miércoles, 24 de agosto de 2011

Venus en el matrimonio: una correlación sorprendente



En las dos entradas anteriores, dedicadas a explorar estadísticamente los contactos de Venus natal de una persona con los planetas natales de otra cuando existen vínculos conyugales entre ellos, hemos mostrado los gráficos que registran el peso relativo de cada uno de los trece primeros armónicos en relación con estos contactos. Hicimos notar que había notables semejanzas entre el gráfico correspondiente a los contactos de Venus del hombre y el correspondiente a los contactos de Venus de la mujer. Esta semejanza se ve ligeramente favorecida por el hecho de que uno de los contactos, el de Venus del hombre con Venus de la mujer, es contabilizado al mismo tiempo en los dos gráficos. Si suprimimos este contacto común obtendremos una imagen más precisa del verdadero grado de semejanza entre las dos distribuciones. Una vez hecho eso, la comparación queda tal como se muestra en el siguiente gráfico:


Desviaciones de los valores obtenidos respecto de los esperados, expresadas en porcentajes acumulados, de los contactos de Venus  en los trece primeros armónicos. En rojo, los contactos de Venus  del hombre con Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Mercurio y la Luna de la mujer. En amarillo, los contactos de Venus de la mujer con Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Mercurio y la Luna del hombre.

Todavía el perfil de ambas curvas sigue siendo extraordinariamente similar, sobre todo en los seis primeros armónicos, y aun hasta el décimo inclusive. Existe un recurso estadístico para cuantificar el grado de correlación de dos distribuciones de datos y decidir si hay o no entre ellas una vinculación significativa: el coeficiente de correlación de Pearson. Se trata de una fórmula que arroja un resultado comprendido entre -1 y 1 y que permite establecer la existencia de una fuerte correlación positiva si el valor resultante queda por encima de +0,5 y de una fuerte correlación negativa si queda por debajo de -0,5. Entre 0,3 y 0,5 se puede hablar de correlación media, positiva o negativa dependiendo del signo del coeficiente. Por desgracia, no podemos aplicar esa fórmula en este caso, porque los distintos valores asociados a cada uno de los armónicos en cada serie no son completamente independientes entre sí. Podemos hacernos una idea de lo que esto significa observando el siguiente esquema:

Interrelación entre las áreas de contacto de los trece primeros armónicos
Pulse sobre el gráfico para verlo ampliado

En este esquema se ha adjudicado a cada armónico un rectángulo que representa la zona dentro de la cual dos planetas pueden efectuar un contacto de conjunción en el interior de ese armónico. La base y la altura son diferentes para cada rectángulo, pero su área es la misma en todos los casos. Se observa que los diferentes rectángulos no mantienen sus áreas totalmente separadas entre sí, sino que se superponen parcialmente, dando lugar a numerosas zonas de intersección. Aunque todos los contactos contemplados aquí son conjunciones dentro de los armónicos del mismo número que los rectángulos mayores en los que quedan encuadrados, cada zona parcial ha sido etiquetada con el glifo o el nombre del aspecto que los contactos que caen en esa zona presentan en la carta natal (es decir, en el primer armónico). Así podemos ver que si dos planetas están, por ejemplo, en oposición en la carta natal se mostrarán en conjunción en el armónico 2; pero es posible que, además de en el 2, también aparezcan en conjunción en otros armónicos pares: el 4, el 6, el 8, el 10 ó el 12. Esto último dependerá de cuán estrecho sea el orbe de la oposición radical. Cuanto más estrecho el orbe, en más armónicos pares será contabilizada como conjunción. Por tanto, un mismo aspecto puede ser contabilizado varias veces y formar parte así del balance de varios armónicos distintos. Si se produce una aglomeración de contactos en una de las zonas que el armónico 2 comparte con el 4 y con el 8, los tres armónicos elevarán sus registros simultáneamente, aunque la medida final de cada uno dependerá también de las zonas que no comparten. Por consiguiente, si los valores correspondientes a los primeros armónicos en dos distribuciones diferentes (por ejemplo, la de los contactos de Venus del hombre y la de los contactos de Venus de la mujer) son muy parecidos, es probable que la semejanza se extienda a otros armónicos que son múltiplos de los primeros. Por esta razón, no podemos aplicar a las dos series de armónicos el coeficiente de correlación de Pearson, a menos que previamente depurásemos los datos evitando las zonas de intersección, tal como se muestra en la siguiente versión de nuestro esquema:

En la práctica esto se traduce en no contabilizar en cada armónico aquellas conjunciones que fueron ya contabilizadas en algún armónico anterior o, lo que viene a ser lo mismo, en adjudicar todas las conjunciones de la carta natal al armónico 1 y sólo a él, todas las oposiciones al armónico 2, todos los trígonos al armónico 3, todas las cuadraturas al armónico 4, y así sucesivamente, tal como se muestra en el último esquema. Pero en esta nueva versión del esquema los diferentes rectángulos no tienen ya áreas iguales, por lo que no son directamente comparables.

Sin duda, hubiera sido interesante tratar la información también de este segundo modo, pero no me lo planteé así en un principio y, por ahora, no puedo permitirme la inversión de tiempo y esfuerzo que requeriría inspeccionar otra vez las cerca de seis mil cartas natales bajo estos nuevos criterios. 

Con todo, todavía podemos sacar algún provecho de los coeficientes de correlación de Pearson para ordenar los siete planetas objeto de nuestro estudio, según su mayor o menor grado de correlación entre los datos correspondientes al planeta del hombre y los correspondientes al mismo planeta de la mujer, porque, aunque sepamos que los índices obtenidos estarán más o menos hinchados, esto no favorece a ninguno de ellos en relación con los demás, sino que todos cuentan con la misma ventaja.

A continuación se muestran los (inaplicables) coeficientes de correlación de Pearson para los siete planetas, a la altura del armónico 13:


Venus supera holgadamente la barrera de los 0,5 puntos, al alcanzar un coeficiente de 0,76. Todavía disfruta de un margen mayor si hacemos el cálculo prescindiendo de los últimos armónicos. A la altura del armónico 10 el coeficiente de Venus es de 0,89 y a la altura del armónico 6 es de nada menos que 0,95. Muy probablemente, incluso después de efectuar las depuraciones de datos pertenecientes a áreas de intersección, Venus continuará superando el límite de 0,5 exigible para afirmar la existencia de una fuerte correlación positiva.

Podemos decir que Venus es el único de los siete planetas con bastantes posibilidades de superar esa prueba, porque Júpiter, que aquí ostenta un coeficiente de 0,51, es seguro que caerá por debajo de 0,5 tan pronto como se le retiren los privilegios derivados de la interdependencia de los armónicos. Ningún otro planeta tiene opciones.

Que sea precisamente Venus el planeta mejor colocado para superar una prueba estadística relacionada con el matrimonio es algo que parece confirmar la visión arquetípica y simbólica de este planeta desde el interior de la tradición astrológica. Pero si esta correlación existe ¿qué significa exactamente? 

A primera vista, parece que podemos concluir que el comportamiento básico de Venus del hombre en relación con los planetas de la mujer y el de Venus de la mujer en relación con los planetas del hombre a través de los trece primeros armónicos sigue prácticamente las mismas pautas: intensa respuesta positiva en el armónico 4 y buenas relaciones a través de los armónicos 2, 8 y 12; respuesta negativa en los armónicos 5 y 10, etcétera.

Localizar estas correlaciones fuertes y determinar sus valores precisos tiene una extraordinaria importancia para el futuro de la astrología, porque constituyen pruebas objetivas muy sólidas en favor de la realidad de las relaciones entre las posiciones de los planetas en el momento del nacimiento de las personas y su comportamiento, sentimientos y afinidades electivas.  

Sin embargo, si he calificado de "sorprendente" esta correlación de Venus en el título de este artículo no es ni por su existencia ni por su magnitud, sino porque realmente encierra una sorpresa con la que todavía no nos hemos topado. Para encontrarla sólo tenemos que hacer una vez más algo que venimos haciendo sistemáticamente con todos los datos de esta investigación: considerar por separado los contactos en los cuales el planeta del hombre se sitúa antes que el planeta de la mujer (intervalo 1) y los contactos en los que el planeta de la mujer se sitúa antes que el planeta del hombre (intervalo 27). 

Vamos a comparar, por tanto, el intervalo 1 de Venus del hombre con el intervalo 1 de Venus de la mujer:

Desviaciones de los valores obtenidos respecto de los esperados, expresadas en porcentajes acumulados, de los contactos de Venus en el intervalo 1 de los trece primeros armónicos. En rojo, los contactos de Venus  del hombre con los planetas de la mujer. En amarillo, los contactos de Venus de la mujer con los planetas del hombre.

De nuevo, la forma en que encajan entre sí las curvas correspondientes a las dos distribuciones, la de Venus del hombre y la de Venus de la mujer, es impresionante. Ambas experimentan subidas en los armónicos 2, 4, 8 y 11 y bajadas en los armónicos 3, 6, 9 y 12-13. Podemos concluir que en el intervalo 1 Venus, tanto del hombre como de la mujer, prefiere los llamados "aspectos tensos" y evita los llamados "aspectos fluidos". Sabemos que los armónicos 2, 4 y 8 son parcialmente interdependientes, como también lo son, por otra parte, los armónicos 3, 6, 9 y 12. Es hasta cierto punto lógico que se eleven o se depriman conjuntamente y esto es algo que debe rebajar el tono de nuestra admiración. Sin embargo, tampoco debemos de exagerar estas conexiones entre armónicos hasta el punto de reducir a polvo toda la correlación, porque el área de intersección entre los armónicos 2 y 8, por ejemplo, es sólo de un 25 por ciento, que es también el valor del área de intersección entre el armónico 3 y el 12. Es más, el armónico 12 tiene un área de intersección mayor con el armónico 4 (33%) que con el 3 (25%) y, sin embargo, se ha alineado con este último. El coeficiente (hinchado) de correlación de Pearson asciende aquí a 0,74, lo cual es anecdótico por las razones expuestas más arriba, pero nos recuerda, al menos, que con Venus sucede algo importante que no ocurre con los demás planetas.

Veamos ahora qué aspecto presenta la comparación en el intervalo 27.

Desviaciones de los valores obtenidos respecto de los esperados, expresadas en porcentajes acumulados, de los contactos de Venus en el intervalo 27 de los trece primeros armónicos. En rojo, los contactos de Venus  del hombre con los planetas de la mujer. En amarillo, los contactos de Venus de la mujer con los planetas del hombre.

Otra vez nos encontramos con dos curvas extraordinariamente semejantes, pero ahora nos cuentan una historia diferente. El 4 sigue siendo uno de los armónicos más elevados, tal como sucede también en el intervalo 1, pero ya no le acompaña el armónico 8 ni en el caso de Venus del hombre ni en el de Venus de la mujer. Aunque entre estos dos armónicos hay un área de intersección del 50 por ciento, eso no ha bastado para que el armónico 4 haya podido arrastrar consigo al 8. En su lugar, sin embargo, se ha elevado el armónico 6, que tiene un 25 por ciento de su espacio en común con el 4, pero que, a pesar de eso, sufrió una notable depresión en el armónico 1. Con el armónico 6 se eleva también ahora el armónico 12, entre los cuales hay un 50 por ciento de espacio en común. Los armónicos 5 y 10, que también comparten un 50 por ciento de su espacio, experimentan fuertes caídas en el caso de Venus del hombre y más leves con Venus de la mujer. Los armónicos 4, 6, 7, 8 y 9 presentan prácticamente los mismos valores en las dos distribuciones, lo que permite a este intervalo superar al anterior en el coeficiente de correlación, que llega ahora hasta 0,79 en los trece armónicos y hasta 0,91 a la altura del armónico 6.

Dado que tanto el intervalo 1 como el intervalo 27 han obtenido altos coeficientes de correlación positiva, no es de extrañar que la suma de los valores de ambos intervalos produzca una distribución igualmente con una alta correlación positiva. Esa distribución es la que mostrábamos al principio de este artículo y fue la primera en la que detectamos estas semejanzas. En ella no se tiene en cuenta el orden de los factores, pero acabamos de ver que ese orden es determinante.

Debemos insistir en que estos dos intervalos son completamente independientes, de modo que del hecho de que en uno de ellos se observe un alto grado de correlación no se sigue en absoluto que deba observarse también en el otro. El único planeta que presenta un intervalo con un grado de correlación semejante a los dos de Venus es Júpiter, cuyo intervalo 27 obtiene un coeficiente de 0,78; pero el intervalo 1 de Júpiter se queda con un coeficiente de -0,04. Es, por tanto, verdaderamente excepcional la concurrencia de dos de los tres intervalos con mayores coeficientes de correlación en relación con un mismo planeta y que, además, ese planeta sea Venus. Pero tampoco es ésta la sorpresa a la que me refería.

Lo más sorprendente de todo esto, al menos para mí, es lo siguiente. He dicho más arriba que la existencia de una fuerte correlación entre los datos correspondientes a los contactos de Venus del hombre con los planetas de la mujer, por un lado, y los datos correspondientes a los contactos de Venus de la mujer con los planetas del hombre, por otro, parece implicar que Venus del hombre y Venus de la mujer se comportan de manera muy semejante en relación con los planetas de la otra persona. Esto suena muy obvio y, sin embargo, si prestamos un poco más de atención a los datos que acabamos de considerar, pronto nos daremos cuenta de que es falso.

Si Venus del hombre situado antes que los planetas de la mujer se comportara igual que Venus de la mujer situado antes que los planetas del hombre y si, además, Venus del hombre situado después que los planetas de la mujer se comportara igual que Venus de la mujer situado después que los planetas del hombre, entonces podríamos afirmar que Venus del hombre y Venus de la mujer se comportan de manera esencialmente idéntica respecto de los planetas de la persona del sexo opuesto. Pero no es esto lo que hemos observado. 

Al comparar directamente el intervalo 1 de Venus del hombre con el intervalo 1 de Venus de la mujer lo que hemos hecho es comparar los contactos en los cuales Venus del hombre se sitúa antes que los planetas de la mujer con los contactos en los que Venus de la mujer se sitúa después que los planetas del hombre, porque en el intervalo 1 el planeta del hombre -sea Venus o no- va siempre primero. Y a la inversa, al comparar directamente los intervalos 27, hemos comparado los datos de Venus del hombre situado después que los planetas de la mujer con los datos de Venus de la mujer situado antes que los planetas del hombre, porque en el intervalo 27 el planeta del hombre -sea Venus o no- va siempre después. Por consiguiente, Venus del hombre y Venus de la mujer no se comportan igual, sino exactamente al revés en relación con los planetas de la otra persona: Venus del hombre situado primero se comporta igual que Venus de la mujer situado después, y Venus del hombre situado después se comporta igual que Venus de la mujer situado antes. ¡Asombroso! 

Para que pudiéramos decir que se comportan igual la correlación debería haberse dado en los intervalos cruzados. Pero si comparamos el intervalo 1 de Venus del hombre con el intervalo 27 de Venus de la mujer, que dejan ambos a Venus en primer lugar, el coeficiente de correlación se vuelve negativo, alcanzando un valor de -0,45. Y si comparamos el intervalo 1 de Venus de la mujer con el intervalo 27 de Venus del hombre, que dejan ambos a Venus después que el planeta con el que contacta, entonces el coeficiente de correlación se queda en 0,17.

Es sumamente intrigante este comportamiento de Venus, como una imagen en espejo o en negativo, en función del género de la persona. Estamos ante las puertas de un misterio que nos aguarda al otro lado, como la amada al amante, acicalándose para quien se haga digno de penetrar en sus secretos.




© Julián García Vara, agosto, 2011



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