domingo, 19 de diciembre de 2010

El Sol y la Luna en el matrimonio. Parte 2. Una exploración estadística: aplicación y separación.



En la entrada anterior hemos visto la distribución de conjunciones de luminarias, cruzando entre sí las cartas por parejas de más de cinco mil seiscientas personas casadas, a través de los trece primeros armónicos. Al contabilizar el número de conjunciones no se ha tenido en cuenta si el Sol o la Luna de la mujer se encontraban en los grados inmediatamente anteriores a los ocupados por el Sol o la Luna del hombre o si, por el contrario, se encontraban en los grados inmediatamente posteriores. Pero una observación más minuciosa de los datos sugiere claramente que este detalle puede ser importante.

Cuando se presenta una conjunción entre el Sol y la Luna en una carta individual, la llamamos aplicativa si la Luna se encuentra situada antes que el Sol, de tal manera que por su movimiento natural más rápido se acercará progresivamente al Sol hasta alcanzar la conjunción partil pocos minutos u horas después del nacimiento. Por el contrario, si es el Sol el que está situado antes que la Luna, el aspecto se llama separativo, porque la conjunción partil ya ha tenido lugar pocos minutos u horas antes del nacimiento y el movimiento natural de la Luna más rápido que el del Sol la lleva a separarse progresivamente de éste. La conjunción aplicativa entre la Luna y el Sol corresponde al hemiciclo de la Luna menguante, mientras que la conjunción separativa corresponde al hemiciclo de la Luna creciente.

Pero cuando se trata de conjunciones cruzadas entre dos cartas, es dudoso que se pueda mantener esta terminología. Hasta cierto punto, se puede considerar correcto afirmar que la Luna a 5 grados de Cáncer en la carta natal de una persona se encuentra en conjunción aplicativa con el Sol a 10 grados de Cáncer en la carta natal de otra persona. Sin embargo, si la primera persona tiene el Sol a 10 grados de Capricornio, entonces habrá nacido en Luna llena y todavía dentro de su hemiciclo creciente, mientras que lo normal en una carta individual es que la Luna haga conjunción aplicativa al Sol cuando se encuentra en fase de Luna nueva y todavía dentro de su hemiciclo menguante. Por tanto, no se trata exactamente del mismo aspecto cuando los dos planetas están en una misma carta que cuando cada uno de ellos está en una carta diferente.

El problema es todavía más arduo cuando la conjunción se da entre el Sol de uno con el Sol de otro, porque entonces la velocidad media de desplazamiento en el zodiaco es la misma. Esta conjunción no sería ni aplicativa ni separativa, porque el aspecto partil ni se formará después ni se ha formado antes, a menos que imaginemos a uno de los dos soles detenido y al otro en movimiento. Si hacemos esto último, entonces podemos llamar aplicativa a una conjunción entre soles cuando el sol en movimiento se encuentra antes que el sol en reposo, y separativa cuando se encuentra después.

Se puede observar en la muestra de matrimonios recopilada por Gauquelin que son más abundantes las conjunciones (armónicas) entre soles en las cuales el Sol del hombre se sitúa antes que el Sol de la mujer. Esta tendencia es todavía más marcada cuando se trata del Sol del hombre en relación con la Luna de la mujer. De hecho, no se aplica sólo a las conjunciones propiamente dichas (las del armónico 1), sino que se extiende a la mayoría de los demás aspectos (las conjunciones de los demás armónicos).

Si registramos por separado las conjunciones entre soles en las cuales el Sol del hombre se sitúa antes que el Sol de la mujer, entonces las diferencias entre valores esperados y valores observados en los trece primeros armónicos son las que se muestran en el gráfico siguiente:




En el total de los 13 armónicos se han encontrado 69 conjunciones más que las esperadas. Veamos ahora qué sucede si registramos por separado aquellas conjunciones en las que el Sol del hombre se encuentra situado después que el Sol de la mujer:

 

Ahora la tendencia se ha invertido y las conjunciones observadas son 42 menos que las esperadas. Esto puede tener consecuencias muy importantes. Antes de discriminar entre estas dos maneras posibles de producirse una conjunción entre los soles de ambos miembros de la pareja, habíamos observado que los armónicos en los que se producían más contactos entre soles eran el 5 y el 10 (ambos con +27). De ahí se deduce, en principio, que los aspectos entre soles asociados a estos armónicos (los de 36 grados y sus múltiplos) son los que más probabilidades tienen de fomentar una unión matrimonial. Pero una vez que separamos las conjunciones en dos grupos (según el Sol del hombre esté antes o después que el de la mujer) podemos comprobar que si el armónico 5 se destaca es sola y exclusivamente debido a las conjunciones del primer grupo, ya que el segundo no ha mostrado ningún indicio de actividad (los valores observados se ajustan a los previstos). Por tanto, en lo que se refiere a esta muestra, los quintiles y biquintiles entre soles sólo "funcionan" en el caso de que el Sol del hombre esté situado antes del lugar del aspecto partil con el Sol de la mujer. Otro tanto sucede con las cuadraturas. Toda la ventaja del armónico 4 se debe a la aportación del primer grupo (+22), ya que los valores del segundo grupo están incluso por debajo de lo normal (-6). En el caso del armónico 10, sin embargo, la aportación de ambos grupos es similar.
El gráfico siguiente de valores acumulados resume la situación de los contactos entre soles en los trece primeros armónicos, separando los que se producen con el Sol del hombre antes que el Sol de la mujer (izquierda) de los que se producen con el Sol del hombre después que el Sol de la mujer (derecha)




Si imaginamos en reposo el Sol de la mujer y en movimiento el Sol del hombre, entonces podemos decir que los quintiles, biquintiles y cuadraturas que han producido un número de uniones matrimoniales superior al esperado son aquellos aspectos en los cuales el Sol del hombre se aplica al Sol de la mujer, mientras que no tienen efecto si el Sol del hombre se separa del Sol de la mujer. Pero si dejamos en reposo al Sol del hombre y ponemos en movimiento el Sol de la mujer, entonces todo sucede al revés: hay más uniones cuando el Sol de la mujer se separa del Sol del hombre y menos cuando se aplica a él. Vemos aquí claramente cómo estos conceptos de aplicación y separación son totalmente relativos cuando se usan en sinastría y no dejan de ocasionar cierta confusión. A pesar de ello, también pueden arrojar alguna luz.

Una hipótesis que podemos proponer para explicar esto sería la siguiente. El Sol imaginado en movimiento no sería en realidad el Sol natal, sino ese mismo Sol desplazado por progresiones o direcciones simbólicas en el sentido natural de su movimiento en el zodiaco. Por su propio impulso, el Sol avanza hacia adelante sobre el zodiaco en su movimiento anual. Cuando el Sol del hombre está situado antes que el de la mujer, su progreso natural le lleva al encuentro con el Sol en reposo de ella. Esto tiene cierta lógica; pero ¿por qué entonces no se producen más uniones cuando el Sol de ella, por su propio impulso, se dirige hacia el Sol en reposo de él? Tal vez la respuesta a este enigma pase por una consideración del contexto histórico y sociocultural al que pertenecieron los matrimonios de esta muestra. Como ya he señalado, todos ellos nacieron entre el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX en Francia. En esa época, no se consideraba decente que una mujer tomara la iniciativa en sus relaciones con los hombres. La mujer debía limitarse a esperar que un hombre le propusiera matrimonio. Aunque actualmente las cosas han cambiado, todavía no se han extinguido del todo los ecos de ese tipo de moral. Puedo mencionar a título de anécdota personal pertinente al tema que nos ocupa un breve fragmento de una conversación con una mujer de mi propia familia, educada en valores muy conservadores. Cuando le pregunté por qué continuaba soltera me respondió "porque lo que viene no conviene y lo que conviene no viene". No se le pasaba por la cabeza la idea de ir ella hacia lo que le convenía. Es posible, por tanto, que cuando se da una situación en la que podemos decir que un Sol se aplica a otro y así se produce un contacto, el Sol imaginado en movimiento represente a la persona que toma la iniciativa en la relación y el Sol imaginado en reposo a la persona que "es abordada" o se limita a esperar. Pero esto es sólo una especulación. Habrá que esperar nuevos estudios con matrimonios del siglo XXI para ver si se mantienen o no las tendencias observadas en éste.

Veamos entretanto lo que sucede con los contactos entre el Sol del hombre y la Luna de la mujer en nuestra muestra. Aquí la diferencia entre los resultados de los dos grupos es mucho más acusada. Cuando el Sol del hombre se encuentra antes que la Luna de la mujer, se registran 123 contactos por encima de lo esperado en el conjunto de los trece primeros armónicos. Sólo los armónicos 8 y 11 dan valores algo por debajo de lo esperado. Todos los demás (excepto el 1) dan valores más o menos claramente por encima de lo esperado.




Sin embargo, cuando el Sol del hombre se sitúa después que la Luna de la mujer se dan 64 contactos menos de lo esperado. Casi todos los armónicos (y, por tanto, casi todos los aspectos) dan valores por debajo de lo esperado.



La situación de conjunto de los dos grupos en los trece primeros armónicos se muestra en el siguiente gráfico de valores acumulados. En la parte izquierda, la contribución apilada de los armónicos a los contactos entre el Sol del hombre y la Luna de la mujer cuando el Sol del hombre se encuentra antes (el Sol en movimiento se aplica a la Luna en reposo). En la parte derecha, la contribución apilada de los armónicos a los contactos entre el Sol del hombre y la Luna de la mujer cuando el Sol del hombre se encuentra después (el Sol en movimiento se separa de la Luna en reposo).



Obsérvese que la conjunción propiamente dicha (la del armónico 1) entre el Sol del hombre y la Luna de la mujer no da "buenos resultados" en ninguno de los dos grupos. En el primero (cuando el Sol se sitúa antes que la Luna) el valor obtenido coincide con el esperado, y en el segundo (cuando el Sol se sitúa después que la Luna) está algo por debajo de lo esperado (-6). Por tanto, esta muestra no da ningún respaldo empírico a la idea de que la conjunción del Sol del hombre con la Luna de la mujer es un magnífico contacto, del que cabe esperar se deriven más uniones matrimoniales reales que las que presupone la teoría del azar y la probabilidad. Sí apoya, sin embargo, la idea de que otros aspectos diferentes de la conjunción entre el Sol del hombre y la Luna de la mujer pueden incrementar la probabilidad del matrimonio, sobre todo los septiles y los quintiles, junto con los múltiplos de ambos.

Ahora bien, las cosas son muy diferentes cuando el Sol del hombre no está implicado en el contacto entre luminarias. Para empezar, se producen menos contactos de los esperados si una de las luminarias es la Luna del hombre. Además, la Luna en movimiento del hombre aplicada al Sol o a la Luna en reposo de la mujer da resultados más bajos que separándose de ellos. En este último caso, los resultados tampoco son "buenos", pero quedan más cerca de los valores esperados. Todo esto es hablando en términos generales sobre el conjunto de todos los armónicos, pero hay algunas excepciones en algunos armónicos en particular. La Luna del hombre "combina bien" con el Sol de la mujer en el armónico 4 y mejor si se aplica al Sol de la mujer que si se separa de él. Esto quiere decir que la Luna del hombre en cuadratura con el Sol de la mujer es el aspecto entre esas dos luminarias que mejores resultados da en esta muestra. Por otra parte, en los contactos entre las Lunas de ambos el armónico con mejores registros es el 9, que se corresponde con el aspecto de novil (40 grados) y con sus múltiplos; también este aspecto funciona mejor cuando es la Luna en movimiento del hombre la que se aplica sobre la Luna en reposo de la mujer.



Diferencia entre valores obtenidos y valores esperados para conjunciones de la Luna del hombre con el Sol de la mujer en las que la Luna del hombre se sitúa antes que el Sol de la mujer en los trece primeros armónicos.



Diferencia entre valores obtenidos y valores esperados para conjunciones de la Luna del hombre con el Sol de la mujer en las que la Luna del hombre se sitúa después que el Sol de la mujer en los trece primeros armónicos.



Acumulación de las diferencias entre valores obtenidos y valores esperados para conjunciones de la Luna del hombre con el Sol de la mujer en las que la Luna del hombre se sitúa antes que el Sol de la mujer (izquierda) o después que el Sol de la mujer (derecha) en los trece primeros armónicos.


 Diferencia entre valores obtenidos y valores esperados para conjunciones de la Luna del hombre con la Luna de la mujer en las que la Luna del hombre se sitúa antes que la Luna de la mujer en los trece primeros armónicos.


Diferencia entre valores obtenidos y valores esperados para conjunciones de la Luna del hombre con la Luna de la mujer en las que la Luna del hombre se sitúa después que la Luna de la mujer en los trece primeros armónicos. 


Acumulación de las diferencias entre valores obtenidos y valores esperados para conjunciones de la Luna del hombre con la Luna de la mujer en las que la Luna del hombre se sitúa antes que la Luna de la mujer (izquierda) o después que la Luna de la mujer (derecha) en los trece primeros armónicos.



Probablemente toda esta información parecerá inútil a aquellos astrólogos que desprecian las estadísticas o que sólo esperan de ellas una confirmación empírica de los presupuestos teóricos con que se manejan habitualmente. Si los datos observados en la realidad no se ajustan a sus esquemas preconcebidos, algunos se sentirán más inclinados a dudar de la validez de la metodología empleada para obtenerlos que a poner en cuestión sus propias ideas previas. Incluso si se acepta que, en efecto, algunos importantes hechos observados no van en la dirección que cabría esperar a partir de especulaciones a priori o de aforismos tradicionales, todavía habrá quien afirme que esto no significa que no sean válidos esos aforismos o esquemas generalmente aceptados en la astrología; se dirá que lo que sucede es que la mayoría de la gente desconoce lo que en realidad les conviene y por eso escogen espontáneamente como parejas a las personas inadecuadas. En palabras de Hegel, que ya he citado en alguna ocasión "si el dato no entra en el sistema, peor para el dato". Las mentalidades dogmáticas siempre encontrarán algún subterfugio para continuar adheridas a sus teorías favoritas. 

Pero aquellos que tengan una mentalidad más abierta y sientan un mayor respeto por los hechos saludarán con alegría todo descubrimiento nuevo que suponga o prometa un progreso en una disciplina en muchos aspectos tan estancada como es la astrología. Y se dispondrán con buen ánimo a hacer los reajustes necesarios o a emprender nuevas investigaciones para comprobar más fehacientemente si de verdad esos reajustes son pertinentes. 

© Julián García Vara, diciembre, 2010.

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