En el capítulo VI del libro VII de sus Confesiones cuenta San Agustín cómo en su juventud había estudiado y practicado la astrología y cómo la había defendido en disputas contra Vindiciano y Nebridio, dos de sus detractores, hasta que Fermín, un amigo nacido en el seno de una familia noble, acudió a él para que le aconsejara sobre cierto proyecto en base al horóscopo y constelaciones de su nacimiento. Fermín le refirió entonces la historia que había oído de labios de su propio padre, quien le contó que en el mismo día y hora de su nacimiento y en su misma ciudad nació otro niño, hijo de una criada de un amigo de su padre. Mientras Fermín "seguía las carreras más lustrosas del siglo, se iba aumentando en riquezas y sublimando en honras (...) el otro, sin poder sacudir el yugo de su servidumbre, servía como esclavo a sus señores". Esta historia conmovió los cimientos de las creencias astrológicas del joven Agustín, que nos lo explica así:
Oídas por mí estas cosas, y creídas también por habérmelas contado tal sujeto, toda aquella oposición y resistencia que yo había hecho a las persuasiones de Vindiciano y Nebridio se desarmó enteramente y se deshizo. Y lo primero que intenté fue apartar al mismo Fermín de aquella vana curiosidad, diciéndole: que para responderle con verdad a lo que me había preguntado después de contempladas bien sus propias constelaciones, había de haber visto en ellas que sus padres eran de lo más principal que había en su tierra; que su linaje y familia eran de la mayor nobleza de su propia ciudad; que habían concurrido en su nacimiento las circunstancias más honrosas; que había tenido buena crianza, y los progresos que había hecho en los estudios de las artes liberales. Pero si aquel otro siervo me hubiera consultado sobre las mismas constelaciones (que correspondían a su nacimiento del mismo modo que al de Fermín), para que yo pudiera responderle la verdad, sería también necesario haber visto en ellas la bajeza de su linaje, su condición servil y todas las demás circunstancias suyas, que eran tan distintas y contrarias de las otras que allí mismo había yo antes visto y descubierto. Así que viendo unas mismas constelaciones e influencias tenía que pronosticar y decir cosas distintas y contrarias para acertar; y si pronósticaba las mismas cosas al uno y al otro, erraba precisamente mi pronóstico, es argumento certísimo que prueba evidentemente que aquellas cosas que se aciertan después de ser vistas y observadas las constelaciones, se aciertan por casualidad y no por arte ni reglas; y al contrario, que si las predicciones de esta clase salen falsas, no es por ignorancia de aquel arte, sino por falibilidad y yerro de la suerte.Que San Agustín desertara de la astrología a raíz de conocer estos hechos prueba dos cosas: la primera es su honestidad intelectual, su compromiso con lo que se presentaba ante su mente como verdadero, su capacidad de comprender las implicaciones lógicas de un hecho y su necesidad de ser consecuente con tales implicaciones. La segunda es que su visión de la astrología —como la de todo el mundo en el siglo IV— era un tanto rígida y fatalista. El destino de cada persona estaba escrito a fuego en las estrellas de su natividad. Era, pues, necesario que dos destinos individuales netamente diferentes estuvieran ligados a dos cartas astrales natales muy distintas. De no ser así, la astrología no podía ser cierta.
Esta versión fuerte de la astrología, según la cual en la carta natal está todo el ser, hacer y acontecer de cada individuo, termina siendo la más vulnerable de todas, porque no puede hacer frente a las dos objeciones más elementales: por qué personas con cartas natales idénticas (ya sean gemelos naturales o "gemelos ante los astros") exhiben comportamientos distintos y afrontan destinos diferentes, y por qué personas con cartas natales muy distintas sucumben en un mismo día a una suerte idéntica (catástrofes naturales, guerras, accidentes masivos, etc.)
Una versión más débil de la astrología, con postulados menos pretenciosos y más realistas, puede perfectamente sobrevivir a estos ataques y acabar siendo mucho más resistente. "Sé como el junco, que al doblegarse resiste indemne las embestidas del viento, mientras lo duro y rígido se quiebra" —aconseja una vieja máxima taoísta. Concediendo que en las constelaciones de una natividad se refleja sólo una dimensión del ser del individuo, tan importante como se quiera, pero no su ser completo y específico, y que el marco astrológico es tan sólo un contexto entre otros, podemos atribuir a esos otros contextos y a esas otras dimensiones del ser —donde hay margen de decisión— las diferencias observadas en las vidas de personas distintas con cartas natales iguales, así como los episodios colectivos.
Pero Agustín tomó otro camino. En vez de flexibilizar su postura, cambió una rigidez por otra de signo opuesto. "Si en los astros no están todas las respuestas, entonces no está ninguna. Si una carta natal no puede darmelo todo, entonces no puede darme nada". Actitud que recuerda la del enamorado que lo espera todo de su amada y al descubrir a ésta en falta la aborrece, se aleja de ella, rompe sus fotos, sus cartas, sus obsequios, y considera falsas sus caricias y fingido su amor. El joven Agustín había amado la astrología, puesto que la defendió con fervor, y no lo hubiera hecho de no haber obtenido resultados satisfactorios con su práctica de este arte. Pero, ante el primer contratiempo, le da la espalda y decide atribuir a la casualidad todos sus aciertos anteriores.
La relación de San Agustín con la astrología se parece bastante a la que mantuvo con ella Michel Gauquelin muchos siglos después. Geoffrey Dean define a Michel Gauquelin como "un estusiasta de la astrología", y es verdad que lo fue en su juventud, pero no tardó en recelar de ella. Escribe Dean:
Cuando [Michel Gauquelin] contaba siete años de edad ya conocía las fechas de cada signo solar, y tres años más tarde era capaz de levantar una carta natal. A los 15 se saltaba clases para ir a curiosear a la librería astrológica Chacornac, la que todavía hoy se yergue frente a Notre Dame de París. En dos años leyó más de cien libros de esta forma, y había escrito su propio "tratado" de 50 hojas. Sus interpretaciones de cartas eran tan exitosas que sus compañeros de clase lo llamaban Nostradamus.Así comenzó una labor de muchos años durante los cuales hizo acopio de millares de fechas de nacimiento correspondientes a personajes famosos, militares, campeones deportivos, políticos, escritores, doctores, científicos, actores, pintores, músicos, empresarios, sacerdotes, esquizofrénicos y criminales. Sometió estos datos a prolijos análisis estadísticos para ver si en cada uno de estos grupos se observaba alguna tendencia general concordante con lo que la teoría astrológica hacía esperar. Los datos organizados según las categorías de la astrología clásica (signos, casas, aspectos) no aportaron ningún resultado digno de mención, las variaciones observadas se hallaban dentro del margen de oscilación atribuible al azar. La distribución de Marte en las doce casas de las cartas natales de los delincuentes, por ejemplo, era completamente normal. Marte no se aloja en unas con más frecuencia que en otras. También hizo otras pruebas, como repartir entre astrólogos cartas de delincuentes y de personas normales, agrupadas por parejas, para ver si eran capaces de distinguir unas de otras. Tampoco en este caso los astrólogos acertaron más allá de lo achacable a la casualidad. Si bien en un principio pudo experimentar algún tipo de decepción por la falta de resultados que avalaran a la astrología, en algún momento empezó a disfrutar con ello. El desmantelamiento de la astrología tradicional llegó a convertirse en su verdadero objetivo y desplegó tanta energía en desmontar las pruebas presentadas por Krafft o Choisnard en favor de la astrología como en su juventud había empleado en estudiar esta materia.
¿Pero eran aseveraciones astrológicas verdaderas?, ¿La muerte era más frecuente bajo tránsitos de Saturno? ¿Los soldados nacían con más frecuencia bajo el signo de Aries? Los astrólogos contestaban con un sí unánime. Pero el entusiasta Gauquelin los encontraba desesperadamente inconscientes sobre los problemas implícitos (...) y sus opiniones no le convencían. Así es como al cumplir 20 años decidió investigar por sí mismo.
[Posdata de Geoffrey Dean en Michel Gauquelin, Escrito en las estrellas, Barcelona, 1990, p.205]
El paralelismo entre Michel Gauquelin y San Agustín es notable, porque ambos se entregaron a la astrología con la misma pasión juvenil, ambos quisieron llegar hasta el fondo del asunto, ambos toparon con algo que les sumió en el desencanto y, a partir de ahí, se erigieron en sus más encarnizados enemigos a través de escritos y disputas. Y además, casualidad o no, tanto el uno como el otro nacieron un 13 de noviembre.
Pero mientras que la deserción de San Agustín fue un camino sin retorno, Gauquelin se reencontró con las influencias planetarias sobre la vida humana por una vía inesperada.
Hacia 1950 —escribe— estaba preparando mi estudio crítico de la astrología tradicional, cuando, muy contra mi voluntad, me encontré frente a un resultado de lo más extraño. En uno de mis datos, que consistía en la fecha de nacimiento de 576 miembros de la Academia Francesa de Medicina, la frecuencia de posición de ciertos planetas era completamente inusitada. El fenómeno no correspondía a ninguna de las leyes tradicionales de la astrología, pero, a pesar de todo, era interesante. Lo que había observado era que un gran número de futuros grandes médicos habían nacido cuando los planetas Marte y Saturno acababan de subir o culminar en el cielo. [Michel Gauquelin, Los relojes cósmicos, Barcelona, 1976, p.205]Obsérvese cómo dice que obtuvo este resultado "muy contra mi voluntad", algo que un investigador imparcial no debería decir nunca. A estas alturas, Gauquelin ya había cambiado de bando, ocupado, como estaba, en los preparativos del entierro de la astrología tradicional, pero la radical honestidad intelectual que compartía con Agustín no le permitió ocultar este resultado. Al contrario, lo rastreó en otras muestras y se topó de nuevo con el mismo fenómeno respecto al planeta Marte en las cartas de atletas famosos y militares de carrera (v. figura 1), respecto a Júpiter en los actores, políticos, periodistas y militares, respecto a Saturno en hombres de ciencia y médicos, y respecto a la Luna en escritores y políticos.
Figura 1. El reloj marciano y la vocación triunfante
Un número muy elevado de niños nacidos cuando Marte estaba subiendo
o culminando se vuelven luego famosos hombres de ciencia, médicos,
atletas u oficiales de las Fuerzas Armadas. En el diagrama, el movimiento
diurno de Marte está dividido en sectores; también se expone la diferencia
entre frecuencias esperadas y frecuencias observadas. Estas diferencias
son sumamente significativas. (M. Gauquelin, Les Hommes et les Astres,
París: Denoël, 1960)
¿Devolvió todo esto a Gauquelin la fe en la astrología? Evidentemente estos resultados estadísticos apoyaban la tesis de que en la astrología había algo de verdad, pero, al mismo tiempo, cuestionaban seriamente el formato en que la tradición pretendía registrar esa verdad. Por una parte, Gauquelin seguía insistiendo en que "jamás se hizo ningún experimento a partir de numerosos grupos humanos que haya permitido observar la mas ínfima variación en la tabla de frecuencia significativa para los signos, los aspectos y las casas" (v. La herencia astral). Por otra parte, si bien era cierto que la tradición astrológica había señalado la importancia de los ángulos de la carta (ascendente, medio cielo, descendente y fondo cielo) y que sus propios resultados estadísticos parecían corroborar esa importancia de los ángulos, no obstante, mirando la cosa más despacio, se advertía una notable diferencia. Las zonas en las que los planetas se aglutinaban significativamente y, por tanto, exhibían su mayor fuerza, no eran exactamente los ángulos, sino aquellas áreas que, en términos de la astrología tradicional, corresponden aproximadamente a las casas XII, IX, VI y III. Pero justamente estas cuatro casas, que comparten la etiqueta común de casas cadentes, son las que, según la tradición, dejan a los planetas que las ocupan en una posición más débil. Y a la inversa, las casas angulares (I, X, VII y IV) y las casas sucedentes (II, XI, VIII y V) que, según la tradición, fortalecen a los planetas que las ocupan, coinciden parcialmente con las zonas antiangulares de Gauquelin, es decir, con las zonas donde "se refugian" aquellos planetas que no parecen afectar ni al temperamento ni a la vocación profesional del nativo. Por último, sólo para cinco planetas (Luna, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) se obtuvieron resultados.* Publicó todos los pormenores de este estudio en 1966, en su libro L'Hérédité Planétaire, ed. Planète, del que no hay traducción castellana. No obstante, gracias a Mónica Barletta y a los artífices de la página Astrología experimental disponemos ahora de la traducción de uno de los artículos en los que Gauquelin se ocupó de este tema: La herencia astral
Además, Gauquelin dedicó un capítulo de su libro "Los relojes cósmicos" a resumir sus trabajos sobre la herencia planetaria. En este capítulo incluye algunos gráficos y también varias ideas nuevas que complementan y enriquecen las perspectivas ofrecidas por el texto traducido por Barletta. Por esa razón me decidí a transcribirlo y ofrecerlo a quien le pueda interesar. Está disponible en el siguiente enlace: Herencia Planetaria
La astrología restituida por Gauquelin como consecuencia de estos estudios está podada de sus más frondosas ramas. No contiene signos, por lo que no hay lugar para ningún sistema de dignidades planetarias que dependa de ellos, ni para los cuatro elementos y las tres modalidades en que se agrupan . No usa casas. Los "sectores Gauquelin" y sus "zonas más" y "zonas menos" no son un sistema de casas con significados específicos, son sólo áreas de intensidad. Sólo contempla los cinco planetas reseñados más arriba, pero ignorando sus posiciones relativas; es decir, no hay aspectos. Tampoco incluye ningúna técnica de prognosis, ningún método para predecir el futuro o analizar sucesos o escoger el momento oportuno para emprender una acción. Y, por supuesto, nada de sinastrías. Todo se reduce a comprobar si en el nacimiento de una persona la Luna, Venus, Marte, Júpiter o Saturno ocupan una zona más o una zona menos. Si uno de estos planetas aparece en una de las áreas de angularidad retrasada marcará fuertemente el temperamento de la persona, con rasgos, eso sí, muy similares a los que la tradición atribuye a estos planetas, y la inclinará a cierto tipo de profesiones antes que a otras. Si uno de estos planetas está en una zona "antiangular" la persona carecerá de las virtudes propias de ese planeta. Y eso es todo. El exuberante y magnífico árbol de la vieja astrología ha quedado reducido a un humilde bonsai.
Una astrología tan simple y esquemática no ha seducido prácticamente a nadie. La mayoría de los astrólogos sigue usando casi todo lo que Gauquelin tiró por la borda. Y no faltan los que, por ignorancia o desfachatez, proclaman que "Gauquelin demostró la verdad de la astrología", y se sienten legitimados por él para desarrollar las mismas prácticas basadas en signos, casas y aspectos que Gauquelin repudió de hecho hasta el final. Lo único que algunos astrólogos han incorporado a sus métodos de interpretación a raíz de los trabajos de Gauquelin es la atribución de una relevancia especial a todo planeta situado en una casa cadente. Pero incluso en esto sobrepasan los límites de lo que los hallazgos de Gauquelin autorizan, porque aplican este criterio también a aquellos planetas con los que no se obtuvieron resultados significativos. Gauquelin atribuyó la falta de resultados con Urano, Neptuno o Plutón a que están demasiado lejos. Si el problema es la distancia ¿por qué no obtuvo resultados con el Sol, que está diez veces más cerca de la Tierra que Saturno y sí los obtuvo con este último? De Mercurio dijo que era demasiado pequeño. Si el problema es el tamaño ¿por qué no obtuvo resultados con el Sol, que es doscientas veces más grande que Marte y sí los obtuvo con este último? Sorprende que un astro de la importancia del Sol no sea detectado en ningún momento por los radares estadísticos de Gauquelin. Sospecho que la razón de esto puede tener algo que ver con el hecho de que el Sol, Mercurio y Venus —los tres planetas interiores que no dieron resultados significativos en los grupos profesionales— son planetas ligados entre sí desde una perspectiva geocéntrica. Esto quiere decir que nunca estarán muy lejos unos de otros, por lo que pueden producirse interferencias entre sus efectos al pasar por los ángulos con pocos minutos de diferencia. En cuanto a Urano, Neptuno y Plutón, que son planetas generacionales en la eclíptica, pero no en la esfera local, hay que decir que una gran parte de las fechas de nacimiento que forman parte de las muestras estudiadas por Gauquelin pertenecen al periodo entre 1880 y 1915 durante el cual Neptuno y Plutón mantuvieron entre sí distancias similares a las que habitualmente separan al Sol de Mercurio, mientras Urano se movía casi todo ese tiempo en la zona diamentralmente opuesta. Por tanto, además de la mayor distancia, constituyeron un grupo de planetas ocasionalmente ligados por razones generacionales. Los únicos planetas cuyos movimientos eran más o menos independientes de los demás y podían actuar con menos interferencias eran, precisamenta, la Luna, Marte, Júpiter, y Saturno.
El mayor problema que plantea Gauquelin a la astrología tradicional no es la falta de evidencias en favor de las categorías clásicas (signos, casas y aspectos), porque el hecho de que algo no sea detectado por una inspección estadística no significa que no exista. Puede ser que no exista, pero también puede ser que el método empleado no sea el más idóneo para detectarlo. El mayor problema no es lo que Gauquelin no encontró, sino lo que encontró fuera de sitio, es decir, la angularidad desplazada.
Las investigaciones fructíferas de Gauquelin se basan todas en el movimiento diario de algunos planetas en la esfera local del lugar de nacimiento. Marte, por ejemplo, como cualquier otro planeta, sale por el horizonte oriental de un lugar a una hora determinada, culmina en el meridiano local alrededor de seis horas después, se oculta por el horizonte occidental en otras seis horas y alcanza el punto más bajo (el Fondo del Cielo) en seis horas más, poco más o menos. Gauquelin dividió el movimiento diario del planeta en 18 sectores, partiendo del ascendente y numerados en sentido horario. Usó estos sectores como intervalos estadísticos y anotó el número de veces que cada planeta caía en cada sector en el momento del nacimiento de todos y cada uno de los miembros de amplias muestras de personas con la misma profesión. Con las muestras pequeñas o cuando quería comparar una muestra grande con otra pequeña, Gauquelin utilizó también una división en 12 sectores, igualmente partiendo del ascendente y numerados en sentido horario. Con muestras muy grandes usó una división en 36 sectores. Encontró, como se ha dicho más arriba, que en ciertos grupos profesionales la Luna, Marte, Júpiter o Saturno tendían a concentrarse en sectores más o menos equivalentes a las casas cadentes, especialmente en los sectores 1 y 4 de las divisiones en 12 sectores, que corresponden aproximadamente a las casas XII y IX del sistema Placidus, pero también, aunque en menor medida, en lo que en Placidus serían la segunda mitad de las casas III y VI y también en los primeros grados de las casas angulares. Esto es lo que he llamado angularidad desplazada, como puede observarse claramente en la figura 1. También obtuvo resultados parecidos a estos con los grupos familiares, al estudiar la herencia planetaria entre padres e hijos. Pero los resultados de los grupos familiares tienen tres importantes diferencias con los de los grupos profesionales. La primera es que además de la Luna, Marte, Júpiter y Saturno, aquí también obtuvo resultados con Venus, que es de los dos planetas ligados al Sol el que tiene mayor margen de separación. La segunda es que aquí las mayores concentraciones se producen mucho más cerca de los ángulos, como puede observarse comparando la figura 2 con la figura 1. Y la tercera es que en los grupos familiares no interviene lo que Gauquelin llamó "el efecto eminencia", algo que enseguida explicaremos.
Figura 2. Suma de las frecuencias observadas en la herencia
planetaria de la Luna, Venus, Marte, Júpiter y Saturno
¿Por qué la angularidad desplazada prácticamente ha desaparecido en el caso de la herencia, ajustándose aquí sí los planetas al Ascendente y al MC? Por supuesto, no tengo la respuesta para esto, pero puedo aventurar una hipótesis. La relación paterno-filial se establece en el instante mismo del nacimiento, mientras que la elección de la profesión y el eventual éxito en la misma se producen mucho más adelante en la vida. Nadie nace diputado, militar de alta graduación, doctor o campeón deportivo, pero uno es hijo de su madre y de su padre desde el primer día. Pues bien, los planetas situados en la eclíptica entre, digamos, 15 y 35 grados antes que el MC o el Ascendente, son arrastrados hasta los ángulos y luego al interior de las casas angulares por la acción de varios mecanismos de dinamización de la carta natal, como las direcciones de arco solar, las direcciones simbólicas de grado por año o las direcciones primarias inversas, más o menos cuando la persona está en edad de escoger una profesión, desarrollarla y alcanzar reconocimiento. Esta puede ser la razón de que los planetas situados en las casas IX y XII tengan tanto peso en el éxito profesional. Y esta puede ser también la clave para entender el "efecto eminencia".
Consiste este "efecto" en que los resultados de angularidad desplazada obtenidos por Gauquelin en varios grupos profesionales eran tanto más intensos cuanto más eminentes o notables eran las personas incluidas en la muestra, hasta el punto de que las muestras constituidas exclusivamente por personas anónimas que no habían destacado en su profesión no daban ningún resultado estadísticamente significativo. ¿Acaso la astrología-bonsai de Gauquelin además de raquítica era elitista?, ¿Acaso la gente corriente es impermeable a la acción de los planetas? No parece que sea el caso, toda vez que el efecto eminencia no condiciona los resultados de la herencia planetaria.
Tal como yo lo veo, lo que sucedió fue lo siguiente. Gauquelin tropezó por azar con una peculiar distribución del planeta Marte en la esfera local del nacimiento de 576 académicos de medicina, que situaba a Marte de preferencia entre 10 y 40 grados (mundanos) después de su paso por el horizonte o el meridiano. Examinó luego la distribución de este planeta en otras muestras de grupos profesionales formados por personas que habían destacado en el ejercicio de su profesión y probó también con otros planetas. En varios casos se destacaron las mismas zonas. Gauquelin decidió entonces que esas zonas eran las que dotaban a los planetas de mayor poder a todos los efectos y en todo momento. Asoció cada planeta con una o varias profesiones, dependiendo de en qué grupo lo había hallado en las zonas privilegiadas. Reunió luego nuevas muestras de grupos profesionales integradas por personas comunes que no habían brillado en sus trabajos. Los planetas asociados a esos grupos profesionales no aparecían en las zonas esperadas. Gauquelin se sorprendió y concluyó que "las correlaciones planetarias varían en función de la fama de los individuos que componen los grupos de profesiones" [Escrito en las estrellas, p.78]. No comprendió que podía ser justamente al revés, que fuera la fama de los individuos la que variara en función de las posiciones de los planetas en su nacimiento.
En efecto, los planetas situados en las zonas privilegidas por Gauquelin son los que a la edad apropiada para despuntar en una profesión alcanzan por direcciones el MC o el Ascendente y pasan luego alrededor de 30 años en la casa X o en la I, casas angulares que otorgan éxito profesional y promoción personal. Un planeta natal en esa zona simplemente aumenta la probabilidad de alcanzar la eminencia en la época en que el nativo se consagra con más energía a su profesión, pero no es poderoso a todos los efectos y en todo momento, sino únicamente a efectos de promoción profesional o personal en una cierta época de la vida. Por eso entre las personas corrientes dedicadas a las mismas profesiones no abundan los planetas correspondientes en esas zonas.
© 2014, Julián García Vara
Hola Julian:
ResponderEliminarExcelente articulo sobre Gauquelin, muy clarificador además. Sin embargo, el pdf no se puede bajar..por lo que te lo socito, si es posible, que me lo envvies a mi correo privado. "arenys@gmail.com"
Josep Lluis Albareda
Muy lindo artículo. Muy bien redactado, escrito y explicado, Felicitaciones!
ResponderEliminarUna observación precisa, muy fina y destacada como también muy comprensiva sobre el tema, agradezco su generosidad al querer compartirlo para beneficio de la Astrología y quienes la estudian.
ResponderEliminar