martes, 8 de diciembre de 2009

Sagitario en el mejor de los mundos posibles



"No parece que sea una coincidencia la publicación simultánea, en 1726, de los Gulliver's Travels (Los viajes de Gulliver) y de los Fifteen Sermons (Quince sermones) de Butler: en efecto, señala el final de las filosofías radicalmente optimistas, cuya culminación tuvo lugar entre finales del siglo XVII y primeras décadas del XVIII, con las obras de Locke, Leibniz y Shaftesbury"
(A. Plebe, citado por Reale/Antiseri, Historia de la Filosofía, t.II, p.661)

En este texto, Plebe sitúa la culminación de las filosofías radicalmente optimistas entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, un período que en nuestro esquema del ciclo de Sofía se corresponde con la última fase Sagitario que hemos conocido hasta ahora, que, en principio, he situado entre 1670 y 1710, terminando un poco antes de lo que dice Plebe.

De los nativos de Sagitario se dice que son alegres, afortunados, los grandes optimistas del zodíaco, y que están bajo el dominio del mayor de los benéficos: el brazo protector de Júpiter (de cuyo nombre latino deriva nuestra palabra 'jovial').

El optimismo metafísico de Leibniz se resume en su célebre frase: "vivimos en el mejor de los mundos posibles", de la que se aprovecharía más tarde Voltaire para satirizarla en su cuento titulado "Cándido o el optimismo", donde un leibniziano sufre una desgracia detrás de otra y va encontrando siempre rocambolescas razones para justificar que lo sucedido es lo mejor que podía haber pasado.

Esta tesis de Leibniz y otras de Spinoza, 14 años mayor que él, fueron anticipadas por Crisipo hacia el 240 a. C., también en una fase Sagitario del ciclo de Sofía. Sobre esto escribe A. A. Long: "(la teología optimista de Crisipo) trata de mostrar que éste es el mejor de todos los mundos posibles, con un propósito divino inmanente a él." ( La filosofía helenística, p. 149)

Y más adelante añade: "el principio activo (de la física estoica defendida por Crisipo) es la Naturaleza o Dios (...) Los cuerpos, en el sistema estoico, son compuestos de materia y mente (Dios o logos) (...) Su naturaleza, como el Dios o Naturaleza de Spinoza, es cosa a la que juntamente son atribuibles pensamiento y extensión" (pp. 153-154)

En Crisipo y en Spinoza asistimos a una identificación de Dios con la Naturaleza. Spinoza emplea constantemente la expresión latina "Deus sive Natura" (Dios o la Naturaleza). Descartes había dividido la realidad en dos mundos radicalmente separados: el de la mente y el de los cuerpos. Entre ambos mundos no hay comunicación posible, porque son dos substancias completamente distintas. Los cuerpos se reconocen por el atributo de la extensión (ocupan una porción del espacio y son medibles) y están sometidos a las leyes de la física mecanicista: se componen y descomponen por choques mecánicos entre partículas. La mente (o el alma) y sus contenidos se reconocen por el atributo del pensamiento (no ocupan ningún lugar ni son medibles). Junto al pensamiento y la extensión, o más bien por encima de ellas, Descartes reconocía una tercera substancia: la substancia infinita, es decir, Dios, que era la substancia por excelencia, de acuerdo con la definición de substancia que había dado Descartes, a saber, "aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir".

Spinoza observa, con razón, que es imposible que exista ninguna otra substancia junto a la substancia infinita, puesto que las otras dos dependen de ella y si fueran substancias en sentido estricto la limitarían. La substancia infinita que todo lo contiene debe tener infinitos atributos o modos de manifestación; pero, según Spinoza, nosotros sólo conocemos dos de esos atributos: el pensamiento y la extensión. No se trata, por tanto, de dos mundos separados, sino de Dios mismo o la Naturaleza misma mostrándose de dos maneras distintas. Por eso Spinoza llama a esta substancia Deus sive Natura: la Naturaleza es Dios extenso, cuerpo de Dios. Todo cuerpo "tiene alma", es, a la vez, pensamiento, tiene un correlato mental o espiritual, una naturaleza divina.

La identificación de Dios con la totalidad de lo real se conoce con el nombre de panteísmo (de pan = todo y teos = dios). Esta doctrina ha sido considerada una forma disimulada de ateísmo, por lo que ha sido condenada tanto por la ortodoxia judía (en la que Spinoza había sido educado y de la que fue excomulgado) como por la iglesia católica. Las doctrinas panteístas han proliferado especialmente en las fases de Sagitario del ciclo de Sofía, con Crisipo, Amalrico de Bene, David de Dinant y Spinoza, entre otros.

Amalrico (cuyo año de nacimiento se desconoce, pero que murió hacia el 1207) sostuvo que Dios era la esencia de todas las criaturas y la existencia de todas las criaturas.

David de Dinant (1160 - 1217) dividía las cosas en tres clases: cuerpos, almas y sustancias eternas, y sostenía que los cuerpos estaban constituidos por hylé (materia), las almas por nous (mente) y las sustancias eternas por Dios. Estas tres fuentes constitutivas son las tres indivisibles, y las tres indivisibles son una y la misma. Así, todos los cuerpos serían modos de un sólo ser indivisible, Hylé, y todas las almas serían modos de un ser indivisible, Nous; pero estos dos seres indivisibles son uno, y fueron identificados por David con Dios, que es la única sustancia. (Copleston, Historia de la Filosofía, t.II, pCursiva. 187)

David de Dinant, que desarrolló su filosofía en la fase Sagitario del ciclo de Sofía inmediatamente anterior al de Spinoza y Leibniz, no sólo anticipó las tesis centrales de Spinoza, sino que para probarlas se valió de un argumento que anticipa también el principio de identidad de los indiscernibles de Leibniz, según el cual en el supuesto de que existiesen dos sustancias indiscernibles, ambas coincidirían y serían una única e idéntica sustancia. Cinco siglos antes había dicho David de Dinant: "cuando las cosas no difieren en modo alguno una de otra son la misma. Ahora bien, siempre que dos cosas difieran una de otra, difieren en virtud de differentiae, y en tal caso deben ser compuestas. Pero Dios y la materia primera son completamente simples, no cosas compuestas. Así pues, no pueden diferir en modo alguno entre sí, y en consecuencia deber ser la misma cosa (Copleston, t.II, p. 188)

Por otra parte, es interesante considerar el singular destino que sufrió la obra de Juan Escoto Eriúgena muchos años después de su muerte. El acmé de Escoto tuvo lugar alrededor del año 850, que en el ciclo de Sofía corresponde a una fase de Piscis. La filosofía de Escoto no es panteísta, pero Amalrico de Bene la interpretó equivocadamente como panteísta y la presentó como un aval de sus propias doctrinas panteístas. En 1210, el concilio de París condena los escritos de Escoto dejándose arrastrar por la interpretación de Amalrico, quien también es condenado junto con David de Dinant. Casi cinco siglos más tarde, en 1681, las obras de Escoto se incluyeron en el índice de los libros prohibidos, nuevamente bajo acusación de panteísmo. Que por dos veces, con un ciclo de Sofia completo de por medio, se efectuara una lectura de Escoto distorsionada hacia el panteísmo, en ambos casos en fases de Sagitario, indica que en esos periodos las doctrinas de ese tipo "flotaban en el ambiente" y se las veía al mirar cualquier cosa que se les pareciera vagamente.

El signo de Sagitario es habitualmente representado por la figura de un centauro, y suele decirse que la doble naturaleza humana y equina de este ser mitológico simboliza la simultánea presencia en los nativos de este signo de tendencias a la elevación espiritual e inclinaciones al goce de los sentidos. El que este centauro sea, a la vez, un arquero que dispara su flecha hacia el infinito representa la voluntad de trascendencia hacia lo superior o divino. La distinción de David de Dinant entre cuerpos, almas y sustancias eternas puede ponerse en correspondencia con la parte equina, la parte humana y el objetivo de la flecha lanzada por el arquero-centauro respectivamente. Que Hyle y Nous sean uno queda bien figurado por el hecho de que la parte equina y la humana son un sólo animal, con capacidad de elevarse hasta la conciencia de ser uno con la divinidad. Spinoza repite el mismo esquema: pensamiento (parte humana) y extensión (parte equina) como atributos de una única sustancia, Dios o la Naturaleza.

El optimismo metafísico y el panteísmo se entrecruzan fácilmente, porque si Dios es el ser más perfecto que el cuál no podemos pensar ningún otro y, además, el mundo es de naturaleza divina, entonces no podemos vivir en otro mundo que no sea el mejor de los posibles.

© 2009, Julián García Vara

1 comentario:

  1. Gracias por el artículo de sagi, tenía ganas de leerlo!.

    El sábado he ido al congreso de astrología, he sido feliz, he disfrutado como una enana con gente con la misma inquietud que yo.... y eso, que más bien parecia una fiesta de la 3º edad, pero ha estado muy bien y creo que he aprendido algunas cosillas.

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