viernes, 20 de noviembre de 2009

Leo y la caverna de Platón, 1.


El mito de la caverna, expuesto por Platón en el libro VII de La República, es una alegoría de la condición humana que condensa los temas principales de la filosofía platónica. Los seres humanos naturales, encarnados en un cuerpo mortal y sin formación filosófica son semejantes a unos prisioneros que, desde su nacimiento, hubieran estado encadenados a un muro en el interior de una caverna, con la cabeza inmovilizada de tal modo que sólo pudieran mirar hacia la pared situada en dirección opuesta a la entrada de la caverna. Tras el muro al que están encadenados hay una hoguera encendida y entre la hoguera y el muro hay un pasillo por el que circulan unos extraños porteadores que llevan estatuillas con figuras de animales, personas y objetos. Las sombras de las estatuillas se proyectan sobre la pared del fondo de la caverna, de tal modo que los prisioneros pueden ver esas sombras, pero nunca las estatuillas mismas. Los porteadores a veces pasan en silencio y otras veces van hablando entre sí. Cuando hablan, los prisioneros oyen las voces, pero creen que proceden de las sombras mismas, que son éstas las que hablan, ya que nunca han visto a los porteadores.

Una vez descrito este cuadro, se plantea la cuestión de qué le sucedería a uno de los prisioneros si fuera liberado de sus ataduras y obligado a volver la cabeza hacia el pasillo donde se encuentran los objetos manejados por los porteadores y la hoguera encendida. Quedaría confundido y asustado por el centelleo de las llamas, no vería con claridad y creería que las sombras de los objetos son más verdaderas y precisas que los objetos mismos. Si todavía se le obliga a seguir adelante y salir al exterior de la caverna quedará de tal modo deslumbrado por el Sol que no acertará a distinguir nada en un primer momento. Luego, poco a poco, podría concentrar su mirada en las zonas de sombra, después en las iluminadas y finalmente podría ver el Sol. Si regresara al interior de la caverna y contara a los otros la magnificencia de cuanto había visto afuera, los demás prisioneros le tomarían por loco y si intentara desatarlos y obligarlos a salir al exterior se resistirían y le darían muerte si pudieran.

¿Qué significa todo esto? El propio Platón nos proporciona enseguida las claves generales para descifrar la fábula: la realidad que la vista nos proporciona debe ponerse en relación con la morada de los prisioneros, la luz del fuego con el poder del Sol y la subida al mundo exterior y la contemplación de las cosas que hay en él con la ascensión del alma a la región de lo inteligible. Y añade:

"Lo último que se percibe, aunque ya difícilmente, en el mundo inteligible es la idea del Bien (el Sol inteligible), idea que una vez percibida, da pie para afirmar que es la causa de todo lo recto y hermoso que existe en todas las cosas. En el mundo visible ha producido la luz y el astro señor de ésta (el Sol visible, la hoguera), y en el inteligible la verdad y el puro conocimiento."

Para quien no esté familiarizado con la filosofía de Platón esta explicación resultará aún más oscura que la fábula misma. Dedicaré, por tanto, unas líneas a describir lo más esencial de esa filosofía.

Con ayuda de nuestros sentidos (vista, oído, etc.) podemos percibir objetos concretos con ciertas cualidades, por ejemplo, un hermoso caballo. Pero, por muy hermoso que sea, el caballo no agota ni contiene en sí la totalidad del significado de la idea de belleza. Ese caballo participa de la idea de belleza, pero ésta le precede en el tiempo y le sobrevive y se aplica a otros muchos y diferentes objetos que la reflejan de las formas más variadas. El caballo nace y muere, pero la idea de belleza, según Platón, es eterna. Además, ese mismo caballo pudo ser muy feo cuando era un potrillo o llegar a serlo si envejece o enferma; su relación con la idea de belleza es efímera y accidental. También al caballo mismo lo identificamos como un ejemplar de la idea general de caballo. Pero estas ideas generales no podemos verlas con los ojos, sino sólo con la inteligencia. Por eso Platón agrupa por un lado todas aquellas cosas que podemos ver con los ojos o percibir con los demás sentidos y llama a este conjunto el mundo sensible; por otro lado agrupa todas las ideas que sólo podemos "ver" con la inteligencia y llama a este conjunto el mundo inteligible. Los objetos del mundo sensible son como sombras de las ideas del mundo inteligible. Para Platón, las ideas tienen más realidad que las cosas visibles, ya que no nacen ni mueren y proporcionan los modelos que los objetos sensibles imitan torpemente.

Ahora podemos entender que los prisioneros de la caverna son aquellas personas que viven atadas a la percepción sensorial y no reflexionan sobre lo que ven. La morada de los prisioneros es el mundo sensible, que se reduce prácticamente a las sombras de la pared. El exterior de la caverna es el mundo inteligible, que contiene los modelos ideales de las cosas sensibles. He explicado esta fábula durante años a varias generaciones de alumnos de bachillerato, esperando en vano que alguien me formulase una pregunta tan obvia como la siguiente:

Si Platón quería representar en una imagen de juego de sombras esta peculiar relación del mundo sensible con el mundo inteligible ¿por qué se complicó tanto la vida introduciendo en el cuadro el pasillo de los porteadores, las estatuillas y la hoguera? ¿Por qué no hizo simplemente que los objetos del exterior se reflejaran directamente sobre la pared del fondo de la caverna a la luz, por ejemplo, de un sol naciente o poniente?

En efecto, lo que los prisioneros de la caverna ven en la pared no son las sombras de las ideas (de los objetos del exterior de la caverna) sino las sombras de unas figurillas que imitan a los objetos del exterior y que, a pesar de no ser las cosas verdaderas, tienen el poder de producir el mundo sensible. ¿Qué son, entonces, estas figuras intermediarias? ¿y quienes son esos porteadores?

No busquéis la respuesta en ningún manual de historia de la filosofía, ni siquiera en las monografías sobre Platón. La mayoría escurren el bulto y las pocas que no lo hacen aventuran explicaciones tan insatisfactorias que no resisten la más ligera crítica. Buscad la respuesta en el propio Platón: en el Fedro, en el Timeo, en Las Leyes, en el Fedón o en otras partes de la misma República. O si no queréis demoraros tanto, buscadla en la siguiente entrada:



1 comentario:

  1. El mito de la Caverna de Platón me recuerda, más modernamente, a la famosa sátira que cuenta Edwin Abbott sobre un mundo plano.

    Pongo unos enlaces donde explica esta fábula:

    * Esta primera es del YouTube. Está subtitulada en español:

    http://www.youtube.com/watch?v=YHZInBlKvw0

    * Otra más de YouTube. Esta vez contado por Carl Sagan, audio en español, de la serie Cosmos.

    http://www.youtube.com/watch?v=8qWLhjHbrNQ

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