lunes, 31 de octubre de 2011

El abrazo de la montaña


Algunas montañas parecen doncellas gigantes tendidas al sol, figuras silenciosas que aguardan un improbable despertar en un caprichoso recoveco del tiempo que lentamente modifica su rostro. Una de estas masas rocosas de Utah, aparentemente serena e inofensiva, se vio turbada una mañana de abril por la presencia inesperada de un animoso joven que parecía gozar intensamente recorriendo sus grietas, admirando sus curvas firmes y estriadas, haciéndole cosquillas con sus manos y pies juguetones y curiosos. Al principio se sintió algo irritada por el descaro de este joven, pero pronto se sintió halagada por el interés que mostraba por ella y quiso retenerlo junto a sí. Lo asió fuertemente por el brazo de la única manera que ella sabía hacerlo, deslizando una pesada roca y aprisionando con ella la mano del joven contra su pecho.


Durante cinco días con sus noches persistió este doloroso abrazo. Aron, que así se llamaba el joven, comprendió que la maciza dama no era de las que se contentan con una aventurilla. La cosa iba completamente en serio. Ella había decidido que sus vidas quedarían unidas para siempre, pero como no podía caminar junto a Aron, respirar como él, ni siquiera gemir como lo estaba haciendo en ese preciso momento, aunque ella no acertaba a adivinar por qué, como no podía, en suma, vivir una vida propiamente humana tendrían que vivir los dos una vida de montaña. En poco tiempo él ya no necesitaría respirar, y luego podrían fundir poco a poco sus huesos, con una parsimonia arenosa y constante, hasta ser los dos una sola montaña.


El joven ya casi estaba resignado a su destino. Hasta había grabado con el filo gastado de su vieja navaja su nombre y unas fechas en la pared de la montaña, como hacen los enamorados en los troncos de los árboles, pero faltaba el corazón. No, su corazón no pertenecía a aquella montaña. La había amado, sí, como a todas las otras que atravesó antes de llegar hasta ella, como amaba los reflejos azules del cielo en el lago y las mañanas soleadas, como amaba las caricias del aire en su rostro cuando surcaba los caminos de tierra con su bicicleta de montaña. La había amado, sí, pero no la había elegido. Definitivamente, él no quería llevar una vida de montaña.


A la mañana siguiente Aron tomó una determinación atroz. Durante cinco días había intentado por todos los medios persuadir a su fría y dura enamorada para que le dejara marchar, pero con una persistencia aún mayor ella apretaba contra su pecho el brazo de su amado cada vez con más firmeza. Nada ni nadie se lo podría arrebatar. Aron miró su navaja, la misma con la que había herido la pared de la montaña, improvisó un torniquete en su brazo, apretó los dientes y desgarró la carne y los huesos hasta privar a la inflexible dama de su codiciada presa. Ella lo sintió deslizarse por su espalda vertical y vio luego cómo se alejaba sin volverse a mirarla. 


Seis horas deambuló Aron antes de ser encontrado y rescatado. Tras recibir cuidados médicos y recobrar sus fuerzas, regresó a la montaña con unos guardias que se dispusieron a retirar la roca. La hasta entonces inquebrantable dama no ofreció resistencia, pero el joven hizo incinerar allí mismo su antebrazo sin vida y entregó las cenizas a la montaña, que las recibió con regocijo. La mano de Aron ya pertenece para siempre a la obstinada dama de piedra y la acaricia sin resentimiento mientras se funde con ella. 




Esta es, contada a mi manera, una historia real vivida por Aron Ralston en la primavera del año 2003, durante una excursión en solitario por las montañas del Blue John Canyon, Utah, U.S.A. Al año siguiente (2004) Ralston detalló todo lo sucedido en un libro titulado "Between a Rock and a Hard Place". Además, su historia fue llevada al cine en 2010 por Danny Boyle, en una película titulada "127 horas", que en palabras del propio Ralston "es lo más parecido a un documental", pero que, de todos modos, incluye algunas escenas y detalles que no se corresponden con la realidad de los hechos.

Aron Ralston nació el 27 de octubre de 1975 alrededor de las 10 de la noche (28 de octubre, 3:00 GMT) en Marion, Ohio, U.S.A., 83W07, 40N35. (Fuente: Astrodienst ).

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El accidente tuvo lugar el 26 de abril de 2003, hacia las 2:45 p.m. (20:45 GMT), en alguna parte del Blue John Canyon, con unas coordenadas geográficas aproximadas de 38N20, 110W48, relativamente cerca de Moab (Utah, USA), de acuerdo a lo que él mismo escribió en su libro: "My watch says it's 3:28 P.M., nearly forty-five minutes since the boulder fell on my arm." ("Mi reloj señalaba las 3:28 p.m., cerca de cuarenta y cinco minutos después de que la roca cayó sobre el brazo").

El episodio de la amputación del brazo se desarrolló en la mañana del 1 de mayo de 2003, alrededor de las 11 a.m., con un margen de error de una hora, más o menos.

© Julián García Vara, 2011

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