 6º 40' de orbe.
Damos a continuación toda la información relativa a los contactos del armónico 2 heliocéntrico reunida en una tabla, así como el desarrollo gráfico completo de la misma.
Tabla VII
Pulse sobre la tabla para verla ampliada
En cursiva van los orbes estrechos (0º - 6º 40'), en letra normal los orbes amplios (6º 40' - 13º 20') y en negrita el orbe total no disociado (0º - 13º 20'). Las desviaciones positivas por encima de 15 puntos van sobre fondo amarillo y las desviaciones negativas por encima de 15 puntos van sobre fondo rojo. El desarrollo gráfico de toda la tabla está disponible pulsando AQUÍ.
© 2014, Julián García Vara
Buenísimo tu estudio, felicidades, súper completo, espero con ansias otro estudio relacionado con las cartas heliocéntrocas.
ResponderEliminarSaludos!
Excelente estudio bien detallado me encanto
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