miércoles, 28 de julio de 2010

Venus y el quinto armónico



Son conocidas desde antiguo las peculiaridades del ciclo de retrogradaciones de Venus, que parece pintar un pentagrama sobre el lienzo del zodiaco en un periodo de ocho años. Sobre esta relación de la órbita de Venus con el pentagrama se construyó la trama de la popular novela de Dan Brown El código Da Vinci (2003), más tarde llevada al cine por Ron Howard (2006).

Cuando Venus se sitúa en línea con el Sol, visto desde la Tierra, decimos que estos dos astros están en conjunción. Si Venus se sitúa en medio, entre el Sol y la Tierra, hablamos de conjunción inferior. Si Venus se sitúa detrás del Sol, dejando a este último en medio, hablamos de conjunción superior. Durante la conjunción inferior, Venus parece moverse en dirección contraria a su movimiento habitual y al del resto de los planetas. Este aparente movimiento de Venus hacia atrás en el zodíaco es lo que se conoce como retrogradación. Por el contrario, en la conjunción superior Venus está siempre directo. La conjunción inferior es, como es lógico, la que deja a Venus más cerca de la Tierra, por lo que señala su perigeo, momento en el cual el diámetro del disco aparente de Venus es sensiblemente mayor; pero en esta situación sólo podemos ver su cara oscura (Venus nueva). La mayor distancia de Venus a la Tierra (su apogeo) coincide con la conjunción superior, durante la cual el tamaño del disco aparente de Venus es menor, pero a cambio nos muestra la totalidad de su cara iluminada (Venus llena).

El tiempo transcurrido entre dos conjunciones inferiores de Venus o, lo que es lo mismo, entre dos retrogradaciones sucesivas, es de 584 días. Cada nueva retrogradación de Venus se produce en un lugar del zodiaco separado aproximadamente por dos quintas partes del círculo (un biquintil, 144º) del punto en que tuvo lugar la anterior. De este modo, uniendo mediante líneas continuas los puntos del zodíaco ocupados por Venus en una secuencia de cinco retrogradaciones, obtenemos la imagen de una estrella de cinco puntas. Otra estrella semejante se obtiene del enlace de los grados ocupados por Venus en sus conjunciones superiores o apogeos, que tienen lugar aproximadamente a mitad de camino de los puntos de retrogradación.



Movimiento de Venus girando en torno al Sol
visto desde la Tierra.
(imagen de John Martineau)

Cada una de estas secuencias de cinco retrogradaciones consta de 584 días multiplicados por 5, lo que equivale a 8 años terrestres y a 13 años de Venus. Estos tres números, 5, 8 y 13, constituyen un segmento de la conocida secuencia de números de Fibonacci, que preside el desarrollo de numerosos procesos naturales y guarda relación con la proporción áurea utilizada por artistas y arquitectos clásicos, como el propio Leonardo Da Vinci.




Los periodos de la Tierra y de Venus también están estrechamente relacionados como 1,618 a 1 (99,6 % del número Phi).

Las retrogradaciones, ya sean de Venus o de cualquier otro planeta, podemos observarlas desde la Tierra, pero no existen si miramos los planetas desde el Sol. A pesar de ello, la flor de cinco pétalos dibujada por el movimiento geocéntrico de Venus -o algo muy semejante-, aparece de nuevo si consideramos las relaciones entre el movimiento de la Tierra y el de Venus desde un punto de vista heliocéntrico. Si unimos mediante una línea a la Tierra con Venus y vigilamos las variaciones de tamaño y disposición de esta línea durante ocho años, tal como se verían desde el Sol, obtenemos la imagen que se muestra más abajo.



Movimientos de la Tierra y Venus vistos desde el Sol
(imagen de John Martineau)


Parece evidente que debe existir alguna relación entre el armónico 5, que divide al zodíaco en cinco partes iguales, y estos ciclos de Venus que hacen otro tanto. Pero puesto que en estos ciclos intervienen, además, la Tierra y el Sol, es preciso matizar que el armónico 5 geocéntrico debe participar de la naturaleza del Sol y de Venus, mientras que el armónico 5 heliocéntrico tendría una naturaleza Tierra/Venus, aunque no sepamos muy bien el significado que debemos atribuir a la Tierra en una carta heliocéntrica.

En efecto, las habilidades creativas atribuidas al quinto armónico encajan a la perfección con la interpretación clásica de una conjunción Sol-Venus. La preocupación formal y el cuidado de la propia apariencia guardan igualmente relación con el armónico 5, por una parte, y con Sol/Venus por otra. Incluso la personalidad obsesiva está relacionada con Venus indirectamente a través de su regencia tradicional del signo de Tauro, dominado por la compulsión a la repetición. Es extraño que Hamblin no haya visto esto y haya preferido relacionar a Venus con el séptimo armónico, que, a mi modo de ver, guarda una relación mucho más clara con Urano.

Por otra parte, en la medida en que podamos relacionar la secuencia de números de Fibonacci, el número Phi, los ciclos de Venus y el quinto armónico, podemos deducir que si estas relaciones matemáticas intervienen en la estructuración espontánea de tantos procesos naturales, el armónico 5 no puede ser tan "artificial" como pretende Hamblin.

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Las imágenes de John Martineau mostradas en este artículo proceden de su libro A Little Book of Coincidence: Pattern in the Solar System (Un pequeño libro de coincidencias: patrones en el sistema solar), Wooden Books, Walker & Company, New York, 2001.

Hay traducción castellana: John Martineau, El libro de las coincidencias: La misteriosa armonía de los planetas, Ediciones Oniro, Barcelona, 2005.







1 comentario:

  1. Es curioso como los mayas prestaban más atención a Venus que al mismisimo sol.
    Para realizar una batalla tenían en cuenta a Venus y Jupiter y no a Marte :P

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