Las transformaciones de arcos de Venus a las que me he referido en las dos entradas anteriores de este blog ( Arcos de Venus en Sinastría y Activación de arcos de Venus por tránsitos ) presentan un problema o, más bien, una peculiaridad que no les afecta sólo a ellas, sino también a cualquier otra transformación de arcos. La cuestión es que el arco entre dos planetas, ya sean tomados de dos cartas diferentes o de una misma carta, puede medirse de dos maneras: (1) por la parte del zodiaco que no incluye el grado cero de Aries. (2) por la parte del zodiaco que contiene al grado cero de Aries.
La fórmula para el cálculo de las transformaciones de arcos tal como están definidas en (1) es la única que he dado hasta ahora, a saber:
(1) H = 360 / (P2 - P1)
donde P2 es la longitud eclíptica en grados absolutos del planeta más adelantado en el zodiaco, P1 la del planeta menos adelantado y H el número del armónico a usar para calcular la carta.
Si empleamos esta fórmula correctamente, podemos estar seguros de que P1 y P2 ocuparán exactamente la misma posición zodiacal en la carta de transformación de arcos resultante.
Pero si queremos medir el ángulo "por el otro lado", usando lo que podríamos llamar "el arco complementario", entonces la fórmula a emplear será la siguiente:
(2) H = 360 / ((P1 + 360) - P2)
El problema está en que si usamos esta segunda fórmula casi nunca encontraremos a los planetas P1 y P2 en la misma posición zodiacal en la carta de transformación de arcos correspondiente. Por tanto, podemos poner en duda su utilidad, ya que, aparentemente, aquí no se produce ningún acoplamiento que ponga en contacto las energías de los planetas P1 y P2 de una carta determinada, o -si se trata de un ejercicio de sinastría- que permita a las dos personas sintonizar en la misma longitud de onda con ambos planetas. Sin embargo, aunque es posible que las cartas obtenidas por la fórmula (2) tengan una relevancia menor que las obtenidas por la fórmula (1), no es rigurosamente cierto que no se produzcan coincidencias de posiciones zodiacales entre los dos planetas. Lo que ocurre es que no son visibles. Pero, de hecho, en este tipo de cartas, a falta de una coincidencia de posiciones, normalmente tendremos dos. Para comprender esto es necesario profundizar un poco más en la verdadera naturaleza de las operaciones de transformaciones de arcos. Y a su vez, para ello, debemos recordar, aunque sea muy brevemente, qué se esconde detrás de la fórmula de cálculo de una carta armónica cualquiera.
En una carta astral "normal" el zodiaco se extiende por todo el círculo de la eclíptica hasta completar sus 360 grados. Si queremos calcular, por ejemplo, el armónico 3 de esa carta, debemos sustituir el zodiaco original por otros tres zodiacos, comprimidos de tal manera que quepan los tres en un solo círculo. Cada uno de los zodiacos del armónico 3 medirá, por tanto, 120 grados dentro del círculo de la eclíptica, pero contendrá de todos modos 360 grados "en pequeñito" en su interior.
Venus en los armónicos 1 y 3 de Claudia Schiffer.
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En la imagen vemos que Venus natal de Claudia Schiffer está 17º 49' de Libra, pero en el armónico 3 pasa a ocupar el grado 23º 27' de Escorpio.
Supongamos que Claudia Schiffer hubiera conocido a alguien, nacido con Venus a 17º 49' de Géminis, a quien llamaremos, por ejemplo, Leonardo. Añadiendo 120 grados a esa posición de Venus natal de Leonardo alcanzaríamos la posición exacta de Venus natal de Claudia. Habría, entonces, cuatro signos de distancia entre ambos Venus y dentro de ese segmento del zodiaco que va de poco más de la mitad de Géminis a poco más de la mitad de Libra no nos tropezamos con el grado cero de Aries. Podríamos, por tanto, emplear la fórmula (1) para calcular la carta de transformación de arcos de Venus, y obtendríamos como resultado que el armónico 3 sería el que necesitábamos para calcularla. Por supuesto, en ese armónico 3 la posición de Venus de Leonardo sería también 23º 27' de Escorpio.
Así pues, vemos que para obtener una carta de transformación de arcos lo que hacemos en realidad es introducir en la eclíptica zodiacos menores del mismo tamaño que el arco entre los dos planetas que lo definen. En nuestro ejemplo imaginario, serían zodiacos comprimidos dentro de sectores de 120 grados de la eclíptica.
Pero ¿qué pasaría si quisiéramos medir el ángulo por el otro lado? En ese caso hemos de añadir 240 grados a la posición de Venus natal de Claudia para alcanzar la posición de Venus natal de Leonardo, que quedarían ahora separados por ocho signos. En el camino desde poco más de la mitad del signo de Libra hasta poco más de la mitad del signo de Géminis en sentido antihorario tenemos que atravesar el grado cero de Aries. Por tanto, necesitamos la fórmula (2), que ahora nos dará como resultado 1,5. Esto significa, según acabamos de ver, que ahora necesitamos introducir zodiacos comprimidos en sectores eclípticos de 240 grados; pero con un tamaño semejante el número de zodiacos que es capaz de alojar la eclíptica es uno y medio. La situación quedaría como se muestra en la imagen siguiente:
Venus de Leonardo se sitúa ahora a 26º 43' de Cáncer, mientras que Venus de Claudia queda a 26º 43' de Capricornio. En lugar de encontrar a ambos Venus en conjunción partil, como cabría esperar de una carta de transformación de arcos, los encontramos exactamente en oposición. ¿Qué es lo que ha ido mal?
El problema radica en que, después de haber definido la carta a partir de la distancia más larga entre los dos planetas, hemos representado el resultado en función de la distancia más corta. Es decir, primero decidimos usar zodiacos de 240 grados (distancia más larga) en lugar de zodiacos de 120 grados (distancia más corta). O, lo que es lo mismo, decidimos incluir los 12 signos del zodiaco menor dentro del espacio de 8 signos del zodiaco mayor. Pero finalmente hemos definido las posiciones de Venus en la carta de transformación de arcos a partir de una distancia de 4 signos del zodiaco mayor, en la cual sólo caben 6 signos del zodiaco menor. Es decir, hemos medido la distancia por el lado equivocado. Por esta razón han quedado en oposición. Si hubiéramos usado la distancia más larga, habrían quedado en conjunción. Entonces ¿qué nos ha impedido usarla?
Hemos visto que en el armónico 1,5 de Claudia Venus queda en Capricornio. Para medir su distancia en ese armónico por el lado más largo con Venus de Leonardo deberíamos continuar avanzando en sentido antihorario desde Capricornio hasta Acuario, luego a Piscis, después a Aries... y así sucesivamente. Pero una vez que completemos el signo de Virgo dentro de este armónico, ya no podremos avanzar más, porque hasta ahí llega el medio zodiaco adicional de que consta un armónico 1,5. Si seguimos avanzando entraremos otra vez en Aries y todo el camino andado hasta ese punto no habrá servido para nada. Ahora bien, si decidimos ignorar esta limitación por el procedimiento de prolongar el zodiaco truncado hasta completarlo, entonces Libra del segundo minizodiaco se superpondrá a Aries del primero, Escorpio se superpondrá a Tauro, Sagitario a Géminis y Capricornio a Cáncer, y al llegar a este punto tendremos a Venus de Leonardo a 26º 43' de Capricornio, exactamente la misma posición que Venus de Claudia, tal como se muestra en la imagen siguiente:
Si admitimos este recurso, entonces podemos afirmar que sí que existe una coincidencia de los Venus de ambos a 26º 43' de Capricornio.
Pero hay todavía algo más. Si partimos de la posición observada inicialmente de Venus de Leonardo en Cáncer y, a partir de ahí, retrocedemos en sentido horario hasta Géminis, Tauro y Aries, y, una vez llegados a este punto de ruptura, prolongamos el zodiaco hacia atrás, pasando a Piscis, Acuario...y así sucesivamente, al llegar a la altura de Venus de Claudia lo encontraremos situado a 26º 43' de Cáncer, exactamente la misma posición que Venus de Leonardo. De manera que, si también admitimos este recurso, podemos igualmente afirmar la existencia de una coincidencia de la posición de los Venus de ambos a 26º 43' de Cáncer.
Por todo esto afirmé al principio que a falta de un contacto de los dos Venus, tenemos dos contactos, aunque en uno de ellos sólo es visible Venus de Claudia y en el otro sólo lo es Venus de Leonardo.
Pero ¿es legítimo este procedimiento? ¿Acaso con ello no nos estamos saltando todas las normas de construcción de cartas armónicas? ¿No produce esto posiciones duplicadas de los planetas que se encontraran, por ejemplo, en Aries en el primer minizodiaco y, al mismo tiempo, en Libra en la prolongación del segundo?
En la versión inicial, que todavía muchos consideran la posición ortodoxa de la Teoría Armónica aplicada a la astrología, las únicas cartas armónicas aceptables son las que se derivan de la división del círculo por números enteros. Este es el planteamiento de John Addey y de David Hamblin. Pero las tranformaciones de arcos de Williamsen, los armónicos planetarios de Greig, los armónicos de la edad mensuales de Laura Ruben y, finalmente, los armónicos de la edad continuos, terminaron por dinamitar la barrera de los números enteros, introduciendo una serie de técnicas potentes y eficaces basadas en el uso de armónicos fraccionarios, sea o no una contradicción en los términos.
Pero aun admitiendo la utilidad de los armónicos fraccionarios, puede parecer excesivo prolongar sus zodiacos arbitrariamente por cualquiera de sus extremos. Sin embargo, es posible que el verdadero problema no esté en los armónicos fraccionarios ni en sus prolongaciones, sino en una concepción demasiado rígida y hasta cierto punto equivocada de la naturaleza del zodiaco. Se tiende a pensar en el zodiaco como en un círculo perfecto, cerrado y estático, del cual se habla como si se tratara de un lugar o de una carretera por la cual circulan los planetas. Pero el zodiaco no es, en último término, diferenciable de la eclíptica, en la cual se miden todas las posiciones zodiacales. La eclíptica, a su vez, es la órbita aparente del Sol en torno a la Tierra en el curso de un año. Pero lo que hace posible ese movimiento anual aparente es la órbita de la Tierra en torno al Sol. Pues bien, el movimiento de la Tierra en torno al Sol no constituye un círculo perfecto ni cerrado ni estático, sino que se trata de una elipse que avanza en espiral, debido al desplazamiento del propio Sol en torno al centro de la galaxia.
Movimiento en espiral en torno al Sol
de los planetas interiores del Sistema Solar.
Por consiguiente, cuando el Sol retorna al grado cero de Aries al completar una de sus travesías anuales, no vuelve a colocarse realmente en el mismo punto del mismo zodiaco, sino al comienzo de un nuevo zodiaco que constituye la prolongación en espiral del zodiaco anterior y respecto del cual se halla ligeramente desplazado. Por tanto, del mismo modo que dividimos un zodiaco en tres partes iguales para definir el armónico 3, podemos también dividir dos zodiacos consecutivos (dos giros en espiral ó 720 grados) en tres partes iguales para definir el armónico 1,5. En el primer caso tenemos una resonancia 3:1 y en el segundo una resonancia 3:2. En el primer caso estamos explorando una onda de 120 grados, a través de todos los planetas conectados por esa distancia o por divisiones enteras de esa distancia. Y en el segundo caso estamos explorando una onda de 240 grados de la misma manera.
La hipótesis implícita en todo esto es que cualquier par de planetas o puntos activos de una carta lleva dos ondas asociadas, las correspondientes a su arco mayor y a su arco menor dentro de la ecliptica, con independencia de si sus distancias sirven o no para dividir el círculo en un número entero de partes. De alguna manera, esto está asumido por algunas prácticas astrológicas tradicionales, como por ejemplo las denominadas "parte arábigas". La carta de transformación del arco Sol/Luna será exactamente la misma que la carta de transformación del arco Ascendente/Parte de la Fortuna, porque la Parte de la Fortuna no es, ni más ni menos, que el grado del zodiaco que vibra con el Ascendente exactamente en la misma longitud de onda que lo hace el Sol con la Luna, sea cual sea la distancia entre ambas luminarias. Por la misma razón, cuando un planeta transita por el grado de la Parte de la Fortuna se alía con el Ascendente para poner en actividad el mismo armónico (normalmente fraccionario) a través del cual el Sol y la Luna se conectan por conjunción.
No faltan, pues, razones para defender la posibilidad de que las cartas de transformación de arcos nos proporcionen información útil, tanto en la fórmula más directa, la (1), que nos deja ver a los dos planetas en conjunción, como en la de los arcos complementarios obtenidos por la fórmula (2), que los muestra aparentemente desvinculados, aunque ya hemos visto que pueden vincularse en un giro anterior o posterior del movimiento en espiral. Puede que estas razones no sean concluyentes, pero espero que sean lo suficientemente persuasivas como para darle a este tipo de cartas una oportunidad en la práctica, y de ese modo puedan ser incorporadas o desestimadas con conocimiento de causa.
En una próxima entrada examinaremos algunos ejemplos y explicaré, también, una forma de obtener estas cartas prácticamente sin cálculos, simplemente moviendo algunos números de unos lugares a otros.
© Julián García Vara, octubre de 2011
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