miércoles, 11 de noviembre de 2009

¿Mi carta es buena o mala?




Como decía en el comentario de ayer, si la astrología es una ciencia no lo es en el mismo sentido que lo son "las otras". La astrología se permite hacer juicios de valor y deja amplio margen para la subjetividad. Afirma, por ejemplo, que Saturno y Marte son planetas maléficos, mientras Júpiter y Venus son benéficos, que ciertos ángulos entre planetas son buenos y otros malos y no es raro encontrar textos, sobre todo en tratados antiguos, en los que se asegura que los nacidos bajo ciertas configuraciones planetarias son personas honorables y dignas de confianza, mientras que hay otras configuraciones tales que quien nace con ellas está condenado a la bajeza moral y a la depravación.

Sin embargo, en las ciencias naturales modernas, basadas en la observación y en la experimentación, no tiene sentido entrar en valoraciones morales de su objeto de estudio. Parecería absurdo hablar de partículas subatómicas buenas y malas o de reacciones químicas honorables o perversas. Su propósito es describir la naturaleza y el comportamiento general de su objeto de estudio, sea el que fuere, es decir, reflejar las cosas tal como son sin compararlas con nuestra idea de cómo deberían ser. Porque en eso consiste el ser bueno o malo, en que la cosa valorada coincida o no con nuestra idea de cómo debería ser.

Pero sucede que un científico no es una cámara de seguridad de un banco que se limita a registrar las imágenes de lo que acontece en su campo visual sin intervenir al respecto ni experimentar emociones. Antes que nada es un ser humano vulnerable, sensible y mortal, arrojado a un mundo hostil y amenazante, con intereses que defender, con deseos que satisfacer, con temores que apaciguar. En esas condiciones, lo quiera o no, se ve obligado a valorar constantemente todo lo que le rodea y todo lo que hace él y lo que hacen los otros, porque le va la vida en ello. Y si lo que hace es ciencia es porque juzga que la ciencia es valiosa, que saber es bueno y conveniente, que el objeto de su ciencia es digno de estudio y que otras cosas a las que no presta atención no lo son. Y si ha de sobrevivir como científico debe convencer a sus congéneres de que sus creencias al respecto son igualmente valiosas.

La diferencia, por tanto, entre el astrólogo -sobre todo el de corte clásico- y el científico natural moderno es que el primero hace juicios de valor explícitos mientras que el segundo los mantiene en la sombra, como juicios de valor implícitos. Entonces la pregunta es ¿cuál de estas dos estrategias tiene mayor valor de supervivencia?

Para el cliente que acude al astrólogo en busca de consejos para solucionar sus problemas las palabras clave son precisamente esas que el espíritu científico tiende a evitar: bueno, malo, favorable, desfavorable, oportuno, inoportuno, conveniente, afortunado, desgraciado, debe hacerse, debe evitarse. El cliente espera que el astrólogo esté en condiciones de ayudarle, poco o mucho, a saber qué le cabe esperar, qué debe hacer y cuándo debe hacerlo, qué debe evitar, qué debe conservar y qué debe cambiar. Y algunos esperan también del astrólogo lo mismo que del sacerdote: que les dé su bendición. Esto es lo que se desprende del hecho de que, tras explicarles concienzudamente cómo se descifran los extraños signos dibujados en su mapa natal, repliquen algo así como:

- Todo eso está muy bien, pero yo lo que quiero saber es si mi carta es buena o mala.

...como si el astrólogo pudiera revelarles si están o no entre los elegidos.

El trabajo astrológico con clientes conserva todavía muchos elementos morales y religiosos, además de una evidente orientación práctica. En ese contexto, los juicios de valor explícitos son inevitables. El problema radica en que, con demasiada frecuencia, se hacen juicios precipitados o erróneos, ya sea por limitaciones del saber mismo o porque el astrólogo acaba cediendo indebidamente a las insistentes presiones del propio cliente.

Pero una cosa es la práctica y otra la teoría y la investigación. ¿No debería el investigador de hechos astrológicos limitarse a describir cómo actúa exactamente Júpiter, Saturno, Venus, una cuadratura o un trígono, dejando que cada cual valore ese tipo de actuaciones como mejor le parezca? Porque, a fin de cuentas, las palabras bueno y malo no nos dan prácticamente ninguna información sobre el objeto estudiado; se refieren mucho más directamente a las reacciones emocionales del sujeto que entra en contacto con ese objeto. El problema está en que la distinción entre sujeto y objeto contiene un elemento de artificialidad, la separación entre ambos sólo es posible conceptualmente; en la experiencia no existe el uno sin el otro y a medida que se estudia más astrología se hace cada vez más difícil distinguirlos incluso conceptualmente.

Saludos.

1 comentario:

  1. Hola JGV, Mi carta es buena o mala?, típica pregunta de las personas angustiadas.

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